Para cualquier presidente del mundo, entre sus primeros objetivos está la creación de condiciones que permitan las inversiones, que produzcan nuevas fuentes de trabajo. Sin embargo, en el país no se percibe eso del actual gobernante.
Y es una pena que pierda tiempo, más todavía cuando una de las reales necesidades es el trabajo, que es una de las principales fórmulas para combatir la acuciante pobreza.
Un plan nacional de trabajo, incluso, sirve para atenuar los cambios climáticos, que se caracteriza mayormente por la sequía, que ocasiones golpea fuertemente a la población agrícola.
El equipo de Gobierno, pese a los discursos y a las explicaciones que hace ante cada crítica, no muestra en hechos una decisión para apoyar las fuentes de producción.
Sólo es cuestión de mirar con sentido social para comprobar que el pueblo está sin dinero. Y la gente no tiene dinero porque la gran mayoría no tiene ingresos fijos, porque no tiene una tarea laboral.
Así como no hay condiciones que incentiven las inversiones privadas, tampoco hay una política para mover la mano ociosa por medio de las obras públicas. En tales condiciones no será imposible combatir la pobreza.
La promesa de crear un millón de puestos laborales durante este periodo constitucional sólo parte de los tiempos electorales. Aunque debe decirse que también el sector privado, en buena medida, persiste en la especulación antes de invertir en el movimiento económico, en que ganan el inversor, el trabajador y el país.
No se percibe la mística necesaria desde el Gobierno para ejecutar un plan público para dar trabajo a la mano ociosa.
Tampoco hay convicción plena de alentar al sector privado para la construcción de viviendas populares, crear polos de desarrollo en las ciudades fronterizas, industrializar algunos productos del campo, y llevar adelante el plan nacional de cultivo de caña de azúcar con miras a obtener etanol, entre otros proyectos que se deben incentivar y que se ha quedado en anuncios.
En definitiva, es una pena el tiempo que está perdiendo el Gobierno. Más todavía cuando es el pueblo el que sufre su falta de acción.