La impetuosa insurrección cívico-militar del 24 de abril de 1965 en tres días conquistó democracia, poder popular y soberanía. El 27 de abril triunfó la segunda revolución democrática-popular caribeña.
La brutal invasión militar estadounidense iniciada el 28 de abril -pese a la heroica guerra patria desplegada durante los cuatro meses posteriores- logró destruir esas conquistas hasta dejarnos sin democracia, sin poder popular y sin soberanía.
Nos ha impuesto un Estado políticamente podrido, tutelado por EEUU y la lumpen burguesía; una dictadura institucional uni-partidista, que gerentea una sociedad recolonizada y neo-liberalizada, empobrecida por un capitalismo dependiente, voraz y depredador; un rico y hermoso territorio gravemente concesionado a feroces empresas transnacionales mineras y grupos mafiosos criollos, en una isla con tropas imperialistas emplazadas en un Haití devastado sobre riquezas portentosas: oro, plata, níquel, cobalto… y posiblemente litio y “tierras raras”.
En la época del imperialismo -y más aun de un imperialismo senil y devorador- el rescate de la soberanía es clave para garantizar conquistas trascendentes. Soberanía del país, de la isla, de nuestra América y de la Humanidad ante el poder elitista transnacional.
La soberanía política ha sido el logro principal perdurable de los cambios registrados en Cuba, Bolivia, Venezuela, Ecuador, Nicaragua. Por eso -pese a las trabas e inconsecuencias que frenan su profundización hacia el nuevo socialismo- esos procesos neo-independentistas se mantienen en la delantera de la estancada ola de cambios iniciada en nuestro continente a finales del siglo XX.
Aquí, a consecuencia de la negación de soberanía a cargo de la invasión yanqui (no derrotada en 1965) y de la consiguiente recolonización posterior a ella, resalta el valor de empeñarnos en reconquistarla; lo que precisa de otro Estado, otras instituciones y actores políticos diferentes a los que hoy compiten en un escenario electoral absolutamente pervertido; lo que a su vez implica disponernos a enfrentar las furias imperiales y de sus socios locales.
Por eso no debe asombrarnos que la soberanía respeto a EEUU y al sistema imperialista mundial, no esté en la agenda de los políticos electoralistas; sean oficialistas o antigubernamentales, jóvenes o viejos, de derechas o de la falsa izquierda. Si está en una parte de ellos el antihaitianismo.
No está la soberanía frente al imperio ni otra democracia que no sea la seudo-democracia capitalista o lumpen capitalista. No está el contrapoder ni el poder popular, ni la Constituyente Soberana, ni la necesidad de una nueva Constitución inspirada en la del 63 y la Comuna de Abril.