Permítanme aprovechar esta oportunidad para extenderle mis mejores deseos y mi esperanza de que disfrute de gran éxito personal y profesional en 2006. Con un proceso electoral en el horizonte de México, éste será un año muy excitante con implicaciones importantes tanto para México como para los Estados Unidos. El mes pasado participé en varios eventos que destacaron el alto grado de buena voluntad entre estadounidenses y mexicanos. Además, como muchos de ustedes, sigo muy de cerca el intenso debate que se ha suscitado en los medios mexicanos y estadounidenses acerca de las leyes de inmigración de los Estados Unidos y, en particular, sobre los reportes sobre el "muro fronterizo".
Quisiera comenzar actualizándolos sobre los eventos recientes que ha realizado la comunidad de la Embajada y luego hablar sobre varios puntos que considero importantes con respecto a la reforma migratoria de los Estados Unidos.
A mediados de diciembre de 2005, el Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, John Snow, estuvo de visita en México y anunció una contribución, por parte de los Estados Unidos, equivalente a 3 millones de dólares para la creación de diez nuevos convenios entre universidades mexicanas y estadounidenses. Cada dólar será igualado por las instituciones participantes y por empresas amigas en el sector privado. Este año, los Estados Unidos aportarán casi 35 millones de dólares para apoyar a más de 750 estudiantes con becas, así como 50 asociaciones entre universidades mexicanas y estadounidenses. El Secretario Show también anunció la donación de 1.5 millones de dólares al Consejo Mundial de Cooperativas de Ahorro y Crédito, que permitirá que expertos de esta organización continúen trabajando con microempresarios y grupos de desarrollo de comunidades de bajos ingresos en México.
En respuesta a varios retos transfronterizos de salud, nuestro gobierno está listo para anunciar la donación de más de un millón de dólares para apoyar a cuatro organizaciones no gubernamentales que trabajan en varias importantes iniciativas de salud, que incluyen control de la tuberculosis y prevención de VIH, programas para personas con discapacidad y atención médica de emergencia a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos. Las sedes de estas actividades son Tijuana, Ciudad Juárez, Agua Prieta y Monterrey.
Recientemente, los Estados Unidos y México formalizaron un acuerdo para ampliar los servicios de aviación entre ambos países. Este acuerdo hace posible que tres aerolíneas estadounidenses y tres mexicanas puedan volar entre cualquier ciudad en los Estados Unidos y 14 ciudades en México, incluyendo los destinos turísticos más importantes de nuestro vecino del sur. Tengo la confianza de que el resultado de este acuerdo se traducirá en costos menores para los viajeros, por ende ampliando las opciones para viajar por avión de personas que nunca antes habían soñado con viajar al extranjero.
En diciembre de 2005, agentes de la Unidad de Búsqueda y Rescate de la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos (BORSTAR, por sus siglas en inglés) estuvieron en Chiapas para impartir un curso a 23 agentes mexicanos de los Grupo Beta y de Protección Civil, quienes aprendieron más sobre cómo salvar vidas en condiciones altamente peligrosas (por ejemplo, rescatar a víctimas de inundaciones o ayudar a personas que se encuentren atrapadas en cumbres o rápidos). Los Estados Unidos también donaron equipo de rescate a nuestros colegas mexicanos para ser utilizado en sus labores de rescate.
Durante la temporada de fiestas, funcionarios estadounidenses recién llegados a nuestra Embajada y oficiales del Cuerpo de Marina, reunieron cientos de juguetes donados por los empleados estadounidenses, sus familias y por la comunidad mexicana. Gracias al arduo trabajo y generosidad de todos los que participaron, hubo muchas caritas sonrientes en la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer y en la Casa de la Amistad para Niños con Cáncer, cuando entregamos los juguetes.
Finalmente, algunas veces es sorprendente que dos países que mantienen una relación de tan grande magnitud y profundidad, puedan sacar conclusiones diferentes ante los mismos hechos. La migración ilegal podría ser el ejemplo más realista de lo anterior. Muchos estadounidenses ven la necesidad de mejorar nuestra seguridad fronteriza y una aplicación más eficaz de nuestras leyes migratorias, con base en el sentido común. Sin embargo, lo que se dice en México tiene que ver con planes para construir lo que algunos llaman un "muro de la vergüenza".
Tal vez algunas de estas diferencias en términos de percepción no puedan reconciliarse, pero ciertamente debemos hacer un esfuerzo. Sería un buen comienzo evitar las declaraciones exageradas, muchas veces irresponsables y casi siempre inexactas hechas en semanas recientes.
Desde que el presidente Bush asumió la presidencia, llevar a cabo una reforma migratoria integral ha sido una prioridad fundamental de su administración. De hecho, el presidente Bush manifestó de manera precisa y emotiva en un discurso reciente la postura estadounidense en cuanto a la reforma migratoria, cuando dijo: "Estados Unidos siempre ha sido una nación compasiva que valora al recién llegado y se enorgullece enormemente de la herencia de nuestros inmigrantes; sin embargo, también somos una nación forjada en el Estado de derecho y aquellos que entren al país de manera ilegal, violan la ley. El pueblo estadounidense no debería tener que elegir entre ser una sociedad hospitalaria o ser una sociedad respetuosa de la ley".
Recientemente, la Cámara de Representantes de los Estados Unidos aprobó la Propuesta de Ley 4437. La propuesta -que aún no es una ley, como erróneamente lo han señalado algunos que quizá no entienden nuestro proceso legislativo- no es un esfuerzo para "cerrar" la frontera de los Estados Unidos. La propuesta tampoco se trata exclusivamente de levantar bardas. Ciertamente, nadie sugiere un "muro" de 2,000 millas en la frontera. Como dijo esta semana el presidente Bush "no se puede construir una barda a lo largo de toda la frontera de los Estados Unidos". La propuesta solamente busca reforzar y agregar barreras físicas en ciertos lugares y puntos urbanos a lo largo de la frontera donde exista razón para su construcción. De esta forma, el objetivo de la propuesta sólo busca mejorar la aplicación de las leyes ya existentes en materia de inmigración. Asimismo, la propuesta implica un mejor uso de tecnología, incremento de personal, mejoramiento de nuestras políticas de detención y deportación, así como una aplicación más eficaz del cumplimiento de nuestras leyes de inmigración por parte de los empleadores en el interior de nuestro país.
Es un hecho que existen 53 puntos de cruce legal a lo largo de la frontera y se dan 300 millones de cruces de personas anualmente con apego a nuestras leyes. En los últimos cinco años, el gobierno de los Estados Unidos ha invertido millones de dólares para mejorar la eficiencia de estos cruces y agilizar el pase legítimo de viajeros y bienes comerciales. Las barreras físicas planteadas por la propuesta HR 4437, no cambiarán esta realidad. De hecho, ni un solo ciudadano mexicano que ingrese a los Estados Unidos respetando nuestras leyes se verá afectado por estas barreras físicas.
Algunos han dicho que la cerca fronteriza viola los derechos humanos y la han comparado con el muro de Berlín. Las comparaciones entre las propuestas de reforzar nuestra política fronteriza y el muro de Berlín, no sólo son engañosas e intelectualmente deshonestas, sino que son una ofensa personal. El muro de Berlín fue construido para mantener confinado al pueblo, fue creado por un gobierno autoritario. En total contraste, nuestro gobierno democráticamente electo, ha propuesto métodos para proteger a sus propios ciudadanos y para aplicar nuestras leyes migratorias. No se puede emitir un juicio responsable al querer igualar los actos de tiranos a los de un pueblo libre. Piénsenlo bien: ¿Honestamente, hay alguien que recuerde olas de personas trepando el muro de Berlín para dirigirse hacia el este?
No existe el derecho humano de ingresar a otro país violando sus leyes. De hecho, como protector de los derechos humanos, Estados Unidos han permitido el ingreso a miles y miles de personas que huyen de regímenes opresores en busca de asilo, a través de un proceso legal en nuestro país. Todo Estado soberano tiene el derecho de controlar el ingreso de extranjeros. México también impone controles migratorios y con frecuencia hace notar, correctamente, que tiene el derecho soberano de crear y aplicar sus propias leyes.
También se ha culpado de las muertes de inmigrantes ilegales a los esfuerzos de los Estados Unidos en cuanto a la seguridad fronteriza. Estas muertes son trágicas y el gobierno estadounidense realiza un esfuerzo extraordinario para advertir sobre los peligros de cruzar por el desierto o el río, por disuadir esos intentos y por rescatar a quienes que ignoran estas advertencias. Seguramente ayudaría un mayor esfuerzo por parte de otros gobiernos para desalentar que sus ciudadanos crucen ilegalmente. De igual forma, esfuerzos más firmes por parte del gobierno mexicano para crear empleos bien pagados para sus ciudadanos ayudarían a disuadir a muchos de ellos de realizar el cruce peligroso e ilegal a los Estados Unidos. Nuestros agentes de la Patrulla Fronteriza trabajan en un ambiente increíblemente peligroso, en el que regularmente son blanco de ataques en su esfuerzo por proteger la frontera.
El alegato más pernicioso es el que refiere que las barreras físicas propuestas son una manifestación xenófoba y racista. Los Estados Unidos entregaron más de 36,000 visas de inmigrante a ciudadanos mexicanos en 2005. Además, sólo el año pasado, más de 940 mil mexicanos obtuvieron visas para visitar los Estados Unidos, más de 80 mil de ellos obtuvieron visas de trabajo. Millones de mexicanos ya cuentan con visas de no inmigrante y las utilizan con frecuencia. Ajeno del debate que se lleva a cabo aquí en México, está el hecho de que los Estados Unidos es una de las naciones más abiertas del mundo a la inmigración. Según el censo de 2000, 28.4 millones de nuestros ciudadanos, representando más del 10 por ciento de nuestra población total, nacieron en el extranjero.
El hecho es que los estadounidenses confían vigorosamente en la inmigración, pero sí hacen la distinción – y es aquí donde estadounidenses y mexicanos a menudo fracasamos en comprendernos el uno al otro – entre inmigración legal e ilegal. La inmigración legal es una fuente de fortaleza para los Estados Unidos. La inmigración ilegal es una amenaza para nuestro sistema de leyes y una afrenta para millones alrededor del mundo, incluyendo a México, que siguen las reglas del juego cuando buscan ir a los Estados Unidos.
Desde luego que la necesidad de controlar la frontera obedece a otros factores además de las preocupaciones sobre la inmigración ilegal. Los Estados Unidos enfrentan retos letales del terrorismo internacional y el crimen transnacional. Nadie duda que la mayoría de los inmigrantes ilegales provenientes de México, simplemente están buscando una mejor forma de vida. Sin embargo, el volumen bruto de cruces ilegales presenta amplias oportunidades a quienes pudieran tener otros planes. El año pasado se efectuaron 1.2 millones de detenciones por entrar ilegalmente al país en la frontera con México y de hecho muchas de ellas involucraron a criminales violentos.
Algunos han argumentado que la solución de largo plazo al problema de la inmigración no es la seguridad fronteriza, sino la creación de empleos. Yo comparto esa visión. Eso es en parte por lo que nuestro país ha fomentado una relación comercial vigorosa con México (y la balanza comercial actualmente favorece a México). Más allá, compete a los mexicanos decidir cómo administrar mejor su sector energético, su régimen fiscal y códigos laborales, para mejorar la competitividad y crecimiento de México. Sólo esta semana, tanto el Secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz, como el Gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, afirmaron que la economía mexicana necesita dar continuidad a reformas estructurales para mejorar su competitividad global y que ésta pueda crecer a la tasa necesaria para general suficientes empleos para absorber a los nuevos integrantes del mercado laboral y eliminar así la pobreza en México. Estas reformas estructurales de largo plazo se encuentran total y apropiadamente en manos de los mexicanos, no de los estadounidenses.
Varios observadores también han resaltado que los Estados Unidos necesitan de la mano de obra extranjera y deberían buscar formas de facilitar el ingreso de trabajadores extranjeros. Eso es precisamente en lo que el presidente Bush está trabajando con el Congreso: lograr un programa de trabajo temporal. Como dijo el presidente recientemente: "al aplicar nuestras leyes migratorias, una reforma migratoria integral también requiere que mejoremos esas leyes creando un nuevo programa de trabajadores temporales… este programa ayudaría a alcanzar las demandas de una economía en crecimiento y permitiría que trabajadores honestos pudieran proveer a sus familias, al mismo tiempo que respetan la ley. Este plan también nos ayudaría a aliviar la presión en la frontera… no podremos aplicar nuestras leyes de manera efectiva, hasta crear un programa de trabajadores temporales.
No esperamos que México secunde cada medida de seguridad que tomemos, pero sí confiamos en que nuestros vecinos respeten nuestro derecho de tomar dichas medidas en nuestro propio territorio y que puedan entender la diferencia que hacemos entre la migración legal e ilegal. Por encima de todo, tenemos la esperanza de que los mexicanos no perciban que la aplicación de nuestras leyes migratorias como una inconsistencia con la relación fuerte que hemos tratado cultivar por muchos años y que continuaremos apreciando en el futuro.
Como siempre, gracias por la oportunidad de compartir con ustedes las actividades de nuestra Misión en México. Que Dios bendiga a México y a los Estados Unidos.
Sinceramente y con mis mejores deseos,
Antonio O. Garza
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