HE TENIDO MUCHAS relaciones junto a los médicos legistas y forenses, que ahora pertenecen al Instituto Nacional de Ciencias Forenses de la República Dominicana (INACIF). Deseo compartir ahora con el amigo lector, los problemas que más convienen al oficio de médico forense, y hacerlo con gran placer, ya que definitivamente admiro y estimo a los legistas y a los médicos forenses del país, aunque ello no signifique el por qué de mis siguientes opiniones.
En un principio, contribuir con una ligera explicación de la diferencia conceptual para evitar lo que se llama vaguedad semántica entre estos dos tipos de profesionales, que la generalidad ha estado nombrando de manera indistinta. Interesado por la patología forense desde un tiempo para acá, consideramos importante que se acepte que los médicos forenses no son patólogos forenses y que los médicos legistas son médicos generales con o sin especialidad, pero no son médicos forenses, aunque sí ha habido casos de legistas que con el tiempo se convertido en forenses.
Para ser de este último tipo es necesario haber cursado la residencia médica que lleva el mismo nombre: medicina forense. Digno de mención es el caso del doctor Lino Quezada, que siendo anatomopatólogo, ejerece la función de legista en el INACIF, o el caso de un psiquiatra, con semejante función en la Fiscalía de Cristo Rey. Llama la atención el caso de los doctores Androkis Ramón Peña Cuevas, médico forense, que es el coordinador de los médicos legistas de la Provincia de Santo Domingo, y de Raúl Bautista Almánzar, coordinador en el Distrito Nacional, que antes eran legistas y ahora son forenses.
Los médicos forenses poseen el único diplomado o la única residencia que hay en el país, salida del único ambiente científico creada en 1996 (el mérito es del doctor Sarita Valdez), que forma a los médicos generales que luego hacen funciones de patología forense al servicio de toda la administración de justicia. Pero no son los forenses los únicos que ejercen la profesión de medicina forense en nuestro país; están los médicos legistas, que a pesar de poseer una exigua preparación dentro de la función de legista, sin pertenecer a ningún «círculo respectivo», son acreedores de especialidades como los médicos que son.
Cree el profano que con la aparición del INACIF, el médico legista ha logrado un paso de avance al obtener un cambio profesional; muy por el contrario, está pendiente de aparecer al menos la primera actitud de que al legista lo van a encauzar en la enseñanza medicolegal de la que todavía carece.
Escasos en números –unos 54 en todo el país–, la gran mayoría, ignora la gran bibliografía de la medicina legal (libros, revistas especializadas y artículos) y no obstante de ello, no lo podemos ver del todo como unos «empíricos», y hasta los «saca-balas» de otras pocas. Porque como hemos dicho, los hay que si tienen especialidades; los vemos levantar los cadáveres todo el tiempo, y no saber el qué y el cómo de las autopsias, es algo muy duro para todos ellos.
Siento que no sé cómo voy a enfrentarme a estos doctores-profesores de la medicina legal que son los médicos forenses, y sobre todo, a los que han dirigido el Instituto de Patología Forense, a los que han enseñado en esa residencia médica, para decirles lo que realmente pienso de los médicos legistas y de sus verdaderos problemas; pues, no puede haber mayor fortuna para un especialista y además perito, que el abrazar los objetivos por lo que se realizan las ciencias forenses; aunque –quizás ya debería haberlo dicho– existe una situación muy difícil en el plano laboral y de capacitación del médico legista.
¿En qué han estado pensando los médicos forenses todo este tiempo, sobre la figura del legista?, ¿ha sido la culpa de los jueces y médicos forenses, o de los gobiernos y de la conciencia colectiva, la falta de voluntad frente al trabajo de los legistas?
La medicina legal no es una ciencia estática o estacionaria, sin contacto con la realidad social. Todo lo contrario, los países donde no hay un buen desempeño del saber medicolegal, no puede atenderse con justicia objetiva y con criterio científico los conflictos a los que se refiere el derecho penal.
Tengo muchas dudas de que vaya a producirse un cambio positivo en el fuero judicial y de que no mejore o cambie desfavorablemente la suerte del médico legista, de acuerdo a los criterios de la enseñanza, que debe permitírsele al mismo tiempo que se realiza una inspección póstuma de los cadáveres, mejor conocida como la investigación de la escena de la muerte. Esto va a representar un reto para los directores de la Residencia de
Medicina Forense, que no aceptan, hoy por hoy, residentes si no es a tiempo completo.
A la altura de lo antes establecido, deseo referirme al INACIF, que ahora institucionaliza a los legistas como antes lo había hecho el Instituto Nacional de Patología Forense (INPF). Al observar las letras que conforman el decreto que da vida a la primera de ellas, se puede leer que en el INPF la docencia y la enseñanza es sólo para los residentes de la medicina forense; en cuanto al INACIF, no se menciona el asunto del lugar que va a ocupar la residencia médica para la institución, y por supuesto, que esto vaya a ocurrir con los legistas.
Pongo todo mi esfuerzo en esas disquisiciones, porque siento el poder de los trabajadores de la medicina forense, y deseo una mejor suerte para los médicos legistas. Ellos encarnan el alma de la institución en cuestión, además de ser mayor en números que los mismos forenses. Digamos que ha existido buena voluntad en las autoridades que diseñaron el INACIF, pero se impone volver siempre a este problema, que a los legistas no lo está formando nadie.
Esperemos que sea el INACIF que haga lo que no pudieron hacer los maestros de la medicina legal en nuestro país, al no formar una agrupación científica que sirva para regular este y otros asuntos (es la «Sociedad Dominicana de Patólogos Forenses»), que incluya a los legistas, demostrando así su cooperación medicolegal con la justicia, desarrollando institucionalmente la tarea de los médicos legistas hasta convertirlo gradualmente en médicos forenses mediante un título universitario.