Desde años he llevado el orgullo de ser mocano. No ejerzo mucho esa condición, pero siempre he creído que ciertas actitudes mías responden a mi origen regional. Eso de que el mocano es “guapo”, -quieren decir valiente-, siempre me ha llamado la atención, aunque no sea yo un buen ejemplo de los compueblanos que poseen esas cualidades.
Pero en cualquier discusión, la mejor y única arma de que dispongo es decir que soy mocano, para meter miedo.
Insisto, no soy un mocano como Atañán Pérez Méndez, Bruno Rosario Candelier, José Rafael Lantigua, Carlos Amarante Baret, José Rafael Vargas, Tony Raful, Luís Ovalle y otros ilustres. Pero nací allá, en un campito llamado Moquita, en la orilla de un río, y puedo privar en que lo soy.
Es más, lo soy tanto que cuando necesito un acta de nacimiento debo viajar a Moca de pasadía para obtenerla. Eso es prueba de que soy de allí. Aunque hay quienes nacieron en el pueblo que creen que los nacidos en el campo no somos Mocanos, sino de Moca.
Siendo niño me codee con Mario Cáceres y Tunti Cáceres en una finca que tenían o tienen en Puesto Grande. Allí, recuerdo yo espantaba a las gallinas para que no se comieran la pangola, una hierba para alimentar las vacas, y por ello Mario Cáceres me pagaba.
Los Tejada están regados en toda Moca, y ni decir los Gutiérrez y los Gómez. Es gente de allí. Y yo soy de esa “raza” de valientes mocanos, para que no se equivoquen, aunque la capital me haya transformado en otro ciudadano, que al decir de mucho lo que parezco es un “sureño”
Las epopeyas de los mocanos en beneficio de esta nación han sido motivos para que en momentos difíciles recuerde mi origen regional. Insisto, no soy de la estirpe de la ciudad, porque nací en un campito.
Eso de que allí fue que asesinaron al dictador Ulises Hereaux, (Lilís) y de que entre los que mataron al Tirano Trujillo estaba otro grupo de mocanos, incluyendo alguien que conocí y me cargó cuando niño, Tunti, (asesinado luego por los remanentes de la Dictadura), lo he cargado como una medalla de condecoración en mi conciencia.
Sé de la gente humilde, sencilla y laboriosa de los que habitan Moca, de su dedicación a la producción, en especial a la agropecuaria.
Lo sé por que lo viví en los campos de allí, aunque admito que desde que supe que había capital, me plantee venir a ella. No vine, me trajeron mis padres cuando yo tenía doce años, porque ellos se dieron cuenta a tiempo que para los pobres en la zona rural no había vida.
La cuestión es que con la “suapeada” que acaba de darle a Moca y a los mocanos el subsecretario de Obras Públicas, Mayobanex Escoto, que redujo a la mínima potencia el orgullo de esa heroica ciudad, hasta yo que siempre he sido un mocano ausente me siento ofendido.
Porque ahora, cuando trate de sacar ese sable de mi origen pueblerino, que ha sido como un escudo en cada batalla que he librado, podría tener problema, porque en el combate alegarían mis adversarios que como mocano no soy más que otro aprovechado, que exijo mucho y doy poco, porque soy de esa banda de “jinchaito” a quienes si nos llevan a Moca el Palacio Nacional entonces vamos exigir la Casa Blanca.
Le prometo a los mocanos de pura cepa, a los que con fanatismos y orgullo enarbolan ser de esa comarca, que seguiré defendiendo a Moca, ahora con más fe, sin resentimientos ni nada parecido, porque como gente de allí tengo la capacidad de entender que en la filosofía del tercermundismo la torpeza tiene derecho a vestirse de de funcionario.