Han pasado varios días desde el último discurso del presidente de la República. Esta vez ante los candidatos a puestos congresionales y municipales del PLD y todavía no salgo de mi asombro.
Se trató de una intervención pobre, electorera, llena de deficiencias y lapsus. Me parece que a estas presentaciones deplorables se refería el senador Alburquerque al imputar a Fernández “pérdida de facultades.”
La tesis del presidente es, que el congreso está dominado por una mayoría mecánica de 29 senadores perredeístas y 2 reformistas. Que esa distribución representa una tiranía. Que se requiere cambiar tal composición por otra plural y participativa y que la alianza estratégica pretende, no solo reeditar esta integración del congreso sino afianzarla, para desde allí “asaltar” otras instituciones públicas como el Consejo Nacional de la Magistratura, la JCE y la Cámara de Cuentas.
Tilda esta hipotética intención de la alianza estratégica como “maligna” y nos recuerda el viejo alegato de los que ejercen el gobierno pretendiendo prolongarse en el, de que si el pueblo “se equivoca” y no escoge a los suyos, podríamos estar dando “un salto al vacío”.
Olvida probablemente adrede, que los senadores actuales fueron electos mediante votación válida en unas elecciones libres y limpias, donde los candidatos del PLD resultaron derrotados. No conozco de otro método más constitucional, democrático, plural y participativo de escoger a los funcionarios y miembros de los diversos poderes del estado.
Es la constitución que dice como se deciden los integrantes de los poderes del estado; si el presidente está en desacuerdo con alguna acción culpable que haya servido para adulterar los procedimientos de elección estipulados en la ley, es, primero su deber y luego su derecho, recurrir a las instancias legales y plantear una oposición por las vías correspondientes.
Pero resulta que el presidente nunca ha tomado una iniciativa de ese tenor, sino que hasta ahora ha solicitado y obtenido graciosamente el apoyo que permiten las leyes a sus proyectos. No hay en el prontuario del congreso una sola negativa o rechazo a alguna demanda importante del ejecutivo. Así que el presidente no tiene una sola referencia creíble que permita sospechar de cerril, rebelde o conspirativo el actual congreso.
De mi parte hasta me quejaría de los legisladores por haber sido exageradamente complacientes con el ejecutivo.
Que sepamos los partidos políticos dominicanos más importantes son PRD, PLD y PRSC. Los tres tienen representación congresional y también algunos aliados como la FNP y el PTD. Es decir, se trata de un parlamento plural, tanto, que los partidos principales cedieron curules a grupos asociados. La diferencia en el número de legisladores que pertenecen a cada partido no opaca el carácter plural de su composición.
Y lo mismo con la acusación de que el congreso dio curso a una reforma constitucional con el exclusivo propósito de sancionar la reelección. Que sepamos el presidente nunca condenó tal decisión; más bien la corroboró, al mostrarse partidario del sistema norteamericano como lo registra la prensa de entonces.
Tampoco existe un proyecto posterior suyo solicitando una revocación del articulo 49 de la constitución. Si uno reflexiona adecuadamente, se da cuenta que la critica del presidente no es un acto sincero, porque en el fondo de su corazón está agradecido de una medida que hoy le franquea el paso para presentarse a la reelección en el año 2008.
Como quiera que lo veamos se trató de un mal discurso, que auto incrimina, más que acusar; no puede ser malo en otros poseer lo que yo pretendo con los mismos fines o peores. De no ser así, para que “venceremos en las 32 provincias”, o acaso, ¿32 son menos que 29?.