Es mucho lo que se advierte sobre el peligro del desplome del sistema de partidos en la República Dominicana, pero muy poco se habla sobre el proceso de descomposición que sucede dentro las organizaciones partidarias más importantes del país. Desde varios ángulos se siente el temor a que terminemos como algunas naciones latinoamericanas que están viviendo el final del sistema de partidos con la llegada al poder de figuras de corte dictatorial, improvisados mandatarios o cúpulas de dominio estatal que recuerdan épocas superadas.
Aquí, no estamos poniendo mucha atención al proceso de descomposición que vivían los grandes y pequeños partidos políticos, con la inserción de individuos que para ellos cuyo único objetivo es proyectarse en la sociedad como poderosos u honorables al precio que sea, en perjuicio de los hombres y mujeres que han entregado su vida al servicio de la Patria, construyendo estas organizaciones durante una larga trayectoria.
Y no es que sea mala la renovación de los partidos con gente nueva; al contrario, es saludable y necesario. Lo que es muy peligroso es que estas herramientas sociales tan importantes para la gobernabilidad sean infectadas por algunos poderosos que llegan con fortunas y no respetan ninguna metodología, resolviendo todo con el dinero y el chantaje. Entonces tenemos el triste episodio de que los dirigentes que construyen los partidos y que conviven en las entrañas del pueblo, desarrollando un estilo de servicio y equilibrio, sean aplastados y expulsados por la frustración, dejando en su lugar mercenarios y pedigüeños que sólo hacen presencia en primarias y elecciones como una forma de “buscársela” en la zafra electoral. Al final va quedando la desconfianza y la incertidumbre de los simpatizantes y la perversión de que “para votar a mi hay que pagarme”.
¿Dónde queda la mística que le da un sentido ético y moral a la política? Parece que el pragmatismo irracional y la ambición de algunos líderes está insensibilizándolos sobre este asunto y los síntomas de que esto anda mal están en nuestras narices: cada vez más los procesos internos de los partido políticos tradicionales se parecen más en cuanto al desorden y la impunidad.
El afán de mucha gente con dinero de “engancharse” a políticos evidencia una intención de lavado de imagen, más que de negocio, porque de otra manera no se justifica que un precandidato invierta el triple de dinero de lo que va a recibir en los 48 meses que va a durar en el cargo, a no sea que tenga un contrato de antemano con “el hombre del maletín”.
Y no sólo son ricos los que intentan asaltar con su estilo personal a los partidos; también tenemos deportistas, comediantes, cantantes y muchos famosos que, al ver declinar su carrera, sacan su carnet de político para mantener la vigencia social y mantener o mejorar su status económico y social. La mayoría de ellos sin un milímetro de criterio para entender y aplicar metodologías de trabajo desarrolladas durante décadas.
Muchos de los que tienen el sartén por el mango de la política dominicana saben perfectamente que este es un problema serio que va en crecimiento y que, si no le ponemos atención, nos llevará al mismo destino al que han llegado nuestros vecinos. ¿Es eso lo que queremos?