Santo Domingo.- Siempre habrá funcionarios buenos y funcionarios malos en todos los gobiernos. Lo mismo que funcionarios simpáticos y funcionarios odiosos.
Pero no siempre los funcionarios de mayor presencia y posicionamiento en los medios de opinión pública y la población, son los más eficientes, en resumen, los más buenos.
Por tradición, en el país hay gente, líderes políticos, funcionarios, empresarios, dirigentes de Ongs, entre otros, que suenan mas en los medios de comunicación que lo que hacen desde las instituciones que dirigen, y por ello, en una sociedad de tantos trucos, de tantas confusiones, la gente se hace una percepción equivocada o exagerada de ellos.
Los hay, por el otro lado, que además de su éxito, realizan obras de bien social que pasan desapercibidas porque no andan haciéndoles propaganda. A éstos les cabe el proverbio: "Haz bien y no digas a quien que los humildes serán los escogidos.
Lo mismo ocurre con los funcionarios del gobierno, entre los cuales los hay muy eficientes, y serios, y sin embargo, hay quienes desprecian sus figuras, y por añadidura, su trabajo.
Por ejemplo, dos funcionarios sumamente eficientes que tiene el actual gobierno y que son santos de pocas devociones, vale decir "non santos". son Franklin Almeida Rancier y Euclides Gutiérrez Félix, los dos viejos dirigentes del PLD que mejor han defendido el pensamiento de su fallecido líder Juan Bosch. El primero, es el Secretario de Interior y Policía, y el segundo, el Superintendente de Seguro.
De una institución que en el pasado fue un botín político y por además con poco crédito público, la Superintendencia de Seguro, es hoy un organismo saneado, gracias a la buena gerencia y la moral añadida del llamado "sangrù" de los políticos dominicanos.
¿Quién que no porte una lengua fecal, puede cuestionar la moral y la eficiencia como funcionario público de Euclides Gutiérrez Félix? Y si lo vamos a juzgar por su pasado supuestamente trujillista, en cuyo régimen habría sido el diputado de menor edad, entonces se deberá medir con la misma vara a otras prestantes figuras del patio, algunas ya fallecidas, que hasta obras le dedicaron al sátrapa.
A Euclides hay que conocerlo para entenderlo y sobre su vida, trayectoria y moral pública y privada, "el que no investiga no tiene derecho a la palabra".
Lo mismo ocurre con Franklin Almeida Rancier.
Franklin siempre ha sido así. Honesto, apasionado y frontal. "Elocuaz" y contradictor. De él he escuchado decir cosas terribles. He visto sus apellidos (no su honor), en especial el primero, rodar por el suelo, asociado al concepto vulgar que se tiene de la materia que se deposita en una letrina, en una campaña soterrada de cobardes enemigos que sólo saben actuar como nomos , sin dar la cara, en perjuicio de reputaciones ajenas.
Lo acusan de inquisidor pero no de corrupto, de odioso pero no de asesino. Se le ataca tanto fuera como dentro de su partido, pero es buen compañero, buen padre, buen esposo y buen amigo.
Lo interesante es que Franklin no le para a nada, ni siquiera al fango que le lanzan en el camino. Tampoco a todo lo que se dice de su labor en la Secretaría de Interior, donde todos los días llega temprano en la mañana repartiendo besos como lo hacen los artistas y los papis queridos que con ternura y cariño se dan a respetar.
A pesar de las motoras carìsimas que mandó a Capotillo, para perseguir por callejones a los bandidos, su gestión ha sido buena, mil veces mejor que la anterior.
Ni la partida de Daniel Cruz y Mildred Charlot, los dos buenos amigos que lo acompañaban, puede ser óbice para reconocer que con Franklin, el llamado ministerio del interior ha recuperado su esencia, si fue que alguna vez la tuvo.
Se sabe que durante años, esa cartera ha sido la responsable de muchas de las diabluras políticas que han tenido lugar en nuestro territorio. Legalizar armas de fuego en manos de capos y gente irresponsable, muchas de las cuales terminan costando la vida de personas inocentes e indefensas, ha sido una de las barbaridades de ese organismo.
A algunos gobernadores, los cuales dependen de ese ministerio, se les acusa hasta de "mojones de potricos" y de gozar de patentes de corzos para… hasta "desviar los cauces de los ríos" cuando los intereses políticos en el poder así lo determinan.
Las acusaciones contra Franklin, sin embargo, andan por otros derroteros. Se le ha venido acusando, verbigracia, de llevarse mal con todos los jefes la Policía, a los cuales supuestamente abochorna en privado y en público. Lo último que oí decir (cosa que es mentira) fue que mandó a desarmar a todas las personas serias, menos a los delincuentes que asaltan por calles, caminos y carreteras.
A drede, Obvian u olvidan esos criticones, que de la institución que dirige Franklin, depende en gran medida el Programa de Seguridad Democrática del gobierno, que implementa el plan "barrios seguros", que tan buenos resultados viene dando. El que lo quiera comprobar que visite al sector de Capotillo.
Todo lo malo parece que a Franklin se le pega, menos lo bueno, de lo cual, es él, en la actual administración del Presidente Fernández Reyna, uno de sus padrinos.
Está el caso también del recién pasado feriado navideño, el menos violento y trágico de los últimos años, cuyos mayores lauros, a mucha honra, se los llevó la actual jefatura de la Policía. Y para Franklin que es el jefe superior jerárquico, parece que le tocaron los huesos. Pero Franklin sigue adelante, trabajando con pasión, con honradez y férrea voluntad de servicio, llegando temprano a su oficina y con frecuencia, sirviendo de escudero a su servicio, llegando temprano a su oficina y con frecuencia, sirviendo de escudero a su gobierno y amortiguando todos sus "malos designios".
Lo cierto es, que Franklin demuestra tener capacidad para muchas cosas, para haber sido uno de los mejores rectores de la UASD, para trabajar sin descanso para el país y para su partido, y también, para promover y ganarse enemigos. Menos para hacer fortuna y comprar cariño.
Y es que a Franklin Almeida Rancier, el calumniado, el boschista empedernido, el cerebro gris de los gobiernos del PLD, nada lo hace desviarse del camino ni dejar de ser lo que hoy como ayer ha sido.
Como a Euclides, a Franklin también hay que tratarlo para aquilatarlo. Se trata de un hombre medularmente bueno, servicial y correcto, cuyo mayor defecto es no saber diferenciar, quizás por asunto de su odisea pasional, entre el ingrato y el bien agradecido, entre el adversario y el amigo.
Sin embargo, -y lo digo también con sobrado sentido- a Franklin, por descuido, en materia política nadie le mata el gallo en la funda ni le mete de camuflaje un gato baisino.
Salvo con esposa e hijos, él pueda que se distraiga en cuestiones de tipos afectivos. Que se le quiera o no se le quiera, a Franklin le importa un comino, pero eso sí, cuando se trata de asunto de la patria o tema de su partido, por orgullo y por honor, siempre anda con la indumentaria de pelear, dispuesto a dar la batalla en cualquier escenario que escojan sus enemigos.
Claro está, que Franklin lo hace como lo hacía Napoleón que ponía detrás del trono su amor y sus sentidos. No sé Euclides que es un polemista profesional y parece ser un buen consorte de su mujer, pero de Franklin sí, Franklin se pelea donde sea con cualquiera, poniendo siempre alma, vida y corazón donde los pueda vigilar y compartir su Josefina Pérez Gaviño.
¡ A Euclides, por Dios, que publique su próxima obra, y a Franklin déjenlo trabajar tranquilo!