Los incidentes que estropearon la visita del Presidente Leonel Fernández a
Haití, parece que han hecho que la nación dominicana y sus autoridades
despierten del aletargado sopor que con sus pesadillas, desvelos y temores
no les permitía apreciar en su justa dimensión el peligro real que
representa la masiva presencia haitiana en territorio dominicano.
Esa presencia cada vez más activa y trashumante, crece y se posiciona sinningún miramiento ni control, y peor aún -opinan los entendidos- con lacomplicidad de muchos dominicanos pudientes, a quienes parece sólo lesinteresa disfrutar del poder y los placeres del presente, sin importar elfuturo de la nación y la suerte de las venideras generaciones.Los observadores estiman que la amenaza, alimentada desde el territorio"nacional" haitiano y por su misma Constitución, existe desde la mismadivisión de la isla refrendada por el Tratado de Ryswick de 1697, y másconcretamente, después de las tres invasiones haitianas que finalmentehicieron que los habitantes de este lado, con Duarte y los Trinitarios a lacabeza, al grito de Dios, Patria y Libertad, se envalentonaran, yproclamaran su Independencia en 1844.Se sabe que con el tratado de Ryswick, España toleró a Francia la ocupaciónde la parte occidental de la isla, dando lugar, de esa manera, a dosnaciones, la parte occidental colonizada por los franceses, y la parteoriental colonizada por los españoles.El dominicano y no el otro lado, ha sido siempre un territorio en disputa,primero entre potencias europeas de los siglos XVII y XVIII, que trassaquearlo en medio de sus guerras de exterminios y su leyenda negra,intentaron soltárselo a los tiburones para que se lo comieran junto a sushabitantes.Fueron esas disputas y ambiciones las que dieron origen a la existencia dedos estados en una isla de apenas 77,000 Kms2 de superficie, en dondeconviven dos pueblos con diferencias evidentes en su conformación históriconacional, raíces culturales, desarrollo económico y evolución política.Invasiones, penetraciónimpenitente y guerras fratricidasLa división teórica de la isla que se produjo con Riswyck, se concretizó en1777 mediante el Tratado de Aranjuez, acuerdo mediante el cual se delimitóla frontera entre las partes oriental y occidental, se firmó entre España yFrancia en Aranjuez que para entonces era una villa de la provincia deMadrid, la hoy capital española.Ese tratado aseguró a Francia su posesión en Santo Domingo y le sirvió deapoyo para apoderarse más tarde de toda la isla mediante el Tratado deBasilea de 1795, que, aunque no se cumplió cabalmente puso a esa nacióncuna de la vieja Europa continental, jurídicamente como única dueña de laisla.Los enfrentamientos bélicos entre las potencias europeas que vinierondespués y que tuvieron como escenario la propia Europa, van a incidirnegativamente en la vida económica de los pueblos del Caribe, y SantoDomingo no fue la excepción.Como todo pueblo sometido, el dominicano no escapó de las vicisitudes que leimpuso el proceso histórico por el que dolorosamente ha tenido queatravesar, incluyendo Basilea, que adjudicó el territorio a Francia sinimportar la realidad étnica, cultural y socio-política de los habitantesdel Santo Domingo español.Contrabando, ataques de piratas, saqueo de corsarios, invasiones, crisiseconómica, dictaduras, golpes de estado, ocupaciones militares extranjeras yguerras fratricidas, se produjeron sin cesar hasta llegar a lo que es hoyRepública Dominicana.Atrás están las invasiones, entre ellas la del gigante Toussaint Louvertureen 1801, a lo que respondió Francia un año más tarde enviando a Leclerc,cuñado de Napoleón, al frente de una poderosa escuadra para reclamar todo elterritorio de la isla.Así, los franceses gobiernan Santo Domingo por un período de seis años hastaque en 1808, en la llamada batalla de Palo Hincado y bajo el mando delgeneral Juan Sánchez Ramírez fueron expulsados por un grupo de dominicanosque en lugar de declarar el territorio libre, lo reincorporan al dominioespañol.En 1822, Tras 12 años de relativa tranquilidad y la llamada IndependenciaEfímera con la que José Núñez de Cáceres intentó incorporar a Santo Domingoa la Gran Colombia, la parte oriental es nuevamente invadida por loshaitianos, y no es hasta 1844, cuando éstos serán definitivamente derrotadospor un grupo de patriotas encabezados por Juan Pablo Duarte, quienesproclaman el Estado independiente de la República Dominicana.Diferencias internas impidieron el desarrollo de las institucionesgubernamentales y una nueva anexión a España (1861-1863), provocó ladenominada Guerra de La Restauración y la vuelta a la República, pero noobstante a ello, los problemas y conflictos con los vecinos haitianoscontinuaron, y en 1874 durante el primer gobierno de Ulises Heureaux(Lilìs), se firmó el Tratado de Paz y Amistad que no funcionó, porque elentonces presidente dominicano que era de origen haitiano, les concedió asus consanguíneos derechos sobre tierras reclamadas por los dominicanos, loque a la postre agravó los límites fronterizos.En 1929, durante el gobierno de Horacio Vásquez, se firmó el Tratado deFijación entre los dos países, con lo que se buscaba poner fin a más de unsiglo de penetración indiscriminada de haitianos al territorio, dondellegaban en grupos, se asentaban y traían su cultura.Sin embargo, a pesar del acuerdo, muchos haitianos permanecieron en laRepública Dominicana trabajando como obreros en los ingenios azucareros,como agricultores o como servidores domésticos, especialmente en el Sur y laLínea Noroeste cerca de la frontera.Esa penetración se hizo cada vez más trashumante y el territorio nuestroocupado por los haitianos vino a ser una especie de extensión de Haití, comolo sigue siendo ahora -opinan observadores- circulando libremente la monedade aquel país, el gour, desde Dajabòn a Mao y desde Banì a Elías Piña,aceptándose además en la Capital, en Santiago y prácticamente en toda laregión del Cibao.En Santo Domingo, capital de la República, y en la provincia Santo Domingo,hay zonas que funcionan como un pequeño Haití, con especie de "quilombos" yzonas de tolerancia, alrededor de todos los edificios y áreas enconstrucción y expansión urbanística.La situación es tal que donde se sienta un haitiano, los demás llegan comolas moscas, generando un panorama insoportable de inseguridad, pleitos,griteríos y falta de higiene entre las familias dominicanas que temen porsu vida, su salud y su cultura.Guardando la distancia de épocas y regimenes, un hecho que invita a meditarsobre la estropeada y desatinada visita del Presidente Fernández a Haití,fue el Convenio Fronterizo entre República Dominicana y el vecino país de1936.Se recuerda que en reciprocidad a la visita que hiciese el dictador RafaelLeonidas Trujillo Molina a su homólogo haitiano en Puerto Príncipe, llega aSanto Domingo, el 26 de febrero de 1935, el Presiente haitiano SténioVincent y al día siguiente firman un acuerdo que pone fin al antiguoconflicto que no funcionó porque tres años después se produjo la matanza enque miles de haitianos fueron asesinados por órdenes trujillistas.Por la zona del Cibao todavía corre la leyenda, de que a los negros, sinimportar su origen y procedencia, los guardias trujillistas los ponían adecir perejil, y al que no pronunciaba bien el término, "le cortaban lalengua y los pies", como hacía el hechicero haitiano Sirì allá en La Cuesta,con los campesinos dominicanos que no se sometían a su obediencia.Lo cierto fue que el agravamiento del conflicto hizo que el 21 de noviembrede 1939, se firmara un convenio de Modus Operandi entre los dos países,mediante el cual se dispuso el cierre de la frontera tanto a dominicanoscomo a haitianos que no poseyeran una carta de identificación, un permiso deadmisión y un certificado policial.Hoy como ayer sigue la amenazaSon acontecimientos como la atropellada visita del Presidente Fernández yla tropelía haitiana en territorio dominicano, las razones que se esgrimenpara pedir un ¡basta ya! de la masificada presencia haitiana en tierradominicana.Pleitos por aquí y pleitos por allá se producen a diario entre dominicanos yhaitianos, como los de Villa Trina, frecuentemente provocados por éstos,que si bien realizan los trabajos más brutales y menos remunerados a los quese niegan los criollos, no les da derecho a irrespetar las leyes dominicanas y su forma de convivencia.Voces solitarias como las del diputado Pelegrìn Castillo, de la FuerzaNacional Progresista (FNP), se han mantenido como la de Fray Antón deMontesino, clamando para que se le ponga coto a este fenómeno, pero ¡queva!, los haitianos siguen entrando, a tal grado, que hay quienes losconsideran una quinta columna para una eventual guerra entre los dospueblos, que muchos estiman tarde o temprano será segura.Hasta Elías Wessin y Wessin, ex-secretario de las Fuerzas Armadas, salió desu retiro para dar la voz de alerta, y recién el pasado miércoles 14 dediciembre, la Suprema Corte de Justicia les bajó los humos al grupo deorganizaciones de la sociedad civil pro haitiana, que pedían por ley (loque en la práctica vienen haciendo) la nacionalización de todos los niñoshaitianos nacidos en República Dominicana.La SCJ rechazó un recurso de inconstitucionalidad de esas entidades contrala Ley Vigente de Migración, y falló además en que no son dominicanos loshijos de extranjeros ilegales nacidos en el país, decisión que ahora losdemandantes anuncian que apelaran a nivel internacional.En las últimas horas han salido voces hasta de los rincones y de la diásporareclamando que se le busque una solución definitiva al fenómenoincontrolable de la migración haitiana, antes de que sea demasiado tarde yno haya forma de evitar una guerra, entre dos naciones.¿Ha despertado la nación de su letargo? ¿Seguiremos con la pesadilla?¿Qué piensan las autoridades dominicanas? Y más aún, ¿cuál es el parecer delos empresarios agrícolas y de la construcción que ven la mano de obrabarata de los haitianos una forma de lograr ventajas y beneficios aún sea acosta de toda la suerte de la patria?¿No sería más saludable recoger a todos los ilegales, disminuir esapresencia repatriando a una parte, establecer nuevos controles fronterizos yregular la contratación de la mano de obra necesaria, que exponernos alpeligro de una confrontación de consecuencias funestas en el futuro?Los observadores que se hacen esas preguntas opinan además, que por encimade los sentimentalismos -que son aceptables a la luz de una condicionadacampaña por los derechos humanos- deben prevalecer los intereses de lanación dominicana y de cada habitante de este país, que se ven cada vez másasediados y expuestos a su disolución por la amenaza de una cultura quecomo la haitiana se resiste a todo sistema social civilizado y prohíja lostremendismos.