No se trató de una revuelta, sino de una poblada, que así la definió el profesor Juan Bosch a su regreso al país, desde la Habana uno días después de transcurrido los acontecimientos, hablo del estallido social de abril de 1984, del que se conmemoraron 31 años.
Fue el punto de inflexión en República Dominicana de la crisis que embelesó todas las economías de la región latinoamericana por lo que se le ha designado como la década perdida, con excepción de Colombia en la que el boom del narcotráfico creo una dinámica económica distintas, lo que vivían todos nuestros países era una caída del valor de sus exportaciones, déficits fiscales e inflación.
Salvador Jorge Blanco y Carlos Andrés Pérez, que también padeció un episodio similar que en Venezuela de bautizó como el Caracazo, fueron los gobernantes más afectados por ese adelanto de primavera árabe originado por ajustes del Fondo Monetario Internacional, y que no encontraban puntos de referencia más reciente que el Bogotazo, acaecido en 1948.
Ese abril también acarrearía muchos cambios en la sociedad dominicana, que de ser una con la mayoría de su mano de obra ocupada en la zona rural, pasó a ser de la mayoría de esa mano de obra desocupada pero trasladada a las periferias urbanas.
A diferencia de sociedades en las que el campesinado se proletarizaba, porque se movía del campo al trabajo en las fábricas, en nuestra sociedad pasaban a la informalidad, a vivir de lo que apareciera, sin garantías de ingresos fijos, ni se servicios básicos, ni de seguridad social.
No había una clase obrera propiamente dicha, pero si centrales sindicales instrumentalizadas por fuerzas de izquierda que procuraban un sistema político dirigido por la clase trabajadora, nunca fueron tan fuertes como aparentaban, pero el liderazgo de la lucha social hasta abril de 1984, era sindical.
El Fondo Monetario Internacional para entonces solo conocía de una sola receta sin importar el tipo de enfermedad, recortes del gasto e incrementos de la tributación, que el doctor Salvador Jorge Blanco decidió aplicar en abril para que no se sintieran los efectos o se diluyeran con la Semana Santa, pero ya se sabe que el regreso de un lunes con deudas y los bolsillos vacíos no es el día para recibir un aumento generalizado de los productos de la canasta básica.
Tal vez una actuación temprana de las fuerzas del orden pudo evitar tragedias mayores, pero como no se tenían experiencias similares, se actuó cuando el caos era generalizado y el comercio era objeto de saqueos. La guardia se envió a las calles y el número de muertos se redondeó en 125, suma que siempre se vio empequeñecida.
Desde entonces se ha ampliado el liderazgo social y las denominadas organizaciones populares desplazaron a las sindicales, y la sociedad no ha regresado jamás a un clima de sosiego.
Desde que el barrio descubrió su poder, el país no ha vuelto a estar exento de huelgas y quemaderas de gomas, que sin embargo han contribuido muy poco con el desarrollo de los sectores que dicen representar porque la fuerza del pueblo se toma como instrumento de protagonismo.
Una buena lección la que se alcanzó con el éxito de la lucha por el otorgamiento del 4% a la educación, fue consistente y sin desordenes, pero el movimiento social no la da por aprendida
Abril de 1984 vive en el recuerdo imborrable de mi generación.