¿Qué busca un hombre con un arma irregular en un acto donde estará el Presidente de la República?
Y si se trata de un peledeìsta disgustado, vale decir, de un activista del partido en el gobierno, ¿cuáles serian sus intenciones? ¿Qué lo descubran? ¿Qué lo apresen? ¿Qué lo maltraten?
En este país las armas se usan o se portan como status social y para mostrarse, muy pocos lo hacen para protegerse. Y dudo -a no ser que se trate de un desquiciado mental- que a alguien se le ocurra andar con una “chilena” con fines de exhibición o ínfula de ascendencia social en un acto presidencial.
Al decir “chilena”, estamos hablando de una situación doblemente irregular, primero por la circunstancia del hecho, y luego, porque ese tipo de arma no se usa ni se porta bajo el amparo de las leyes.
Como forma de llamar la atención podría aceptarse si se tratase del díscolo izquierdista de los años 70s, aquel que promovía su delirio ideològico de forma pública y creía, “a ciencia ciega”, que mientras más compañeros morían en plena calle enfrentándose a la Policía, más cerca estaba su redentora revolución.
Pero que se sepa, que al margen del atentado frustrado que se le haría en Moca al doctor Balaguer, a principios de su primer gobierno constitucional, no se conoce de ningún otro episodio posterior de un joven político suicida o persona frustrada que intentara contra la vida de un presidente dominicano, o asistiera a un acto presidencial exhibiendo un arma de fabricación casera. Por lo menos, yo no lo recuerdo. No estoy diciendo con esto, que lo del grupo de jòvenes mocanos que terminaron lisiados, muertos y perseguidos, fue un acto de irresponsables o desquiciados.
En el caso de Modesto Paniagua, apresado en Padre las Casas, justo en el lugar, donde horas después el Presidente Leonel Fernández encabezó el acto de inauguración de una carretera, se dice que además de la “chilena”, el sujeto llevaba escondidas entre sus pantaloncillos, varias cápsulas para el arma.
El director de Información, Prensa y Publicidad de la Presidencia, Rafael Núñez, restó importancia al hecho, señalando que la vida del mandatario nunca estuvo en peligro. Se lo creo. Tampoco, lo estuvo en Haití y también lo creo.
De hecho, la vida de los políticos esta llena de riesgos y hasta rodeadas de rumores, como los que se pusieron a correr recientemente en el Noroeste, después de lo de Haití y previo a un recorrido que el Presidente Fernández haría por esa zona, cuando una mujer dijo haber visto al golpista ex-jefe policial haitiano Guy Philippe, al frente de un grupo de hombres armados. Hasta ya fue el eficiente Jefe policial a investigar, descubriendo que se trataba de una falsa alarma.
Pero, lo importante en este caso, no es, de que no lo haya estado, sino, de que lo pueda estar en el futuro. Por eso coincido con la preocupación de mucha gente, de que hay que cuidar más a Leonel Fernández, tratándose de un Presidente “sui gèneri”, con el que se están dando situaciones muy especiales y delicadas. ¿Exagero?
Frank Marino Hernández, una de las mentalidades más lúcidas con que cuenta sociedad dominicana, lo definió como “un Presidente de lujo para los dominicanos”.
Y yo digo, que parecería, que Leonel Fernández es el único líder político auténtico con que cuenta la República Dominicana en los actuales momentos, sin otros que le hagan sombra, y le sirvan de contrincantes y contrapeso.
Para colmo, es quien hoy gobierna la República y se le atribuyen intenciones de durar muchos años en el poder. Otros hablan de él, como el Balaguer joven, con la ventaja (que no tuvo el fallecido caudillo reformista), de que Leonel parece que gobierna con la corriente de los tiempos a su favor.
Todos los señalados, son factores que hacen del Presidente Fernández una figura generadora de circunstancias impredecibles y cautivadoras, de esas que en política no se ven pero que como decía su viejo maestro, Juan Bosch, son más importantes que las que se advierten a simple vista.
A ello, se debe también, de que haya gente próxima al gobierno, funcionarios de reciente data peledeista, tratando de endiosar al Presidente, no dándose cuenta que con ello hacen daño terrible a una figura que como la de Leonel Fernández creció y se posicionò (amén de su inteligencia), con base al don de gente y la humildad que le caracterizan.
Así como los efectos de la torpeza se parecen a los de la mala fe, puede coincidir el desenfreno de los intereses políticos con el de los sentimientos frustrados cuando terminan en el desquicio. El papel de los bufones metidos a polìticos o funcionarios, contribuye con esas desnaturalizadas situaciones.
Hay que cuidar más a Leonel Fernández, de los riesgos y de los bufones. Y hay que hacerlo sin pasarse de la raya, sin tremendismos ni atropellos, para que no le vaya a pasar como a Jhon Fitzgerald Kennedy, cuya vida, rodeada de virtudes parecidas y circunstancias especiales que no vienen al caso, terminó un día (23 de noviembre de 1963) cuando un supuesto desquiciado mental de nombre Lee Harvey Oswald, le disparó a la cabeza desde un almacén, para, sin ton ni son, irse a deleitar a un teatro. Lo demàs es historia.