Las elecciones congresuales y municipales del pasado 16 de mayo debieron ser anuladas casi en su totalidad por la Junta Central Electoral con el apoyo de todas las fuerzas políticas, económicas y sociales de la nación, por el cúmulo de irregularidades descubiertas.
Si hubieran sido limpias, el partido de gobierno habría ganado una o dos provincias. No más…
A pesar de la compra de cédulas, incluso a boca de urna, en presencia de todos, a pesar de la compra de candidatos y dirigentes opositores, a pesar de la compra de delegados y de ciertos jueces, a pesar de la presencia del presidente de la República en todas las provincias, maletín en manos; a pesar de convertir a los miembros de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional en activistas fuertemente armados del partido de gobierno, a pesar de aumentar la nómina pública en casi un 24 por ciento en botellas en los últimos dos meses, a pesar de los fraudes detectados en las 32 provincias y los 151 municipios, a pesar de los pesares, si se cuentan los votos, si se permite la revisión de las actas, la Gran Alianza Nacional que encabezan el Partido Reformista Social Cristiano y el Partido Revolucionario Dominicano terminará con cerca de 20 senadores, más de cien diputados, más de cien síndicos y no menos de 600 regidores.
Lógicamente, el gobierno no quiere claridad, no puede permitir conteo de votos otra vez, ni que se cuadren las actas. Quiere que los boletines fluyan, que las cosas se hagan con la velocidad del relámpago. El Comité Político va a la JCE, luego de una reunión a puertas cerradas con el presidente de ese organismo, al que le han ofrecido el cargo nuevamente, proclaman haber ganado 25 senadurías. La proclama se hace en la misma sede del organismo electoral, lo que es una gran falta de respeto a la institucionalidad.
El PLD y el gobierno mienten. Saben que no han ganado en 25 provincias. Pero, con el apoyo de sus bocinas y de una prensa cada vez más complaciente, venden la percepción de que han barrido en las elecciones. Y leemos grandes titulares como éstos: "Leonel es el gran ganador de las elecciones". "Leonel se lo lleva todo". "El PLD barre al PPH". Y mientras la gran prensa, con muy pocas excepciones, cierra los ojos para publicar ni condenar los afanes del gobierno por vulnerar la voluntad popular, ni el crimen que se comete contra la democracia y el Estado de Derecho.
No es la victoria o la derrota de la Gran Alianza que está en juego, es la democracia. El Estado de derecho no puede perecer. El fascismo es anacrónico.
Lo que ocurre hoy no lo vivimos ni siquiera en 1966, tras la revolución de Abril. Jamás un presidente constitucional había llegado tan lejos en su afán de mantenerse. ¿Un presidente de la República convertido en el hombre del maletín? ¡Jamás!
A pesar de tener un solo senador, el PLD retomó el poder. A pesar de tener un solo senador, los 29 senadores del PRD le aprobaron al PLD y al presidente Fernández dos proyectos de presupuestos, dos reformas fiscales, préstamos por casi tres mil millones de dólares. ¿Para qué diablos quiere 30 senadores y 100 diputados por la fuerza, sin importar cuántos millones cueste, cuántos muertos, cuánta sangre sea derramada?
Me pregunto, ¿dónde está monseñor Agripino Núñez Collado que no protesta, que no ha denunciado el fraude, que no se ha indignado ante los muertos, los asaltos de juntas municipales, etc.? ¿Estará de vacaciones? ¿Dónde se han metido los observadores internacionales? ¿Estarán disfrutando de nuestras hermosas playas y nuestras extraordinarias mulatas en bikini? ¿Dónde está la sociedad civil que no protesta ante el avasallamiento brutal del gobierno? ¿Dónde están las organizaciones de derechos humanos?
El PLD no ha ganado las elecciones congresuales y municipales. Las ha perdido. Su debilidad es tal, que ha debido recurrir a la mentira, al abuso, al crimen, incluso. Y si eso es para imponer un senador, un síndico o un regidor, ¿qué no sería capaz de hacer durante las elecciones presidenciales del 2008?
No permitamos que esta cadena de violaciones a los derechos ciudadanos continúe. No lo permitamos, porque si lo hacemos, corremos el riesgo de perder lo que tanto esfuerzo y sacrificio nos ha costado: Un poco de libertad y de justicia