La partida del sacerdote Pedro Ruquoy este jueves hacia Bélgica juntos a dos niños declarados como hijos suyos constituye una victoria para los nacionalistas dominicanos que la emprendieron en su contra por la labor de defensa a los inmigrantes haitianos en República Dominicana. Ruquoy fue sacado del país por la congregación a que pertenece por temor a que se cumplieran las amenazas de muerte en contra del sacerdote belga. De paso, la salida de este habrá de sumarse a la precaria imagen internacional, que segun algunos sectores, tiene República Dominicana en el exterior. SANTO DOMINGO.- Pedro Ruquoy, el sacerdote católico defensor de los derechos de los haitianos en los bateyes de Barahona y Bahoruco, abandonó ayer el país para unas ‘vacaciones' de tres meses, pero probablemente no volverá a su parroquia, por decisión de sus superiores. Ruquoy tomó un avión en el aeropuerto Las Américas, con destino a Madrid, España, al parecer rumbo a Bélgica, después de casi 30 años de misión en República Dominicana, a la que sometió en varias ocasiones ante la Corte Interamericana de los Derechos Humanos. El coordinador de la Pastoral Haitiana en el Suroeste dijo antes de abordar el vuelo 6500, a las 4:30 de la tarde, que dejaba el país por las presiones de los poderosos. El boleto del sacerdote era solo de ida y es posible que no retorne ante sus feligreses. La salida del cura se produjo varios días después de reunirse con sus superiores en Puerto Príncipe. Previo a ser sometido al chequeo rutinario, como viajero ordinario, Ruquoy dijo que abandonaba el país porque su integridad física no estaba garantizada. Y proclamó que las autoridades y sectores poderosos, vinculados a la industria azucarera presionaron hasta lograr su salida. Es probable que su próxima misión sea en un país de Asia o de África, según el abogado Romero Reyes Cuevas, quien lo despidió en la terminal aérea. Indicó que su lucha vertical contra el presunto tráfico de seres humanos era lo que causaba las contradicciones con esos sectores poderosos. Dijo que decidió salir del país, para evitar seguir siendo víctima de los poderosos de la industria azucarera, debido a su lucha vertical contra el tráfico de seres humanos por la frontera del país. Llevaba consigo una cámara fotográfica y una computadora Laptop. Ruquoy, de 52 años, era atacado por unos y defendido por otros, por su defensa -junto a Sonia Pierre- de los haitianos residentes en el país y los hijos de estos, para quienes reclamó insistentemente les fuera otorgada la nacionalidad dominicana. El ministro católico, quien oficiaba sus misas en creole, llegó a República Dominicana en 1975, sin ser ordenado sacerdote, instalándose en la comunidad de Cabeza de Toro, Tamayo. Después de permanecer cuatro años allí viajó a Méjico, donde fue ordenado. A su regreso fue designado párroco de Tamayo. Los últimos 11 años de ejercicio sacerdotal los pasó en Batey 5, pero su feligresía estaba dispersa en una gran parte de las ‘villas miseria', habitadas por haitianos, que pertenecen al ingenio