Washington — Durante gran parte de este último siglo, los estadounidenses han asociado el año nuevo con los festejos que tienen lugar en el Times Square de Nueva York, en el centro de la ciudad más grande, más diversa y posiblemente más pujante del país.
Millones de telespectadores verán una multitud de felices festejadores que asciende a cientos de miles de personas. Los neoyorquinos allí presentes provienen de una ciudad cuya irrefrenable energía, ambición y empuje se ve renovada constantemente por inmigrantes que provienen de todos los rincones del mundo. Esos festejadores y su "ciudad que nunca duerme" representan el triunfo del valor, determinación y perseverancia individuales y — algo particularmente acertado conforme se aproxima el nuevo año — la posibilidad de iniciar un nuevo comienzo.
Desde sus primeros días como asentamiento holandés situado en la punta austral de la isla de Manhattan, la comunidad que se convirtió en lo que hoy es Nueva York era relativamente abierta y cosmopolita. En la década de 1640, cuando la población de "Nueva Amsterdam" apenas alcanzaba 1.000 personas, se hablaban ya cerca de 15 idiomas. Entre los primeros neoyorquinos figuraban recién llegados de Alemania, Suiza, Moravia, Francia, Portugal, Gran Bretaña y Holanda. Ni siquiera las exigencias religiosas, tan prevalecientes en ese entonces en gran parte de Europa, resultaron ser un obstáculo. En 1655, la compañía Dutch West India Company rechazó, por considerarlo "irracional e injusto", el pedido del gobernador Peter Stuyvesant de prohibir el ingreso a la colonia de un grupo de judíos que habían sido expulsados de Brasil.
La apertura cosmopolita brotó de forma natural en una ciudad que prefería el comercio a la clase social. Al igual que hoy, la oportunidad atrajo a los inmigrantes que, deseosos de prosperar, estaban dispuestos a trabajar duro, a asumir riesgos y a innovar. Su éxito permitió que la ciudad creciera y floreciera, e inspiró a otros –que con frecuencia provenían de lugares muy diferentes– a probar su suerte en Nueva York.
En 1860, casi la mitad de la población de la ciudad había nacido en el extranjero. Los estadounidenses nacidos en Irlanda conformaban el colectivo inmigrante más grande en esa época, seguidos de estadounidenses nacidos en Alemania. Entre los años 1880 y 1919, casi 23 millones de europeos, muchos de ellos del sur y el este de Europa, emigraron a Estados Unidos. Al menos 17 millones ingresaron a Estados Unidos a través de Nueva York y muchos se quedaron y le dieron a la ciudad un sabor ruso, polaco, italiano y judío. El término "melting pot" (crisol de razas) surge en esta época y se refiere a vecindarios como el Lower East Side de Manhattan y el East Village, donde se asentaron muchos de los emigrantes que conformaron esta oleada.
Aquellos que llegaron más recientemente han enriquecido la diversidad étnica y racial de Nueva York, al punto que los neoyorquinos pueden trazar sus orígenes en más de 180 naciones. La "gran emigración" de afroestadounidenses hacia el norte, luego de 1910, trajo a muchos a Nueva York, y los inmigrantes de Asia y América Latina siguen impulsando ahora el crecimiento de la ciudad. En el censo de 2000 casi 36 por ciento de los neoyorquinos había nacido en el extranjero y una sólida mayoría era inmigrante o hijo de inmigrante. Según el censo, los principales países de origen de los neoyorquinos nacidos en el extranjero eran la República Dominicana, China, Jamaica, Guyana, México y Ecuador.
En el año 2000 la población total de la ciudad superó los ocho millones, de los cuales 30 por ciento reivindican su origen hispano, más de 26 por ciento son afroestadounidenses y casi 10 por ciento tienen ascendencia asiática. En la actualidad, casi una tercera parte de la población negra de la zona metropolitana de Nueva York es de origen caribeño. Las etnias más grandes en Nueva York son: puertorriqueña (9,8 por ciento), italiana (8,7 por ciento), irlandesa (5,3 por ciento), dominicana (5,1 por ciento) y china (4,5 por ciento).
Diversidad cultural y comercio
Muchos de los 800 barrios de la ciudad conservan un sabor étnico definitivo. La pequeña Italia y el barrio chino, ambos lugares preferidos de los turistas, surgieron en el siglo XIX, mientras que Harlem se convirtió en el dinámico centro de la vida afroestadounidense a partir de 1910. Otros colectivos han establecido enclaves similares.
En las escuelas públicas de Nueva York se hablan hoy más de 120 idiomas.
Nueva York sigue siendo una ciudad centrada en el comercio, aunque la naturaleza de su comercio ha cambiado. Originalmente centro portuario y fabril, Nueva York depende cada vez más de su industria financiera y de campos creativos como el periodismo, la publicidad y la industria editorial. Su "Avenida de la Moda" y el "Distrito de los Diamantes" siguen siendo centros de sus respectivas industrias.
Nueva York es uno de los principales centros culturales de Estados Unidos; sede de importantes museos, teatros para las artes escénicas y galerías de arte. Sus teatros de Broadway, muchos de los cuales están a pocos pasos de Times Square, constituyen el meollo del teatro profesional estadounidense.
Nueva York siempre ha figurado entre las ciudades más pujantes y más orientadas hacia el futuro y, por ende, un buen lugar para que su mosaico de pueblos celebre el Año Nuevo. Como dijo el escritor y crítico Brendan Gill: "En Nueva York uno siente la energía brotar de las aceras; uno sabe que está en medio de algo tremendo y que si ese algo tremendo todavía no ha ocurrido, está a punto de ocurrir".
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