Woodlawn, NY.- Hace rato que a los dominicanos residentes fuera del territorio nacional se les está tomando el pelo. Cada cierto tiempo y siempre de acuerdo a intereses creados, alguna fundación política, cultural o institución investigativa se le ocurren motes, sobrenombres, calificativos para referirse a la masa migracional internacional, que partió de República Dominicana.
Durante un periodo de búsquedas, conquistas, propuestas y reclamos de representación política se popularizó el término diáspora, el cual puso en desuso los calificativos de colonia dominicana, dominicanos en el exterior y dominican york. Todos ubicados de alguna u otra forma parcelas, tomando partido o beneficios.
Esta escritora a finales de los noventa decidió enfrentar el grupo académico encabezado por quien entonces dirigía el Instituto de Estudios Dominicanos (Dominican Studies Institute). Desmonté en un extenso artículo las implicaciones del término diáspora, estableciendo que el mismo no se correspondía con lo que realmente era la comunidad dominicana en Nueva York
Dejando establecido, que aún comulgáramos con el concepto diáspora, éste no hacia más que etiquetar y homogenizar la comunidad, refiriendo solo algunos aspectos del término como la dispersión. Afirmaba que en sus múltiples significados, ser diáspora o no era parte de la libertad de cada uno para autodefinirse, lo que sin embargo no le daba carácter definitorio y de obligatoriedad a la comunidad dominicana en su conjunto
La crítica me acercó a varios sectores de USA y República Dominicana entre ellos al hoy Secretario de Estado de Cultura, señor José Rafael Lantigua, quien dirigía el suplemento Biblioteca. Este dio cabida en sus páginas a mi disidencia. El artículo monográfico lo titulé Diáspora: ¿opción u obligación? La iniciativa de Lantigua me avisaba de una persona o comprometida con lo opuesto del término, o muy plural. Desconocían entonces sus criterios respecto los dominicanos en el exterior.
Al interior de la comunidad dominicana hubo desgarre en el debate, pero también conciliación, algunas que otras posiciones cedieron en busca del reencuentro. De este lado me inscribí, sin dejarme marcar por diferencias de criterios. Hice mis propuestas y proseguí el agitado curso de la comunidad de Nueva York, sus disidentes y calificadores temporales, incluyendo gente de aquí y gente de allá, en los planos políticos, partidistas, gubernamental y cultural…
Permanecí sola con mis argumentos, no muchas voces se solidarizaron con mi disidencia. Encontré apoyo en la familia episcopal y la comunidad judía, la madre de la diáspora para conocer y reconocer el fenómeno…allí reencontré incluso ciertas raíces que me llenaron de poder y espiritualidad.
Sobre esa soledad recuerdo más de diez compañeros de esos que hacen cultura y grupismo en el Alto Manhattan, quienes aun viniendo de un San Francisco de Macorís combativo y de movimientos políticos de vanguardia, con familias escritoras me despachaban con un " …bueno recién llegue a NY, tengo que ponerme al día de estas cosas…”
Si el lector pide nombre le suministro pues, algunos se harían famosos media década después exigiéndoles al gobierno dominicano y al consulado dominicano en NY una especie de diezmo para la cultura a través de escándalos, propuestas, documentos y otras cosillas más.
Ha pasado el tiempo y otros calificativos se han acuñado. Marchando a tono con los procesos y a la luz de nuevas discusiones. Sostengo en mi libro Memorias de la Transnacionalidad, el carácter transnacional de la comunidad dominicana. Hoy a pesar de las ambigüedades e incertidumbre sigo creyendo transnacional a una comunidad que a la luz de su memoria y experiencia con el país de origen, establece pautas y perfiles que dan carácter a una vivencia en el país receptor, Estados Unidos. Sigo creyendo que no en vano estamos aportando nuestra experiencia política participativa y nuestros reclamos de liberad, derecho étnico para enriquecer la experiencia de la media isla y su estructura política en bien del dominicano/a de allá y de aquí.
Y especialmente es el/a migrante de tipo transnacional aquel que cuestiona el lugar de origen y el lugar o país donde vive. Es aquel/a que exige su derecho a la libertad y que incluso pone a tambalear los conceptos de la ciudadanía y la soberanía en cualquiera de ambos, sin maniqueísmos, sin partidismos estableciendo características que ponen en entredicho la cuestión Estado-nación.
El migrante transnacional no solo brega con las dos orillas con absoluta independencia, sino que rechaza el ente homogéneo de identidad, religión y práctica organizativa no de forma excluyente. La transnacionalidad no asume la cosa “patria” cual feudalismo conceptual, tampoco se permite la contengan en principios abstractos de soberanía, territorialidad y Estado. El transnacional es el tipo de migración que pone en conflicto a los gobiernos, la soberanía, la territorialidad, los Estados y la nación tanto del emisor como del receptor, violentando los límites espacio temporales de dichos conceptos
Digo que a los dominicanos/as de Nueva York y otras latitudes se les toma el pelo, porque ahora se ha acuñado un nuevo término, el de ultramar. Desentrañar el significado de este término jurídicamente en desuso, al menos en los países y reinos donde se acuñó por largo tiempo no es tarea de un solo artículo.
Pues no es tan simple definir la comunidad dominicana como de ultramar solo porque se le antoje a un gobierno, grupo, sector o parcela. Ultramar es un concepto puramente geográfico. Y la comunidad dominicana es más que eso, al contrario contenerla en ultramar es decirle vagamente tu eres la comunidad que esta del otro lado del mar… El sentido común dice que no existe una comunidad puertorriqueña de ultramar, ni lo propio respecto a los cubanos que viven fuera de la República Socialista de Cuba (y aquí diáspora tiene algún sentido). Pues tampoco se puede hablar de ultramar respecto a los cubanos con tan solo 90 millas de mar de por medio.
Pero más que eso, aceptar ser de ultramar es aceptar la extranjería como buena y válida y sería usar lo extranjero como sinónimo de lo ilegal. España y el Reino Unido se pueden dar el lujo del término Ultramar en referencia a los territorios que lo conforman y a las Islas Malvinas, los Balcanes, etc. etc. Simbólicamente ultramar es asumirse periferia respecto al centro. Pero siguiendo el patrón de la usanza española es aceptar que no se es europeo, en su caso, sino de ultramar, en el caso de los dominicanos no se es dominicano, sino de ultramar.
Por lo que asumir el ultramarismo respecto a los dominicanos fuera de la media isla es un efecto psicológico que aborda y espanta los conceptos de territorialidad y extra territorialidad que marca a los dominicanos emigrantes y su aporte o enriquecimiento a territorialidad tal, todo ello con miras a perpetuar y alimentar el control del gobierno sobre los nacionales fuera del país. Es asumir y aceptar que estamos al otro lado del mar y que somos fieles a nuestro gobierno. Vivimos en Norteamérica sin traicionar la dominicanidad.
¿CUAL DOMINICANIDAD?
La que la historia oficial de la media isla me muestra sin fe de causa? Es quimérico, es atroz, aceptar por ejemplo que mientras en USA se lucha porque no se clasifique a los hijos de los inmigrantes como ciudadanos de segunda categoría o sin ninguna,(bajo arrebato), en RD el gobierno de Leonel Fernández le arranque la nacionalidad a los hijos/as de haitianos residentes legales.
Cuál dominicanidad, aquélla que excluye el hibridismo de sus raíces? Y por tanto cuando hablamos de cultura e identidad respecto a dominicana ¿qué nudos trae el pandero? Se está excluyendo una práctica cultural política al que no se le puede extraer su esencia y cultura masificadora en los planos del arte, y lo organizacional. Cómo arrancarle, por ejemplo, al dominicano/a su esencia perredeísta, bochista, y nos guste o no, hasta balaguerista pues, su ética y práctica de política es la que rige a los gobernantes de turno y está tan enraizada incluso que en cada dominicanito/a hay un balaguerito en potencia…
SI DE CULTURA SE TRATA…HABLEMOS DE ULTRAMAR
De todo lo escrito hasta ahora puede prescindir el lector…mas lo mismo no puede hacer el Comisionado Dominicano de Cultura, doctor Franklin Gutiérrez. Para quien todo ha estado más o menos fácil. Con qué cuenta Gutiérrez en lo que atendiendo a su propuesta es el Comisionado de Cultura y que funciona en el local que por varios periodos de gobiernos se llamó La Casa de la Cultura
Sugiero leer o agenciarse los tres boletines editados por el Comisionado en el encontrara un listado de los eventos del comisionado. Están numerados, 60 eventos que aparecen bajo el título de Actividades del Comisionado, pero la mayoría responde al mando y la organización de distintas organizaciones y entidades independientes de la comunidad dominicana, están ubicadas sin fechas de realización, no son tipo almanaque o agenda, como en las administraciones anteriores de Frank Cortorreal (Primer Periodo de Leonel Fernández), Rafael Mendoza, Genoveva Gonzáles y Miguel Farias del gobierno de Hipólito Mejía, son simple enumeración de eventos.
Si el rastreo incluye una comparación con los calendarios de los administradores anteriores de lo que se antes fue La Casa de la Cultura Dominicana y lo que hoy en manos de Gutiérrez se llama Comisionado de Cultura, veremos que se trata de los mismos eventos… con cambios de nombres, e incluso los eventos sometidos y realizados por la comunidad y sometidos por el Consejo Consultivo del último periodo de la Casa de la Cultura.
Sugiero comparar el Boletín informativo de la Casa durante la gestión de Rafael Mendoza 2001, calendarios sueltos de Cortorreal quien no realizó publicación organizada al respecto, ver algunos de los catálogos de eventos y calendarios de Genoveva González, quien como Cortorreal no realizó publicación alguna con los calendarios de actividades, sí editó la primera versión de la revista Don Pedro y que contienen algunas de las actividades, igualmente Miguel Farías, en cuya administración se continuó con la publicación de la Revista don Pedro y en el periódico El taxista se elaboró un resumen (amañado en relación a la exclusión del Consejo y los sectores que representaron el pepeachismo en la casa) de los eventos de dicha gestión.
Y finalmente, sugiero al lector ver la obra Memorias de la Transnacionalidad, de nuestra autoría, donde hay un diagnóstico cultural completo, con las propuestas del Consejo y extra consejo sobre lo que tiene y no tiene la comunidad dominicana.
Solo a la luz de esta comparación se podrá comprobar que Franklin Gutiérrez, está llevando a cabo un calendario de menor esfuerzo, repitiendo los eventos, ampliando y superando los eventos y actividades o proyectos ya existentes, agregando solo elementos de administración y gerencia cultural que no se produjo en las administraciones anteriores.
Para muestra un botón. Nosotros contamos, iniciado en la gestión de Mendoza por el joven escritor José López Campusano, quien por razones de salud está fuera del ámbito cultural. La puesta en escena de "Señorita Julia" bajo la dirección de Roy Arias, es un reciclaje. Arias es un joven profesor de actuación a quien el Consejo Consultivo llevó a la Casa….
Dicha obra se ha presentado en más de diez salas de teatro…Asimismo la presentación en varias oportunidades de Maite Bonilla, integrante del Teatro Sol creado por el Consejo Consultivo como la biblioteca Carlos Rodríguez, a la cual Gutiérrez ha dado continuidad. Aquí también debe incluirse la presentación del CD de Abersio Núñez, el cual fue un evento independiente no del Comisionado. Igualmente con eventos repetitivos realizados por amantes entusiastas de la cultura como Mireya Palmansa, el declamador Frank Adolfo y otros más.
ULTRAMAR "POR UN TUBO Y SIETE LLAVES…"
Por primera vez participo en un concurso el de Letras de Ultramar. Me retracto, si participe en mi adolescencia. Estudiaba en el Colegio Antera Mota de la capital dominicana. Obtuve el Primer Lugar en el Concurso de Agricultura con un poema dedicado a la siembra. ¡Ofrézcame! cuánta yuca, ahuyama y berenjena me llevaron a casa, además de entrevistas en radio y bizcochos de Nitín. Después un amigo envió mis textos a un concurso de Casa de Teatro, sin suerte que nunca llego.
Como mérito de este concurso de Ultramar está el hecho de que el jurado es latinoamericano, nada que ver con la cosa dominicana. Al participar entiendo y valoro los esfuerzos del Comisionado al hacer un concurso pulcro como forma de limpiar la imagen de la Secretaría de Cultura después del fiasco de galardonar a participantes miembros/as de la misma Secretaría de Cultura como fueron los casos de Ángela Hernández y José Acosta, éste último empleado del Comisionado.
Participo en el Concurso Letras de Ultramar con el poemario La Reina del Bronx River. En el recreo mi condición transnacional, esta en la cual creo, Canto a dos ríos el, Ozama y el Bronx River. En este concurso se las luce el Comisionado de Gutiérrez. Me reconfirma y desafía un tipo de transnacionalidad donde lo dominicano en mi va más allá de retóricas territoriales, más allá de mentiras y tomaduras de pelo de lo que soy aporto y represento como dominicana