Evo Morales podría ser la antítesis de Gonzalo Sánchez Lozada, aquel erudito presidente boliviano, egresado de Harvard, que en su segundo mandato tuvo que huir del poder ante la irrupción popular contra su programa para privatizar la rica reserva de gas de la empobrecida nación suramericana.
Si bien Sánchez de Lozada es un académico y Morales un sindicalista con dificultades con el castellano por la influencia aymara, el contraste, al menos por estos lares, no es lo que está en juego. Lo que muchos se preguntan es si en República Dominicana podía darse un fenómeno como el que llevó a Morales a la Presidencia de Bolivia.
Aunque nada se puede descartar, y menos en estas repúblicas, desde mi punto de vista habría que pensar en identidades, nacionalismos, riquezas naturales, un liderazgo coherente y otros factores que no están dados o con ninguno de los cuales, lamentablemente, cuenta este país.
Fue la defensa del gas, combinada con la pobreza y abandono de las grandes mayorías, particularmente la población indígena, lo que fortaleció el liderazgo que llevó al poder al dirigente de izquierda. Pero ha de reconocerse, en honor a la verdad, que éste, como el presidente venezolano Hugo Chávez y otros gobernantes suramericanos del mismo corte ideológico han observado una trayectoria y un discurso inquebrantables a favor de los intereses patrios y en beneficio de las grandes mayorías. No se trata de esa cáfila de oportunistas y vividores, bien conocidos por estos predios, que fomenta el clientelismo, sino de políticos con historia y una praxis consecuente con sus prédicas y principios.
La diferencia está en que, por ejemplo, después de traumáticos procesos los argentinos han encontrado un gobernante como el antiguo montonero Néstor Kirchner que ha sabido rescatar el orgullo de una nación que además cuenta con múltiples recursos. Y Lula da Silva alcanzó la Presidencia de Brasil no con un discurso de barricada, sino con propuestas que ha llevado a la práctica.
Que esos procesos prendan por múltiples factores en América Latina, como se anticipa en las elecciones peruanas y mexicanas con el repunte de candidaturas como las de Ollanta Humala y Manuel López Obrador, ya es otra cosa. Pero estigmatizarlos como saltos al vacío sería muy arriesgado.
Pero el fenómeno político que con el triunfo de Morales ha sonado la alarma sobre el curso del continente, como cuando el río trae piedras, no es una moda, sino resultado de las frustraciones de gobernantes académica e intelectualmente tan bien dotados, más idóneos para la cátedra universitaria que para la política, como Sánchez de Lozada, o con ese compromiso con el proceso de reformas transparentes y bien enfocadas como el que ha llevado al poder en Chile a la socialista Michelle Bachelet.
En todo caso, por la falta de condiciones objetivas y subjetivas ni pensar en que República Dominicana pueda por ahora lucir los atuendos políticos que hoy exhiben Venezuela, Argentina, Brasil, Uruguay y Bolivia. Y quizás Perú y México.