"Durante los Premios Casandra del año 1997 ingresé al club de los momificados por el talento interpretativo, el dominio escénico y la belleza de una jovencita que transpiraba fibras y fragancias de Laura Branigan y Whitney Houston, pero más dominicana que el mangú", algo que la enorgullece y que pregona con suma sinceridad. A la referida gala, escenificada en el imponente Teatro Nacional, llegó gracias al maestro Jorge Taveras.
El brillante compositor Nelson Morel enlazó el encuentro y más que una entrevista logramos una tertulia que se empinó al grado de la solidaridad con esta cantautora que destila seguridad y franqueza en sus palabras. Me refiero a Claudine Bonó.
Me remití a unos versos del insigne cubano José Martí, musicalizados y cantados por el admirado Pablo Milanés, su coterráneo: “Es rubia, el cabello suelto…”, pues así la sustraigo desde aquella remembranza, sólo que añadí unas cucharadas de comprensión hacia una mujer emprendedora, que no se amilana ni se detiene a esperar improbables tiempos mejores, sino que procura propiciarlos con su esfuerzo sin pausa.
Claudine Anouk Bonó nació en Santo Domingo, la capital dominicana, hace contados lustros, que confunden y desubican sólo porque comenzó a cantar desde su niñez en veladas colegiales, en las que se destacaba también como la guitarrista que acompañaba sus compañeros del Colegio ABC. Por cierto, doña Nancy, su madre, toca la guitarra y puso a su pequeña a estudiar música desde que tenía unos ocho años de edad..
Ya con 12 años de existencia, Claudine organizó un grupo de rock junto a varios amigos, de esos que los vaivenes de la vida arrojan hacia otras inquietudes y prioridades, distanciándolos de nuestros sueños comunes. Pero ella perseveró y a los 16 años, representando al Colegio Carol Morgan, ganó un festival interescolar celebrado en Washington, demostrando sobrado talento para superar barreras raciales e idiomáticas.
Desde muy tierna el rock la flechó, premisa favorable en términos vanguardistas, pero limitante cuando enfocamos las opciones criollas de frente a la masificación. Y es que, partiendo de la idiosincrasia de nuestra gente, hasta en lo musical hemos estado divididos por generación espontánea, soportando una deplorable segmentación que desaloja y condiciona.
Es cierto que paulatinamente dicha concepción ha ido transformándose, pero presiento que Claudine sigue pagando el diferencial de culpas ajenas, haciéndose más escabroso su ascenso entre los propios, quienes la perciben elitista.
“Siempre me gustó mucho el rock. Yo vengo de ahí, además de que he sido un poco excéntrica y siento que eso aprecia la gente de mí”, dice con sinceridad, definiéndose admiradora de The Beatles, Ella Fitzgerard, Mariah Carey, Whitney Houston, The Rolling Stone y otras destacadas figuras.
Tuvo una etapa de rebeldía por la que casi la botan de su casa, pues rasuró parte de su cabeza, algo que desagradó a sus progenitores. Para entonces se fue a estudiar arte a la escuela de Altos de Chavón, pero de allí la sacó su madre, entendiendo que aquel ambiente no era para Claudine.
Se matriculó en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña como estudiante de arquitectura. Cursó seis semestres y detuvo sus estudios porque ingresó a una copy band, junto a Papolo Sonoro y Tomás Álvarez, en cuyo trajinar la descubrió el maestro Pengbian Sanz, quien la introdujo en la dinámica de los jingles. Desde ese momento ha grabado un montón de comerciales para diversas empresas.
Claudine, que en el año 1998 nos representó y fue finalista en el Festival OTI de la Canción, celebrado en Costa Rica, ha participado en diversos musicales escenificados en el Teatro Nacional, entre ellos “Más Sonido…Más Imagen” (1998) y “Cole Porter In Memorian” (1999), con el acompañamiento de la Orquesta Sinfónica Nacional.
En el año 1999 se mudó a Puerto Rico para grabar una producción de salsa con la compañía de Ralph Mercado, RMM. Y lo grabó, con canciones suyas y de Jandy Féliz, pero por un imprevisto la disquera fue transferida al catálogo de Universal Music Group y automáticamente quedó congelado su proyecto.
Ella no se sentó a llorar por eso, sino que regresó a su país y participó en los musicales “Otro Sonido…Otra Imagen” (1999) y “Sonidos de Broadway” (2000) ambos presentados en el Teatro Nacional y respaldados por la Orquesta Sinfónica Nacional.
De igual modo, fue contraparte del guatemalteco Ricardo Arjona en el Teatro Nacional (2000) y del español Enrique Iglesias en Altos de Chavón (2002), para luego, en este último año, grabar de forma independiente su producción “Dominicanos Siempre”, demostrando que su amor por lo suyo no es una pose acomodaticia u oportunista.
En el 2003 se presentó en el multitudinario Festival Presidente de Música Latina, fue artista invitada en gala de la Noche Dominicana efectuada en Radio City Music Hall, en Nueva York, y, además, recibió en Santo Domingo el Premio Nacional de la Juventud.
En el 2004 interpretó nuestro himno nacional en la Serie del Caribe que se celebró en Santo Domingo y en el 2005 vocalizó el canto patrio de los Estados Unidos poco antes de un partido de béisbol de grandes ligas entre los Orioles de Baltimore y los Angelinos de Anaheim, en el estadio de este equipo californiano. Aprovechó para visitar Hollywood y así cristalizó uno de sus grandes sueños.
Ahora bien, ella no descansa en su afán de acercarse al gusto popular y para sustentar sus intenciones acaba de lanzar una producción cargada de bachatas medio enchufadas a callejones urbanos y caminos vecinales, conteniendo una gran dosis de composiciones de su propiedad y con un marcado interés por diversificarse y renovarse.
“Yo me identifico mucho con la gente, aunque me sientan elitista, quizás porque siempre he grabado baladas o por ser rubia, de ojos verdes y apellido Bonó”, afirma la simpática cantautora, asegurando tener los mismos problemas que todo el pueblo.
Rememoró que montaba en “guaguas voladoras” cuando estudiaba en Altos de Chavón y agregó que abordaría un autobús de la OMSA sin problema. De hecho, promete montarse en “El Metro” para ir a Villa Mella a comer chicharrón o locrio de pica pica, “delicias culinarias” que le fascinan. Es más, se mostró disponible para grabar reggaetón con Don Miguelo y bachata con Blas Durán…o con quienes sea.
En el ínterin, Nelson Morel nos sorprendió con unos pastelitos de pollo y la inquieta Claudine devoró un par de ellos con mucha maestría. Entre mordisco y mordisco se desbordó en elogios para el talento de Juan Luis Guerra, Milly Quezada, Sergio Vargas y Rubby Pérez.
“La música es sentimiento. Si llegaste al alma, ya”. Con esta hermosa expresión despidió la entrevista y quedé convencido de que Claudine Bonó persistirá en su propósito de revertir las distorsiones que le han dificultado la ruta hacia el apoyo popular que tanto merece.