Cada vez que los dominicanos acudimos a las urnas, es necesario pedirle a los altos dirigentes de los partidos y sus candidatos moderación y respeto.
El país tiene la clara percepción de que como en todas partes, los lideres de los par-tidos aparecen ante los medios de comunicaci'on, como si fueran enconados adversar-rios personales, cuando en realidad es todo lo contrario, cenan y desayunan juntos con mayor asiduidad que familiares cercanos, y de almuerzos y convesaciones en privado ni hablar.
Lo spolíticos tienen adversarios, y cada uno de ellos lucha como puede, y hasta como no debe por lograr su objetivo, que no es más que el poder, el mediano y el más alto, de ahí en fuera son sencillamente actores de una misma pelicula que se repite cada cua-tro años.
Ahora bien en un país donde lamentablemente la política apasiona, y los dirigentes se encargan de tirarle leña al fuego con su reparto de botellas de ron, y con otros ince-ntivos, los chiquitos se tiran al cuello, y salen siempre o lesionados o muertos.
Las campañas no dejan nada productivo para el intelecto de los dominicanos, porque ni siquiera los partidos se ocupan de preparar a sus dirigentes medios precisam-.ente porque mientras menos cultos son, menor es el esfuerzo para convertirlos en co-me gentes durante las campañas.
Todos los medios de comunicación, y los comunicadores en particular, debemos de inciar conjutamente con la campaña un llamado al pueblo para que no sean vicitimas de las maquinaciones y supuestas malquerencias de los dirigentes de los partidos políticos.
Y algo más, doloroso y todo, pero cierto y muy cierto, muertos, heridos, y lessiona-dos de campaña no se pagan.
Ese es no lo dude nadie el convencimiento que tienen los grandes, los que se repa- rten entre ellos y sus allegados, sus amigos y familiares las ventajas del poder.