¡Qué fácil resulta refugiarse en el amor y en su nombre justificar nuestras debilidades! Amar, para muchos, es consentir y consentirse. Es pintarse una sonrisa, ocultando la tristeza y la apatía. Es perseguir con celo y ceder ante los afectos y las lágrimas.
Es abrazar por formulismo y por costumbre. Es no decir lo que siente el corazón por no traumatizar al prójimo.
En nombre del Amor y de Dios se mata en las guerras, en las fronteras, en las Cruzadas y en los conflictos. En nombre del Amor se "tolera" hasta romper la dignidad del hombre, y bajo el mismo Dios y evocando su nombre, un pueblo hiere a otro y los hombres se matan entre sí.
En nombre del Amor se tiraniza al hijo, al hermano y al prójimo, exigiendo una respuesta premeditada, férrea y conveniente a nuestras concepciones.
Entendemos el Amor como un elemento a nuestro servicio para someter y reprimir "lo diferente", lo poliédrico y lo complementario que el otro nos ofrece.
¡No se puede poseer al Amor!. Es el Amor el que posee, instruye y proyecta espontáneamente a cada uno hacia una meta y un fin que no discute, que no discrepa y que no se enfrenta.
"Aunque yo hable con la lengua de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, mis palabras son como el sonido de un latón o como el tintineo de un platillo. Aunque diga lo que ha de venir y conozca todos los secretos y toda la sabiduría, y aunque tenga una fe tan fuerte como la tormenta que mueve las montañas de su sitio, si no tengo amor no soy nada”.
El amor es paciente, y el amor es amable. El amor no es envidioso, no hace mal, no conoce el orgullo, no es rudo ni egoísta. Es ecuánime, no cree en la malicia, no se regocija en la injusticia, sino que se deleita en la justicia. El amor lo defiende todo, el amor lo cree todo, el amor lo espera todo, y el amor lo soporta todo, porque nunca se agota.
Practiquemos pues de quienes con sabiduría han escrito sobre el sentimiento que mueve todo, amémonos primero nosotros; luego a los demás incluyendo la naturaleza misma, las plantas, los frutos, las flores, los ríos, los mares, los animales, incluidos los hombres, todo lo que al igual que nosotros sea poseedor de vida.
Manifestemos, pues, el amor a nuestros padres, hijos, vecinos, compañeros de trabajo, al heladero, al carnicero, al frutero, al limpiabotas, y hasta al oficial de la Amet, ¿porque no?
Amemos pues sin límites, si Dios por amor, nos ha dado a su único hijo, para que a través de él seamos salvos, y Jesús, a su vez murió crucificado en la cruz por su amor a nosotros, ¿Qué tanto podríamos sacrificar por amor?…