Sí Barry Bond fuera haitiano los dominicanos les ofrecerían el mismo tratamiento que como estadounidense recibió en su reciente visita. En este caso no son los números acumulados como estrella internacional del béisbol, el deporte más popular en el país, sino por su fama de bien pagado. Igual o mejor trato recibirían Tiger Wood, o Eddie Murphy.
El color de la piel no es problema. El rechazo a la presencia haitiana aquí, así como en La Florida, es la pobreza extrema que afecta a ese lado de la isla. Igual pasa con los mexicanos en los Estados Unidos; y los españoles (hasta hace poco más de una década) en Francia, Alemania e Italia. Los inmigrantes pobres constituyen una carga, los ricos, un aporte. Sólo cuando se trata de fuente de mano de obra, los pobres tienen valor, especialmente para los empresarios.
Algunos entienden que el problema es la piel. Falso de toda falsedad.
El tratamiento a un negro cuya nacionalidad se desconoce cuando visita una casa con aire de conquista y llega en una Cayenne, Tauret, Lexus o Mercedes, es distinto a si llega empolvado en un motor 70. Muy posible que el vino o wisky que estaba reservado se le cambie por un vaso de agua o tasita de café, sin que él lo decida.
Haití está clasificado entre los más pobres del mundo, con un ingreso per cápita de menos de mil dólares al año y una tasa de alfabetismo en adultos de 50.8 por ciento, mientras la población desnutrida supera el cincuenta por ciento, con una esperanza de vida de apenas 49 años. De acuerdo a cifras del Banco Mundial, el ingreso per capita es de US$480 anuales. Si hacemos la comparación, la diferencia es clara, aunque en promedio la clase intelectual haitiana está mejor preparada.
La situación económica de haitiana tiende a agravarse por el desproporcionado crecimiento demográfico de los últimos años. En las últimas dos décadas la población aumentó de 5 a 8 millones, siendo el 40 por ciento de esta menor de 14 años.
Los datos arrojados por la encuesta el Instituto Nacional de Opinión Pública, de reciente conocimiento público, indican que el 82 por ciento de la población dominicana está en contra de los grupos que promuevan la discriminación racial, lo que indica que los dominicanos no son racistas.
La mano de obra haitiana tiene mayor demanda que la dominicana por parte de determinados sectores empresariales criollos, fenómeno normal en países que albergan inmigrantes. En la medida que los haitianos se superen, mejores serán nuestras relaciones bilaterales. Los países ricos deben contribuir para que Haití salga de la pobreza. Sólo así disminuirá la tensión entre la República Dominicana y Haití. [email protected]