Un medio de comunicación, de los más importantes del país, cometió recientemente un agravio incalificable contra toda la colectividad. Se atrevió a publicar, en su página de portada, y sin confirmarlo previamente, la supuesta puesta en circulación de miles de billetes de RD$2 mil falsos. Y era incierto. Esa información causó, y sigue causando, serios trastornos a los dominicanos en los centros comerciales a realizar sus compras. Los inconvenientes mayores lo sufrimos los consumidores en los días navideños, ocasión en que aumentó -como ya es tradición- el flujo de público en esos establecimientos.
El autor de esta columna, lo mismo que otros en igual escenario, enfrentó en vísperas de Año Nuevo el peor de los contratiempos. Y todo eso a consecuencia de malsana información que, insisto, es un agravio difícil de explicar.
En una estación de combustibles, en la ciudad de Baní, uno de los llamados bomberos se resistió a abastecer el vehículo del autor de esta columna e igual penuria enfrentaron otros. El autor de esta columna no tenía efectivo menor de RD$2 mil, es decir que corría el riesgo de no esperar el 2006 junto a sus hijos.
El empleado de la estación, cumpliendo instrucciones de su patrón, estaba renuente a recibir tanto mi billete como el de otros clientes. "Ese dinero es falso. No lo puedo recibir ese dinero. El dueño de la bomba no está aquí", comunicaba el bombero, sin forma de entrar en razón.
Se le explicaba que esa versión era falsa, pero el hombre -y era entendible su posición- se resistía a aceptar el dinero. Y se atrevió a decir que "ese dinero solo lo reciben el banco", lo que implica que no es verdad que el dinero era falso.
Días antes, a consecuencia de la malsana información, funcionarios del Banco Central acudieron a los medios electrónicos para hacer las aclaraciones de rigor, pero sus explicaciones no fueron, al parecer, lo suficientemente convincentes, para que los comerciantes entendieran que no era verdad la versión de los alegados billetes falsos.
Las explicaciones ofrecidas por los funcionarios fueron de carácter técnico, mostrando dos billetes con numeraciones distintas, pero ambos con fuerza liberatoria para el pago de todas las obligaciones públicas o privadas. Y el problema sigue, con la diferencia de que el asunto abarca el territorio nacional.
La falsa información sobre los presuntos billetes falsos alcanzó un nivel mayor cuando la Policía, a través de su Departamento de Investigación de Falsificaciones, certificó que en verdad estaba circulando dinero falso de la precedentemente citada denominación. Es decir que un rumor fue acogido como bueno y válido por la autoridad.
Insisto en que se trató de un agravio a la colectividad nacional que 15 días después de haber sido cometido las autores no se han retractado y el Banco Central no ha hecho las publicaciones pertinentes en los medios escritos para mostrarle al público que se trató una infundada noticia.
Es tiempo de que la Autoridad Monetaria y Financiera se pronuncie, porque muy diligente es ella cuando se trata de enajenar el patrimonio público, vendiendo playas y otras propiedades inmobiliarias que en el futuro deben ser ratificadas por el Congreso Nacional