Cuando nos llega una invitación, que contentos nos ponemos..!.
Pensamos que vamos a compartir con los amigos y familiares, que nos han tenido en cuenta, que no nos afueriaron y nos preparamos para asistir con nuestras mejores galas.
Pero mire, antes de revisar la ropa, revise su conducta. Tenga en cuenta dónde va, a qué hora, quiénes van, cuántas personas han sido invitadas porque después del hambre, el Síndrome del Desentone es el peor que azota a la humanidad desde siempre.
Imagínese que usted se aparezca a una boda, de las que se celebran en los hoteles, donde la cena se paga por plato y el vino, además del costo, por descorche, acompañado de una prima, dos vecinas, la comadre, su ahijada y dos muchachos de los que se embizcan de las botellas y que encima de la hazaña quiera llevarse una “de recuerdo.”
..Y eso, que todavía no es nada, al final de la exhibición de malas costumbres que usted propició por cargar con tanta gente, queda tan emocionados que ya metieron una copa en la cartera y además se llevan el centro de mesa que es una copa de plata para colocar flores, que como es alquilada, debe devolverse.
Nunca olvido la boda de una amiga a la que asistí en Villa Francisca, en una humilde casa donde cubrieron las paredes con cortinas de blonda, que a su vez fueron decoradas son ramitos de flores y céfiro.
Todo iba muy bien hasta que empezó la mala maña de llevarse los recuerdos….se armó una lucha cuerpo a cuerpo por un ramo, se rompió la cortina, quedó al descubierto la vieja pared descascarada y se acabó la boda… sólo recuerdo la cara de vergüenza que puso la pobre Nana. Abur.
Si usted tiene una historia que contar de este tipo, hagalo ahora o calle para siempre.