La
tolerancia ha sido uno de los atributos exhibidos por la Asociación de
Cronistas de Arte (Acroarte) desde sus inicios y que la engrandecía entrega
tras entrega de los premios Casandra hoy premios Soberano.
Un artista
se desbocaba contra el premio en un año y eso no era factor para que se le
excluyera de la premiación siguiente si reunía méritos. Sencillamente se
juzgaba su trabajo, sin condiciones, y se le nominaba.
Y eso daba
una dimensión distinta a Acroarte, que se proyectaba más allá de las querellas
y rencillas, si el nominado ganaba y subía a recibir el premio. El gran público
entonces asumía aquello como una rabieta o desahogo propio de artista y ahí
todo quedaba subsanado.
Una de las
razones por la prefiero la tolerancia en vez de la retaliación es por un
elemento que debe ser esencia de periodista en ejercicio, y quienes formamos a
Acroarte lo somos. Es deber nuestro respetar la libre expresión y defender ese
derecho en los demás.
Nunca debe
ser propio de periodistas reprimir la libertad del otro expresarse, y cuando se
excluye a un artista porque que se haya quejado de los actos de Acroarte en la
entrega de su premiación, se recurre, probablemente si darse cuenta que lo
promueven, a medidas coercitivas y de censura previa al derecho que tienen los
demás a expresarse.
Bajo la
regla de la retaliación, había entonces dos maneras de lograr una nominación en
Acroarte, Lo primero guardar silencio, nunca expresar quejas públicas, y luego, realizar el trabajo como artista.
Erigirse en una entidad que premia bajo amenaza no es bueno, no es saludable.
En torno al
caso de Frederick Martínez (El Pacha), a quien aprecio y admiro, reconozco que se
desbocó cuando lanzó improperios contra miembros de Acroarte de la filial de
Santiago, y creo que debiera tener la
valentía de rectificar aquellas afirmaciones fruto de su estilo de campear en
el mundo en que se desenvuelve. Incluso, quienes le apoyan deben hacerle saber
que rectificar es de humano.
Sin embargo,
aun El Pachá no rectificara, apertrechada en la tolerancia exhibida en su
historia, Acroarte bien pudo haberle dado una sana lección al inquieto animador
de televisión, y de paso, ratificarse como una entidad de periodistas que
respeta y defiende el derecho sagrado de la personas a expresarse, aun sus juicios estén dirigidos a desacreditar sus
actos como entidad que premia y reconoce a los artistas dominicanos.