Bruselas.- La sala de prensa del Parlamento Europeo es el lugar de trabajo de muchos freelance que se encargan de cubrir las informaciones de la Unión Europea (UE). Desde ahí mandan sus artículos españoles, franceses e italianos, pero también freelance de África, Medio Oriente y América Latina, y a últimas fechas bastantes provenientes de los países del Este (que se convertirán en Estados miembro en mayo).
La institución proporciona teléfonos internacionales, líneas Internet, fax, mesas de trabajo y televisores con 76 canales, incluyendo una retransmisión constante de las más importantes ruedas de prensa del día. Rentar una oficina no es en general un buen negocio para quien trabaja por propia cuenta, por lo que dichas prestaciones, gratuitas, representan un alivio para más de un bolsillo.
"Las condiciones de trabajo aquí son buenas. Al final me ahorro al menos unos 500 euros mensuales (casi siete mil pesos) que debería cubrir una empresa", comenta Silvia Martínez, freelance del diario vasco Deia.
Desafortunadamente esta especie de "paraíso freelance" es excepcional, e incluso los europeos que vienen de fuera de Bélgica o colegas de Washington se sorprenden de esas ventajas porque lo común es que cada quien se las arregle como pueda.
La palabra freelance es sinónimo de precariedad, en gran parte porque las leyes laborales a nivel internacional tienden a proteger menos al periodista independiente que al que ha firmado un contrato con una empresa. Sin embargo, esa vieja y antes atípica actividad periodística está creciendo desde hace una década a un ritmo más rápido que el del trabajo permanente, aportando el ejército de profesionales (redactores, reporteros, analistas, diseñadores y fotógrafos) ideal para las nuevas formas de organización, más flexibles, en los medios escritos y electrónicos.
De acuerdo con los datos que ha podido recabar la Federación Internacional de Periodistas (FIP) en media centena de países, en América Latina casi 50% del gremio es freelance y en Europa 25%. La misma fuente estima ese porcentaje, no sin enormes dificultades para lograrlo, en 27% en África y 10% en Estados Unidos, aunque en ambos casos equivale a la mitad de la membresía en los sindicatos de periodistas.
Es por eso que en los últimos años dichas organizaciones han desarrollado su activismo en la defensa de los freelance; los de Europa, con una vida sindical más plena y enclavados en sociedades más solidarias, han tomado la delantera en el debate.
No hay actualmente una representación nacional sin una sección de asesoría para ellos. Dentro de la división europea de la FIP se ha creado el llamado Grupo de Expertos de Derechos Freelance, un equipo de trece especialistas originarios de diez países comunitarios dedicado a plantear soluciones a sus problemas. Hace tres años, la Federación Europea de Periodistas (FEP) promovió el "Sondeo mundial sobre el estatus social y económico de los freelance", el cual presentó a la Organización Internacional del Trabajo con el fin de darle a conocer a ese organismo la problemática.
La asociación Reporteros Sin Fronteras consiguió el año pasado que una gran compañía comercial aceptara asegurar a los corresponsales de guerra freelance, aunque fuera sólo a los de nacionalidad europea, por un mínimo costo de hasta 7.5 euros por día (104 pesos).
Es más, la Asociación de Prensa Internacional (API), que agrupa a unos 1.200 corresponsales en la capital de la UE, ofrece también a sus socios freelance, sin importar la nacionalidad, el servicio de sus abogados en caso de necesitarlos. "Todos los agremiados, sean europeos o mexicanos, tienen los mismos derechos", señala Martine De Joos, la responsable administrativa del colectivo.
Pero las alarmas siguen sonando y bastante fuerte: a la comunidad periodística europea le aterra imaginarse que el trabajo de freelance llegue a estar tan desprotegido como en América Latina y otras regiones menos desarrolladas.
Un útil e interesante informe sobre el tema, recién publicado por la FEP, advierte que "cierto tipo de empleo no regulado y desprotegido, el cual siempre ha sido reconocido en el sector informal, especialmente en el hemisferio sur, está extendiendo su alcance (…) hacia sectores formales de los países desarrollados, incluyendo Europa".
Por ejemplo, entre 1993 y 2002, el número de freelance en Alemania aumentó de 22 mil 714 a 46 mil, es decir que pasó de representar 25% del total de periodistas en el país a 55%. A escala europea equivale a más de una tercera parte (hay 102.000 freelance en 19 países europeos contabilizados). Sin embargo, lejos de incrementarse el salario promedio, éste cayó mil euros (de 15 mil a 14 mil y la cobertura social continúa deficiente).
Los freelance nórdicos se benefician por entero de sus envidiables sistemas sociales, más universales, pero eso no quita que los ingresos a escala europea sean considerados por el reporte de la FEP "insuficientes" y en ocasiones hasta "dramáticamente bajos".
"El hecho básico señala ese documento de veinticinco páginas respaldado por la Comisión Europea, el guardián de las leyes comunitarias, es que la amplia presencia de los freelance convierte en inadecuado el actual marco regulatorio para garantizar la independencia, autonomía, una vida decente y niveles apropiados de protección para los periodistas", afectando negativamente "la calidad informativa de las compañías".
Los expertos europeos Gerd Nies y Roberto Pedersini hacen en el reporte varias recomendaciones para frenar la creciente incertidumbre y los abusos por parte de los medios, sobre todo de los diarios y revistas. Por un lado, advierten que es necesario definir el estatuto legal del freelance: si será distinto al del periodista contratado o no. Nies y Pedersini recomiendan el francés porque a su juicio es el que ofrece a los pigistes (como se les llama en ese país a los freelance dado que son pagados "por pieza") el paquete más amplio de protección: incapacidad por enfermedad, seguro de desempleo y contra accidentes laborales, caja de pensión, indemnización en caso de despido e integración al contrato colectivo de trabajo… casi los mismos derechos que un contratado.
Según la ley francesa, interpretada por el Sindicato Nacional, un freelance puede solicitar una carta de periodista profesional y adquirir los anteriores derechos después de tres meses de entregas consecutivas a uno o varios medios y cuya retribución represente 50% de sus ingresos.
Pero independientemente del estatus, las federaciones gremiales están pidiendo a sus autoridades y mass media las siguientes garantías para los freelance. Primero, acceso básico a la seguridad social y al sistema de pensiones. Segundo, derecho al seguro de desempleo y a las ayudas para cursos de actualización. Tercero, reconocimiento de todos los derechos laborales (desde prima vacacional y pago del treceavo mes, hasta indemnizaciones, seguros de enfermedad y maternidad). Y cuarto, fijar un tabulador mínimo de honorarios, fortalecer los derechos de autor del freelance (a menos que se precise lo contrario, el pago de una colaboración no le cede la propiedad a la empresa) e implantar mecanismos de vigilancia y transparencia.
Por supuesto dichas reivindicaciones requieren una discusión larga y abierta de parte de gobiernos, medios y sindicatos de la UE. Pero al menos los europeos están convencidos que "el futuro del periodismo es freelance", como titularon en 1994 un encuentro continental en Berlín. ¿No es hora de sentarnos a platicarlo también en México, donde la situación es mucho peor que en Europa?
Artículo publicado en Etcétera.Mx