Miami.-Mientras los medios de prensa de Estados Unidos continúan su obsesión con la Guerra en Irak y la posibilidad que una agencia de seguridad nacional esté espiando en el país, la Cámara de Representantes aprobó un proyecto de ley que convertiría en criminales a 11 millones de indocumentados Pocos levantaron la voz para protestar.
Si el Senado norteamericano hace algo similar el año entrante, este país pudiera tener millones de nuevos criminales en un abrir y cerrar de ojos. Ahora los indocumentados son culpables de violar leyes de inmigración, que no es lo mismo que declararlos culpable de un delito criminal.
El proyecto de ley fue presentado por los congresistas Republicanos James Sensenbrenner de Wisconsin, y Peter King, de Nueva York. Ellos proponen construir un muro de casi mil kilómetros en la frontera con México, arrestar y deportar a los que están sin papeles en el país e imponer sanciones fuertes a los que les den empleo.
Lo que proponen es una locura. Pocas cosas pueden ocasionarle más daño a la economía norteamericana ni más perjudicial a los intereses geopolíticos de este país, en particular en la América Latina.
El proyecto de ley fue aprobado sin que la Casa Blanca levantara su voz. Líderes Demócratas en el Congreso les guiñaron el ojo a representantes con distritos difíciles y le sugirieron que votaran por la ley. De los hispanos, sólo el Congresista Demócrata, John Salazar de Colorado, voto a favor.
Todo ocurrió sin mucha discusión a nivel nacional. La gran mayoría de los norteamericanos creen que la frontera con México no es tan segura como debía de ser para poder impedir un nuevo ataque terrorista. Dicho eso, no hay más nada que discutir. En el país nadie ha preguntado lo que costaría construir las cárceles para acomodar a 11 millones de nuevos criminales. Nadie quiere saber el descalabro que ocasionaría a la economía si llevaran a cabo lo propuesto. Los que quieren la ley no requieren más información. Ellos estaban convencidos aún antes de comenzado el debate.
Y por supuesto, nadie ha considerado el daño que dicha ley ocasionaría a gobernantes amigos de este país y el peligro que esto conllevaría a nuestra seguridad nacional.
Hagamos una pausa para pensar en México donde hoy gobierna Vicente Fox, uno de los presidentes más amigos de Estados Unidos en muchísimas décadas. Lo que pensaban los mexicanos de Estados Unidos en el pasado no tenía mucha importancia. Pero ahora con una Venezuela rica en petróleo al frente de un grupo de países que ve a Estados Unidos como a un enemigo, lo que piensa México tiene mayor peso. Hay que recordar que México y Venezuela son los dos principales proveedores de petróleo de Estados Unidos en América Latina.
Ya Estados Unidos tiene bastantes enemigos. Cuba ha sido un buen dolor de cabeza por casi 50 años. Ahora las cosas son peores con Hugo Chávez gobernando el petróleo que tiene Venezuela. El es amigo de los enemigos de Estados Unidos en el mundo árabe y mentor de una nueva ola de gobiernos populistas en el continente. Evo Morales ganó las elecciones en Bolivia y también tiene en sus manos ricos yacimientos energéticos. Argentina, Brasil y Uruguay están en la cerca, pero cada día se alejan más de Estados Unidos. Perú puede ser el próximo país en elegir a un clon de Morales
Ahora regresemos a México. El verano entrante los mexicanos irán a las urnas para elegir a un nuevo presidente. Hoy las encuestas tienen al ex alcalde del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador al frente de la contienda. El comparte la ideología de Chávez y Castro y así lo ha proclamado. Su más cercano rival es Felipe Calderón, el candidato del partido de gobierno.
El Senado de Estados Unidos debe pensar en esto cuando considere su versión de la ley de inmigración. Ellos deben considerar las repercusiones de lo que hacen y el daño que dicha ley le puede ocasionar a la seguridad nacional norteamericana.
Hay que preguntar: ¿Qué es mejor para este país, México en manos de un presidente amigo o de un político populista que se proclama amigo de nuestros enemigos? ¿Qué prefieren los norteamericanos, una frontera por donde pasan indocumentados de un país cuyo gobierno con fallas y todo trabaja con las agencias de seguridad norteamericana para asegurarse que los que cruzan la frontera no son enemigos de Estados Unidos?
Ya los mexicanos están indignados – y con razón – por el voto de la Cámara de Representantes. Si el Senado aprueba algo similar, las posibilidades de que López Obrador gane las elecciones van a aumentar. Después de todo, ¿quiénes van a querer votar por un candidato que es amigo de un país cuyo gobierno quiere arrestar y deportar a nueve millones de sus ciudadanos?
Lo único que vamos a lograr es colocar otra fuente energética en manos de los amigos de nuestros enemigos del Oriente Medio. Y, por supuesto, reduciríamos aún más el número de amigos que nos queda en el mundo.