El viaje del Presidente Leonel Fernández a Haití para reunirse con su homólogo interino Boniface Alexandre, fue un error que pudo haberle costado la vida a él y parte de su comitiva, y que debió ser evitado con tan sólo recordar que nuestros vecinos haitianos han involucionado, de la nación que pudieron haber sido alguna vez, a un especie de tribu masificada, según algunos entendidos.
Se estima, además, que si el mandatario dominicano quería tratar "cara a cara", con el jefe del gobierno haitiano, temas de interés para ambos lados, entre ellos el migratorio y el de seguridad fronteriza, pudo haberlo hecho en un escenario neutral, habida cuenta de que los incidentes que hicieron que Fernández interrumpiera su visita, eran previsibles a la luz de la triste realidad haitiana y la campaña que a nivel internacional se desarrolla actualmente en contra de nuestro país por un supuesto maltrato a los ilegales haitianos en territorio dominicano. Esa campaña, que en Haití seguramente alcanza efecto de odio retroalimentado contra los dominicanos, no puede verse separada de la vieja postura haitiana, alimentada, incluso, por sus intelectuales, de que la isla "es una e indivisible", lo que en el pasado provocó tres invasiones a nuestro territorio, la última de la cual, producida en 1822 y encabezada por Jean Pierre Boyer, duró 22 años. Ese odio es evidente y en lugar de diluirse con los años y la presencia de cientos de miles de ilegales haitianos en territorio dominicano, donde llegan sin ningún control para sustituir la mano de obra criolla más brutal y menos remunerada, parece recrudecerse cíclicamente, con episodios como los ocurridos en la Línea Noroeste y Villa Trina, provincia Espaillat, en el pasado reciente, donde dominicanos y haitianos han resultado muertos en enfrentamientos.A diario se originan pleitos y reyertas entre dominicanos y haitianos motivados por los viejos prejuicios y las diferencias culturales. En cuestiones de rechazo alimentado por una suerte de xenofobia, los dominicanos no se quedan atrás y por tradición tratan a los haitianos de forma despectiva, a tal grado, que hubo una época en que para diferenciarse de un haitiano un negro dominicano se definía como blanco de la tierra. De parte y parte hay odio y rechazo también relacionados con la forma de vivir de los haitianos y la tradición mágico-religiosa del vudò y la magia negra, prácticas generalizadas en el país que muchos dominicanos critican y condenan, pero que otros utilizan supuestamente para obtener suerte y vencer a sus enemigos. Algunos observadores señalan, sin embargo, que nada como el conflicto histórico y el problema migratorio entre los pueblos que comparten la isla, ocupan la atención de los haitianos, tanto dentro como fuera de su país, siempre con una inclinación a los resentimientos y los ajustes de cuenta. El viaje de Fernández fue coordinado por el embajador dominicano allí, José Serulle Ramia, un estudioso de la historia y persona conocedora mejor que nadie de lo complicada que discurre la vida entre los haitianos y de los riesgos que correría la comitiva dominicana encabezada por el Presidente dominicano, tan pronto arribara a Haití por el, asediado aeropuerto de Puerto Príncipe, donde sería recibido por el interino presidente haitiano, Boniface Alexander, y el primer ministro, Gerard Latortue.LAS CONSECUENCIASLas consecuencias de esa visita pudieron ser imprevisibles lo que a la postre en caso de cosas peores, habría desencadenado en una guerra entre las dos naciones, cuando no, en una masacre, opinan los más extremistas.Se cuenta que las protestas y los disturbios comenzaron tan pronto los haitianos sintieron la presencia de Fernández y su comitiva, con grupos de revoltosos cada vez más numerosos que rodearon el Palacio Nacional donde estaban reunidos los dos mandatarios, y que amenazaban con asaltarlo. La situación obligó a Fernández a interrumpir su visita sin haber concluido su agenda y se sabe que durante la retirada de la casa de gobierno haitiana, una bala impactó el vehículo que transportaba a la secretaria de Educación, Alejandrina Germán, que fue vista agacharse esta vez en el asiento delantero que escasamente ocupa. Previamente hubo quema de banderas y fotografías del Presidente dominicano y luego comenzaron los tiros, las pedreas y la quema de gomas, incluso en ciudades y barrios de la periferia de la capital haitiana. La situación llegó a un punto que la seguridad del presidente dominicano debió tomar prácticamente el Palacio Nacional de Haití y preparar la escapada de Fernández y su comitiva, ante la evidente ineficacia de la seguridad haitiana apostada en torno a la Casa de Gobierno.Sin embargo, la salida de Palacio Nacional para la comitiva fue tortuosa, porque debieron hacerlo en vehículos y no en helicóptero como se había previsto y recorrer el trayecto desde la sede gubernamental hasta el aeropuerto de la ciudad en medio del asedio de manifestantes. Los informes indican que las imágenes captadas y difundidas no hablan en su real dimensión de lo realmente mostrenco y peligroso que resultó el incidente, lo que obligó a la seguridad del Presidente dominicano a emplearse a fondo para evitar consecuencias mayores fruto de un error de cálculo de los riesgos que significaba esa visita a Haití en los actuales momentos. Desde la huida del presidente Jean Bertrand Arístides, Haitì es un territorio ocupado por fuerzas militares de la ONU, pero al parecer estas no intervinieron durante los incidentes que estropearon la visita de la comitiva presidencial dominicana. Al final, el embajador Serulle Ramia, informó que Fernández abandonó abruptamente Haití por temor a ser asesinado, pero se le olvidó reconocer que debió ser él, el primero en dar la voz de alerta de los peligros que acechan en Haití, para toda presencia dominicana, sobre todo, si se trata de su civilizado Presidente.