El domingo recién pasado tuve la oportunidad de visitar la Presa de Hatillo junto a uno de mis hijos y un amigo, con el propósito de comprobar cómo estaba la pesca por allí. Sin embargo, lo que vimos fue decepcionante. En primer lugar, es imposible que se trate de fomentar el turismo si las vías de acceso a los lugares a ser visitados están en condiciones deplorables, como ocurre con la carretera desde Maimón hasta el lago de Hatillo.
Ocurre que en el centro de la vía abrieron zanjas para instalar tuberías del acueducto, las taparon y se olvidaron de arreglar la carretera, que si bien antes no estaba en excelentes condiciones, por lo menos era más fácilmente transitable.
En segundo lugar, pude apreciar que en el embarcadero hacia el sitio llamado Caballero, embarcadero situado casi a orillas de la vieja carretera hacia Cotuí, alguien tumbó varios grandes árboles, probablemente para vender su madera. Hice preguntas al respecto, pero nadie me supo decir por órdenes de quién esos árboles fueron derribados.
Pero lo más grave de lo que comprobé es cómo el lago ha sido sobreexplotado. Olvídese de ir a pescar a ese sitio, pues los peces prácticamente han desaparecido, entre ellos el famoso “baas”, que los residentes llaman truchas, que antes las había por miles.
Cuando pregunté a qué se debía esto, un lugareño me dijo:
–Es por el apaleo, señor.
–¿El apaleo? ¿Qué es eso?
–Oh, que hay pescadores que apalean las aguas para hacer huir los peces hacia grandes “tramayos”, donde agarran grandes y chiquitos. Como venden los chiquitos, nunca hay peces grandes.
“Esa gente—pensé—están matando la gallina de los huevos de oro. No se dan cuenta de que ponen en peligro la subsistencia de unos 250 pescadores del lago de Hatillo, que genera un movimiento calculado en diez millones de pesos mensualmente”.
Esto que ocurre en el lago de Hatillo parece sin control. En la zona, según nos informaron, hay un representante de la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales, pero como sucede en sitios donde todo el mundo se conoce y hay una especie de “compadreo”, nadie es sometido a la Justicia por provocar un crimen ecológico.
En los alrededores de la presa hay una llamada Asociación de Pescadores de Hatillo, pero es infuncional pues solo se reúne cuando hay que acusar a alguien, preferiblemente a la minera Rosario Dominicana de contaminación. Pero la minera no existe actualmente, de modo que la única contaminación posible es la que ha existido desde siglos.
Es una pena que tales problemas ocurran en una zona donde se puede disfrutar de cavernas con arte rupestre, arroyos de aguas cristalinas, verdes prados, formaciones de calizas cubiertas por el bosque tropical, umbríos cacaotales, y la Presa de Hatillo, con uno de los más grandes lagos de las Antillas, pues tiene más de 40 kilómetros cuadrados. Una Sociedad Ecológica, con sede en Fantino, supuestamente vela por la conservación del patrimonio natural de toda esta área, pero al parecer no es así por lo aquí relatado.
Nos gustaría saber también en que paró el proyecto de Manejo Ambiental Integral de la Presa de Hatillo, con fondos de la cooperación española, que se ejecutaría en las comunidades de influencia del embalse, que se iniciaría con un diagnóstico de los diferentes componentes de la obra para encausar acciones de regeneración de los espacios y las especies afectadas, rescatar el embalse en sí, y todo su entorno y acciones mitigadoras, correctivas y compensatorias que abarcan, no solo lo ambiental bajo criterios técnicos y científicos, sino los ámbito social y cultural, hasta lograr dar a la obra las condiciones necesarias para ser declarada área protegida y patrimonio nacional.
La idea es que la Presa de Hatillo deje de ser un lago poco visitado que desaparece lentamente para entre en una etapa de dinamismo que lo conviertan poco a poco en un embalse vivo con categoría de área nacional, generador de empleos, de capacidades, de atractivos turísticos, de fuente de producción de alimentos, de referencia para los temas de medio ambiente y recursos naturales, prolongando también su utilidad para la generación eléctrica y de riego agrícola.
Los reclamos para que las autoridades ayuden a desarrollar el turismo en el lago de Hatillo parece que no son escuchados. En el lago existe un acogedor restaurante llamado Natura Baas, que en ocasiones organiza torneos de pesca deportiva con participación de visitantes extranjeros, que económicamente animan la zona. Sin embargo, en las tres ocasiones en que he preguntado cuáles son los requisitos para formar parte del club, siempre me dicen que quien tiene ese dato no está. ¿Se puede fomentar así el turismo con esa displicencia, unida a la degradación ecológica? Temo que no.