Sí prestamos atención al discurso oral de nuestros líderes, llegaríamos a la triste conclusión, de que estamos en una situación de “Guerra Verbal” que nos aproxima al colapso de la paz política y de la convivencia democrática.
Nada más incierto, ni estamos en guerra, ni nos aproximamos a ningún abismo. Simplemente estamos transitando los caminos del subdesarrollo político.”Yo te tiro las cajas, tu me tiras los cajones”, tu mai es P, pero la mía no,” “quien me busca me encuentra”, “yo no me quedo con nada de nadie”.por ese sendero de calificativos marcha el día a día de la política vernácula, al parecer es una cultura nacida de la pobreza de argumentos para exponer con claridad sus puntos de vistas.
El subdesarrollo político, no necesita niveles, ya alcanza, desde el más humilde militante hasta el más encumbrado ministro, desde el humilde y simple analfabeta hasta el consagrado doctor.
Sí quieres establecer la razón de un pronunciamiento, cuenta los calificativos que le acompañan. Se inicia con la descalificación del contrario, se prosigue con desnaturalizar el asunto, y se concluye con varias malas palabras. Nadie se salva en el espectro político, todo el arco iris se encuentra congestionado de estos ilustres hombres públicos, huérfanos de argumentos y cargados de frustraciones y resentimientos, que no tienen el mas mínimo respeto por si mismo, ni por la opinión publica, ni por la política que dicen representar, ni por nada.
Hemos escuchado intervenciones destempladas desde el pulpito, desde el hemiciclo, desde las aulas, desde las aceras, desde la radio y la televisión, desde los medios de comunicación, desde las columnas periodísticas, en fin navegamos en medio de la chabacanería y la muy baja calidad de exposición.
Debemos de rescatar la decencia publica y el buen decir. Sí debemos de construir un espacio para la gobernabilidad, debemos de lanzar la primera piedra, debemos de iniciar un movimiento de opinión hacia la racionalidad y la decencia publica, debemos desmontar el doble estándar e imponer iniciativas de absoluto respeto a las ideas ajenas, incluyendo aquellas que me son contrarias.
Se había dicho que el estilo hace al hombre, ¿porqué no utilizar un estilo decente en la vida publica y en mi comunicación con los demás, al momento de exponer o refutar un criterio? ¿Porqué llenar de epítetos al contrario, si lo que se me ha pedido es que exponga mis ideas alternativas del asunto? Sí existen mil y una maneras de decir las cosas ¿porque no decirla de la mejor manera? Obviamente que para eso hay que tener talento, se ha dicho, que para ser irónico hay que ser talentoso, una persona sin ningún talento no puede usar una ironía, porque su escasa formación no lo provee de más recursos que el insulto al granel.
Nuestra sociedad merece, una mejor imagen de gobernabilidad, si deseamos una sociedad democrática, debemos de iniciarla colocando ladrillos de decencia y comportamientos públicos Comenzando por el uso del lenguaje y de la exposición de nuestras ideas.
Tengo un amigo, que todo el mundo, lo califica de un hombre decente, y no me había fijado que es por el manejo que él tiene de la palabra oral y escrita. Aun para expresar desacuerdos emplea un elevado sentido de la decencia y la tolerancia. Su conversación es un grato encuentro con una persona civilizada. Sí deseamos conocer la calidad humana y la decencia de una persona, permitámosle que se exprese, luego hagamos nuestras conclusiones, especialmente en estos tiempos de elecciones de medio tiempo. Amen. ([email protected])