Santo Domingo.-Con frecuencia ocurre cada cierto tiempo en Repùblica Dominicana. Es la crónica de un escándalo previsto o una tragedia anunciada. Fue el caso de la tragedia de la cárcel de Higuey y de la violación de los niños del
Albergue Francisco Javier en San Rafael de Yuma de esa misma provincia La Altagracia, de la zona este dominicana.
Con lo de Ernesto Quirino Castillo, su cargamento de droga y su grupo hoy juzgados en tribunales de los Estados Unidos, lo que hubo en el país fue un destape a la ciciliana.
Y destapes trágicos, cargados de luto y de dolor, son los náufragos que se suceden con frecuencia en alta mar, donde los tiburones, los traficantes y los guardias costeros, se disputan las víctimas humanas.
Ahora, con el nuevo año, ocurre con la tragedia de los haitianos cargados como sardinas en un furgón de mala muerte, desde la frontera noroestana.
¿Cuál será la próxima tragedia o el próximo escándalo?
¿Será otro cargamento de droga u otra matanza de haitianos?
O mejor sea dicho, ¿cuántos cargamentos de drogas entran por aire, mar y tierra al territorio dominicano? ¿Cuántos son descubiertos y cuántos logran entrar y salir del territorio fruto de de la no detección, la omisión o la complicidad de autoridades o malos dominicanos?
¿Cuántos grupos de haitianos, como los que resultaron asfixiados en la furgoneta, entran por los puestos de guardias en la fronteras con tanto poder dahomeyano que nadie los ve, y si los ve, la impotencia producida por la magia negra, le impide detenerlos?
¿Cuántos niños y niñas sufren de violación en el país, víctimas de parientes y amigos, y de gente con hábitos de ovejas y de religiosos dizque para cuidarlos, educarlos y evangelizarlos?
¿Cuántos Emeregildos Díaz andan por esas calles de Dios y dirigiendo centros para adolescentes desprotegidos, amparados en el tráfico de influencia y haciendo riquezas personales a costas del diezmo, el erario público y donaciones internacionales?
El narcotráfico, la trata de seres humanos y la violación, maltrato y explotación de menores, por la frecuencia con que ocurren, parecen ser delitos comunes y ambulantes en República Dominicana, pese a la existencia de leyes que como las Nos. 50-88, 36-03 y 27-03, persiguen esas prácticas consideradas crímenes de lesa humanidad.
Por el caso de los haitianos muertos, el jefe de las Fuerzas Armadas, Sigfredo Pared Pérez, acaba de anunciar la detención de toda la dotación militar de Dajabòn, ¡ Eso está muy bien!
El procurador general de la República, Francisco Domínguez Brito, delegó a uno de sus procuradores adjuntos, para que se encargue de la investigación y levante cargos contra los responsables de la tragedia. ¡Correcto!
Pero la población se pregunta, ¿hasta cuándo las autoridades dominicanas van a seguir actuando como el que le pone candados a las puertas de su casa después que le roban?
Ocurrió por ejemplo, con la entrada en vigencia de la nueva Reforma Fiscal, cuya explosión en el mercado por la ola especulativa y los efectos inflacionarios, desembocó en protestas y exasperación en una población consumidora víctima de las mil caras del engaño y de la desprotección oficial.
No se puede olvidar, que el desempleo, la carestía y la inflación, que en estos días, fruto de la carrera alcista, campean en el país, incrementan la pobreza y el hambre de los dominicanos, fenómeno que a la vez se traduce en la peor tragedia.
Con la puesta en vigor de los nuevos gravámenes, las autoridades, sobre todo las de los organismos recaudadores, al parecer, obnubiladas por la voracidad fiscal y la vanagloria de los superàvits, no tomaron ninguna medida precautoria, desatándose en el comercio dominicano, la de Belén y los pastores.
El colmo fue, que al final, después de lavarse las manos como Pilatos, esas mismas autoridades terminaron culpando a los periodistas y a “la bendita prensa” de las olas especulativas.
Ya lo dice el aforismo, no hay peor ciego que el que no quiere ver, de la misma manera que el que escupe para arriba, le cae su saliva fecal en la boca.
Al que le ajuste el traje que se lo ponga.
Mientras tanto, volvemos con la pregunta obligada: ¿Cuándo se producirán el próximo escándalo o la nueva tragedia en la República Dominicana?