La democracia no es el peor de los sistemas, pero tampoco es el mejor de todos. La incapacidad de este sistema para lograr éxitos satisfactorios en el combate a la pobreza, principal amenaza para la gobernabilidad, permite que se cuestione su efectividad. La mayor parte de las convulsiones sociales en América Latina son resultados de esta debilidad, aunque persisten otras causas que lesionan la estabilidad social.
La creencia es cada vez más extendida en distintos sectores y obliga a una reevaluación. En sentido general la gente quiere se mejoren sus condiciones de vida. También ama la libertad. Hacer la pregunta crearía un dilema difícil. Los regímenes de línea dura tienen dificultades en este último aspecto, pero regularmente son más exitosos en el primero.
Las grandes decisiones requieren se analizadas, pero normalmente la gente pocas veces comprenden su alcance. Por eso hay que imponerla. Los “tigres” de Asia son el mejor ejemplo. En los países en vía de desarrollo parece una constante: mejor desempeño económico equivale a menos democracia. Chile es caso entre otros muchos. El presidente Leonel Fernández lo reconoce, pero entiende que el desafío que tenemos en República Dominicana.
Los informes recientes no son halagueños, pero a pesar prefiere ser optimista. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), indicó que el número de pobres aumentó en el 2004 a 1.2 millones en el país. En tanto, la FAO dice que el 25 por ciento de la población mundial es víctima de deficiencia nutricional. No somos los únicos pero no es para hacernos sentir orgullosos. Los hechos relacionados con el terrorismo y la criminalidad generan un estado de inseguridad que afecta las labores cotidianas. Son elementos que se agregan.
Reducir la criminalidad y la pobreza es una tarea vital. Entre los objetivos del milenio este es el punto 1.1 en los años que quedan hasta el 2015. No es paja de coco lograrlo, pero se puede. Los recursos y sus complejidades son múltiples. No se puede hablar combatir la pobreza sin una estrategia efectiva para disminuir el desempleo, el cual va de la mano con la violencia.
El concepto de “mano dura” parece extenderse cada día más. No se trata de regimenes militares, como en época atrás. Se trata de gobiernos que impongan las reglas contra quienes las desconocen.
La gente ama la democracia, pero tiene dudas para producir bienestar. En principio, restaurar la confianza en lo fundamental, pero sin descuidar la realidad. Lo primero se ha logrado, trabajemos por lo segundo.
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