La Habana (PL) El emperador Akihito, quien hoy admitió dificultades para ejercer su cargo, abogó durante estos 27 años como monarca por una política de paz y dejará un legado de modernización que, según expertos, aflojó tuercas al rígido sistema imperial japonés.
Cuando tomo en consideración que mi estado físico va gradualmente en declive, me preocupa que sea cada vez más difícil para mí hacer frente a mis deberes como símbolo del Estado, como he hecho hasta ahora, aseguró Akihito, en unas declaraciones que impactaron a la opinión pública japonesa y mundial.
Sin embargo, otras barreras enfrenta el emperador antes de que sus aspiraciones puedan convertirse en realidad.
La Constitución japonesa define su figura como "símbolo del Estado y de la unidad del pueblo" pero no le concede poder político.
Además, la ley que regula el sistema imperial no contempla la abdicación, por lo que se requeriría la intervención del Parlamento para modificarla.
El último emperador en abdicar fue Kokaku en 1817, hace casi 200 años.
No es posible reducir perpetuamente las actividades del emperador a medida que éste hace mayor, indicó Akihito, que aseguró temer por un empeoramiento de su salud.
Inmediatamente después del mensaje, el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, señaló a la prensa que tomará en consideración los pensamientos de Akihito.
Así, Abe también podría concretar su pretérita aspiración de modificar la Carta Magna de la nación nipona, un deseo expresado desde que asumió el cargo, en diciembre de 2012.
Tenemos que estudiar seriamente qué podemos hacer en respuesta a las preocupaciones del emperador, indicó el premier.
El mensaje televisado de hoy, de 10 minutos, es apenas la segunda aparición de este tipo del emperador después de la emitida en 2011 en respuesta al terremoto y tsunami que azotaron al país, con saldo final de 18 mil 500 muertos y desaparecidos.
El monarca sufrió varios problemas de salud desde que fue tratado de un cáncer de próstata en 2003.
En 2008, tuvo problemas relacionados con el estrés, como una úlcera, en 2011 fue hospitalizado por más de dos semanas por una neumonía y al año siguiente le hicieron un bypass cardíaco.
Por ello, aunque la decisión tomó a los ciudadanos por sorpresa, la mayoría la comprende y la apoya.
Según una reciente encuesta de la agencia Kyodo, el 85,7 por ciento de los japoneses aceptaría una abdicación, frente a un 10,8 por ciento que no optaría por cambios.
Akihito es un emperador popular, de acuerdo con estudiosos.
Desde su subida al Trono de Crisantemo en 1989 tras la muerte de su padre, Hirohito, está muy comprometido con sus súbditos y realiza visitas a las víctimas de las catástrofes naturales, visita asilos de ancianos e instituciones para personas con discapacidad y representa a Japón en viajes al extranjero.
Entre sus tareas representativas está también nombrar al primer ministro, anunciar cambios legislativos y recibir a visitantes oficiales.
Pese a la limitación de poderes de gobierno impuesta por la Constitución, Akihito supo expresar sus opiniones de manera sutil durante los 27 años de un reinado, sobre todo, en nombre del cumplimiento de la paz.
No se identifica con un nacionalismo intolerante, escribe Masayasu Hosaka, autor de una obra sobre Akihito y su padre, que destaca que el actual monarca rechaza el culto al emperador o la glorificación del pueblo japonés.
El verano pasado, expresó sus profundos remordimientos por los actos cometidos por Japón durante el siglo XX, en un momento en que el gobierno de Shinzo Abe reforzaba los poderes de las fuerzas armadas.
A lo largo de su reinado, se esforzó en cerrar las heridas abiertas por la guerra a través de peregrinaciones a los lugares de las atrocidades cometidas por el ejército nipón en Asia, acompañado de su mujer, Michiko.
El legado más precioso que dejarán Akihito y Michiko son sus esfuerzos para poner su prestigio imperial al servicio de los menos privilegiados, estima Kenneth Ruoff, especialista de la universidad de Portland.
Naruhito parece seguir la estela de su padre, ya que en varias ocasiones llamó a una nueva reforma para que la dinastía imperial entre en el siglo XXI, máxime cuando su rigidez le pasó factura sobre todo a su esposa.
Habrá que redefinir los límites de las obligaciones imperiales para adaptarlas a los cambios de nuestro tiempo, declaró hace algunos años el príncipe.
Para el heredero del trono del Crisantemo, Japón no debe minimizar tampoco las atrocidades cometidas por su ejército en el siglo XX y debe mirar con humildad el pasado, para trabajar en beneficio de la paz y la prosperidad en el mundo.
Una vez sea regente, Naruhito debería pues promover una monarquía más abierta y accesible, ampliando, en opinión de especialistas, los esfuerzos de su padre, a quien sustituyó en 2012, cuando la operación cardíaca del emperador.
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