Autor: Melba Grullón Ubiñas*
Conversé con él durante unos minutos, durante una de mis visitas a la cárcel. Estábamos participando de una charla sobre vivir las oportunidades. Después de que les hablé a todos, él se me acercó.
Mirándolo a los ojos, sin juzgarlo, ni condenarlo, sino tratando de comprenderlo en su condición de ser humano, le pregunté: “¿Cómo te tratan aquí?”
Con la mirada llena de un profundo dolor, me respondió, como si se tratase de una sincera confesión: “Esto es una pantalla. Hay maltrato. Estoy aquí por asesinato y, cuando me maltratan, en mi mente solo pienso en salir de aquí a seguir matando gente”.
Le dije: “No repitas eso, para que no te maltraten más”. Y sonrió. Con tristeza, pero me sonrió. Entonces me habló sobre los problemas mentales de muchos presos. Y me citó el ejemplo de uno de ellos, que estaba sentado cerca de nosotros, a quien los guardias encerraron por muchos días en un lugar de la cárcel al que le dicen “la caja”. “Salió de ahí seco”, me dijo.
Y entonces comprendí, con el Alma desgarrada, el porqué muchos salen de ahí, peor de lo que entran.
¡¿Qué estamos haciendo?!
La Sociedad está harta, pero sigue maltratando a sus hijos.
Cada día aumentan los reclamos sociales en materia de seguridad ciudadana. Comunicadores estallan llenos de impotencia en los medios de comunicación y la prensa se hace eco constante de todas las nefastas noticias.
Alimentan cada día la mente de los ciudadanos con los números de los asesinatos, atracos y demás calamidades sociales, y hasta les muestran las imágenes sangrientas producto de estos hechos y con hacer esto e insultar a las autoridades se creen ser parte de la solución.
Craso error.
En lo que nos enfocamos, aumenta. Solo hay que mirar un poco algunos programas de televisión o leer los periódicos. Si nos llevamos de los noticieros, parecería como si los inframundos se estuvieran haciendo sentir más sobre la Tierra.
Son muchos los que manifiestan que la sociedad ya está harta de estos acontecimientos. Y eso es bueno, en el sentido de que cuando una sociedad, un grupo de personas, se cansa de algo, hasta el hastío, entonces procura cambiarlo. Lo que es aún mejor: Transformarlo.
Y la solución para lograr esa transformación existe, pero no es la que la mayoría de los medios están promoviendo.
Detrás de un maltratador, muchas veces hay alguien que ha sido duramente maltratado. Alguien que no ha recibido Amor y Protección; que ha pasado hambre, y no solo por falta de alimentos, vestimenta, educación, salud, vivienda, sino también hambre de afecto, de cariño.
Dentro de ese ser, que hoy la sociedad condena y maltrata, por haber cometido un grave error, hay alguien que ha sufrido lo indecible, durante toda su vida o gran parte de ella. Hay traumas y un dolor muy, muy profundo, en su alma.
¿Y qué hacemos con alguien así? ¿Golpearlo más? ¿Es que acaso aún no ha sido suficiente?
Al nacer un niño, no solo es hijo de sus padres biológicos.
Muchas tribus, los indígenas, parecen estar socialmente más avanzados que nosotros en cuanto a su comprensión de que cada niño es hijo de toda la tribu. Y, como tal, todos los miembros de la tribu lo cuidan, alimentan, guían y protegen.
Y en esta tribu, la de nuestra Sociedad, ¿En cuáles condiciones sociales nacen y crecen los niños que vienen a través de padres insolventes, de aquellos que carecen de hasta las más mínimas garantías de bienestar social?
Muchos de esos niños desatendidos por la Sociedad, son ahora los que están privados de su libertad, o delinquiendo en nuestras calles, con la mente infectada, y compartiendo sus días con los que están igual de insanos o aún peor, agravando su condición; mientras su verdadero ser, aquel que habita en el interior de todos -sin excepción- espera que un buen día despertemos y decidamos atenderlos y tratarlos como lo que ellos son: nuestros hijos.