A la mayoría de los políticos modernos dominicanos hay que leerlos como lo hacía el militar analfabeto de la era Trujillo.
Y al decir mayoría, se advierte que no mido a todos con la misma vara, ya que reconozco la existencia de una parte de políticos (muy ínfima por cierto), que por un asunto de herencia rinden honor a la transparencia y la honestidad.
Siempre me ha deleitado la frase aquella atribuida al “guardia cuadrado”, quien ante la observación que se le hacía de que el periódico que tenia en sus manos estaba al revés, respondió: “¡Qué le importa a usted, los guardias leemos como quiera!”.
A esos políticos que tienen un doble para actuar, hay que leerlos, no “como quiera”, sino, simplemente al revés, lo que quiere decir, que cuando dicen NO, significa que dicen SI, y cuando dicen SI, significa que dicen NO.
En otras palabras, “donde dicen digo, dicen diego”, para usar otra frase del aforismo español muy conocida por estos lares que denota el descaro de ciertos individuos acostumbrados a deshonrar su palabra, y más aún, su conducta.
El otro mal de esa generación de políticos, son las claques, que aquí se hacen llamar “tendencias” y “corrientes”. En todos los partidos políticos dominicanos, incluyendo los “emergentes” y de “izquierda”, existen esas claques que en algunos casos operan como “tribus”, y en otros, como “logias”.
Alguien me dirá que ese mal (que se hace llamar también “clase aparte”), es un fenómeno de la sociedad dominicana, que está en los gremios, en las instituciones de la sociedad civil, en los grupos empresariales, y en sectores profesionales.
¿A caso, no existe en República Dominicana una suerte de “oligarquía intelectual”, vale decir, de gente supuestamente pensante, que se cree superior a otras, con las que no comparte ideas, espacios ni beneficios?
Es una “èlite pensante” que aquí nada tiene que ver con el color de la piel, y en caso de que lo tenga, podría relacionarse con el negro dominicano aquel que para diferenciarse del haitiano, se hacía llamar “blanco de la tierra”.
“Blanco de la tierra” (interpreto yo) significaba “negro superior”, ya no sólo de origen bantù, de cultura “ladina”, nacido y criado en territorio de “blancos”, sino, diferenciado del negro dehomeyano, de aspecto ordinario y condenado a una suerte de eterna vida “tribal”.
Huelga decir, que al que rechaza a otros por su color de la piel, se le llama: “racista”, y al de ínfula social “superior”: “negrero”, que históricamente era aquel que se dedicaba también a la trata de esclavos o que en su condición de amo o capataz de una plantación maltrataba al trabajador o subordinado.
Mirar por encima del hombro, llegar a un lugar y no sentarse y olerse su propio trasero, a fin de no compartir con “gente inferior” es una de las “virtudes” o “defectos”, de la claque intelectual a la que me refiero, la cual, sin embargo, vive dando cátedras sobre justicia y desigualdad social.
A éstos, (en su parte “pensante”) es que me refiero. Sus premisas son infalibles y por lo tanto axiomas y verdades absolutas libres de respuestas y contradicciones.
En el caso de los políticos de doble moral, el meollo está en los intereses, asociados a la compra de conciencia, al chantaje y al miedo. Con iguales vicios, en esa vida, convergen, profesionales, empresarios, sindicalistas, amén de los “civilistas” e intelectuales que se creen “clase aparte” y no quieren que se les confunda ni que se les iguales.
Ha sido ese fenómeno el sepulturero de los llamados grupos “revolucionarios” y “sindicales” dominicanos, que luego de atomizados por la lucha grupal y trivial, fueron desapareciendo o asociándose al mejor postor de los partidos tradicionales.
Lo cierto es, que como se desarrollan los acontecimientos, ese fenómeno parece que se encargará también de cavar la tumba del sistema de partidos políticos tradicionales. Ya ha ocurrido en otras naciones de nuestro propio hemisferio y sólo falta que aparezca un guardia con rango envalentonado que no tenga el lastre de Candelier, para que bajen las banderas de Capotillo y se conviertan en votos populares.
¿Importa a los políticos modernos ese peligro? Claro que sí: importa un bledo, un comino y un carajo.
Ellos no hacen política para pasar a la historia. Eso hay que dejárselo a Juan Bosch, Peña Gómez, Manolo Tavàrez y a Caamaño. Ese grupo de “románticos canallas” de nuestra política criolla, que como Duarte y Luperòn (un siglo antes), lo dieron todo a cambio de un nuevo proyecto de nación y de no ver sus nombres históricamente deshonrados.
Por demás, ellos, los padres de la patria y de nuestra democracia, están todos muertos y bien muertos para que no puedan servir de obstáculos a los políticos de nuevo cuño, de esos que hoy hacen política para hacer dinero y disfrutar de los placeres mal habidos.
Para esa generación de políticos, pasar a la historia, es un proyecto secundario, y no importa si se pasa como héroe o como villano.
Como el “rufián galeote” y el “pícaro aventurero”, de la época de la Conquista, que buscaba fama y dinero en tiempo récord para regresar a España con otro status, remotamente estaría pensando el más habilidoso de esos políticos, que muchos de los verdaderos héroes que hacen la historia, se quedan en el anonimato, mientras otros, los oportunistas, asesinos, traidores y renegados, aparecen luego con sus nombres “iconizados” en calles y obras que los honran y hacen eternos.
Y como la historia, en la mayoría de los casos, también se escribe al revés, a ellos se les tiene asignado un lugar cimero en el panteón de los inmortales.
Poder y riqueza parecen ser el único interés de la mayoría de políticos modernos.
Poder y riqueza para avasallar, mostrar falso glamour, cautivar y atraer a los cimarrones y también a mansos sin la necesidad de hipnotizarloss.
No importa que ambas cosas hayan sido alcanzadas a través de uno de los ejercicio que más pasiones encontradas sigue generando en estos días en la República Dominicana como si se tratase de un fenómeno de moda, de un ritual de locura.
Me refiero a la Corrupción, una suerte “Cosa Nostra” de todos los males de la sociedad dominicana, la misma que en otras partes del mundo ha sepultado a gobiernos, partidos y políticos que hasta ayer constituyeron dinastías intocables, al parecer protegidas por misterios y poderes milagrosos; pero que aquí, en el país de las vanaglorias, se ven tan “posicionados”, “orondos” y “arrogantes”, que se atreven a leer escritos como éste, que nada tienen de estùpidos ni graciosos, y llamar a uno de sus acólitos para que los conviertan en tusas de sanitarios.
¡Y que siga la fiesta del Renove…. y la Justicia dando sentencias como se despluma un pollo en el marcado!