El licenciado Hatuey De Camps, para sorpresa de la opinión pública, ha marcado la diferencia en las negociaciones con el Gobierno para la conformación del frente para el progreso que convocó el presidente Leonel Fernández. Su discurso antiperredeísta y las coincidencias con la política oficial situaban al presidente del Partido Revolucionario Social Demócrata (PRSD) como un virtual aliado del Gobierno para las próximas elecciones.
Pero sólo tuvieron que sentarse para que afloraran las disensiones, porque el presidente del PRSD, a diferencia de otros grupos que hacen coro al Gobierno, no se envilece ni subestima. Claro que entre esas fuerzas incondicionales de ninguna manera figura el doctor Marino Vinicio Castillo, a quien es digno reconocer incidencia mediática, ni el doctor Max Puig.
Al margen de los argumentos que enarbole, el Gobierno perdió una magnífica oportunidad de reforzar su presencia política al no llegar a un acuerdo con Hatuey, la figura más cotizada después de los tres grandes partidos políticos. Y ni siquiera le luce invocar la oposición de los aliados, que salvo excepciones, la incidencia del resto está condicionada al erario.
Si el Gobierno ha perdido, Hatuey ha ganado. No sólo al negociar con dignidad, sino porque queda en una posición intermedia que le permitirá captar la estampida de disgustados de todos los partidos, como de hecho se ha evidenciado con la llegada procedente del peledeísmo del empresario Santiago Batista, en Bonao, amén de exhibir una clara determinación de trillar su propio sendero en la construcción de un partido con luz propia.
Desde el instante que se sentó a conversar con las máximas instancias del peledeísmo, encabezadas por el doctor Leonel Fernández, y no a recibir órdenes, el presidente del PRSD marcó la diferencia. Aunque unos aliados del poder salieron a hacer el bulto, fueron las condiciones planteadas por el presidente del PRSD las que determinaron el fracaso de las negociaciones.
Se han citado las candidaturas de La Vega y Samaná como causas del fracaso. Pero la verdad es que, en lo que incluso puede servir como referente a perredeístas y reformistas para desatar nudos en algunas demarcaciones, De Camps condicionó desde un principio estructurar las boletas con los candidatos que resultaren del escrutinio popular. Porque no estaba dispuesto a sacrificar sólo por un mero acuerdo a candidatos de tantas cualidades, para citar un caso, como el doctor Eduardo Jorge Prats a la senaduría del Distrito Nacional.
La fórmula de Hatuey puede erigirse como opción contra el sacrificio puro y simple de candidatos en virtud de las alianzas. El PRD y el PRSC deben ser los primeros en aplicarla para superar las diferencias con senadurías y sindicaturas de Salcedo, Elías Piña, Pedernales, Puerto Plata, San Pedro de Macorís y otras demarcaciones.
Hatuey ha puesto la clave. Sólo está en que los otros partidos, al menos lo que discuten de igual a igual, puedan aprovecharla.