La Habana, (PL) En 2005, un año de intensa sequía y potentes huracanes para Cuba, la economía antillana demostró su potencial, al alcanzar un crecimiento sin precedentes el cual se tradujo armonicamente en una mayor calidad de vida. El Producto Interno Bruto (PIB) de la isla creció un 11,8 por ciento, carta de presentación para un período de impresionantes resultados frente a los peligros de la política cada vez más hostil de Washington y los altísimos precios del petróleo.
En el actual desempeño económico de la isla tienen una incidencia directa el incremento de las exportaciones y las excelentes relaciones comerciales con China.
Cuba mantiene con el país asiático varios proyectos inversionistas en la esfera del níquel, el petróleo y el transporte, e importantes fuentes crediticias.
Los acuerdos con Venezuela, como parte de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), han representado también para Cuba un fuerte motor económico, de marcado carácter solidario e integrador.
Este año pudiera identificarse como el de la consolidación del ALBA, proyecto de cooperación económica regional con carácter social, mediante el cual Cuba y Venezuela mantienen un importante intercambio beneficioso para ambos pueblos.
En este balance anual tiene un gran peso el sector de los servicios, con más de 50 por ciento de incidencia del PIB, lo cual constituye todo un mérito para un país que hace apenas medio siglo era casi exclusivamente productor y exportador de azúcar.
Se añaden las perspectivas que brinda el turismo, con la visita de 2,3 millones de personas.
Para la isla aún persisten las tensiones por déficit de recursos materiales y de liquidez financiera, pero nunca comparadas con los años más difíciles de la crisis económica de la década de los 90, llamada Período Especial, el cual comienza a quedar en el pasado.
Asimismo, los cubanos han identificado otra fuente de financiamiento, relacionada con el ahorro y el uso eficiente de los recursos, y los portadores energéticos.
Se trata de una batalla contra el despilfarro y las conductas deshonestas en el manejo de los recursos del estado en la que está involucrada toda la población, en respuesta a un llamado del líder de la Revolución Fidel Castro.
El clima constituyó, sin embargo, un pesado lastre para la economía antillana que entre huracanes y sequía produjo pérdidas millonarias, y obligó al Estado a invertir importantes recursos en su enfrentamiento y medidas recuperativas.
Dentro del modelo económico cubano, libre de los dictados del Fondo Monetario Internacional (FMI), destaca la distancia con el consumismo, así como la manera en que se ha convertido en un mecanismo para elevar el nivel de vida del pueblo trabajador.
Ante todo esto se impone la nueva realidad de los cubanos, con una tasa de desocupación por debajo de dos por ciento, mientras que las políticas laborales, de atención y seguridad sociales registraron en 2005 otro saldo distintivo.
En el año recién concluido más de cinco millones de ciudadanos elevaron sus ingresos, como resultado de los aumentos salariales, jubilaciones y prestaciones de la asistencia social.
Estas medidas no pueden evaluarse solo por la cantidad de personas beneficiadas directamente, pues la mejoría ha repercutido de una u otra forma en los más de 11 millones de habitantes de la nación caribeña.
Los referidos aumentos, que vienen realizándose desde mayo pasado, representan en su conjunto un costo anual de más de cuatro mil 260 millones de pesos, un gasto adicional de 25,8 por ciento en el monto de la actividad presupuestada del Estado.
Además se ponen a prueba iniciativas para el desarrollo del sistema electroenergético, basadas en el ahorro y la eficiencia, un nuevo concepto que puede ser ejemplo para un mundo cada vez más carente de fuentes de energías no renovables.
Recientemente el ministro de Economía de la isla, José Luis Rodríguez, indicó que el nuevo rumbo de la economía nacional está dirigido a atender problemas estratégicos del desarrollo y a la elevación de la calidad de vida de la población.
Una línea de trabajo que se explica por sí sola y que le aporta al sorprendente modelo cubano los elementos esenciales para lograr esa armonía alcanzada entre crecimiento y calidad de vida.