Con la más reciente sentencia del Plan Renove se repitió la historia. La historia de la corrupción administrativa. La misma que en República Dominicana es cíclica como lo eran una vez ciertos frutos del campo que ahora hay que importar…
En nuestro país la corrupción se parece a un río sucio cargado de carroña y de mosquera, con varias desembocaduras, amenazando con contaminar y anegar aire, mar y tierra.
El presidente de la Suprema Corte de Justicia, Jorge Subero Isa, que no suele hablar con emoción, la comparó con la hidra, la serpiente monstruosa de siete cabezas que nos narra la mitología griega.
Pero a la hidra que más se parece el mal de la corrupción nuestra, es a la de Lerna, el monstruo de nueve cabezas que vivía en un pantano y era la amenaza para todos los habitantes de Argos e Itaca, las ciudades de los héroes que invadieron a Troya.
De ella se dice que su aliento venenoso contaminaba los campos e impedía la plantación de comida. Cuando le cortaban una de sus cabezas, crecían dos en su lugar, mientras la cabeza del centro era inmortal.
La hidra de la corrupción en nuestro país es peor a la de siete cabezas y también a la de Lerna, con el agravante de que no contamos con un Jorge Subero Isa con el poder de un Hércules para que le triture sus cabezas.
Y lo digo por el hecho cierto y doblemente monstruoso de que ya no se trata sólo de que hay ladrones profesiones de la cosa pública en ejercicio y otros esperando su turno y en acecho, sino ladrones consumados y multiplicados con padrinos en la judicatura.
A ello se refirió inicialmente también Subero Isa, cuando rompiendo su compromiso de hablar por escrito, declaró indignado ante preguntas de periodistas, que en nuestros tribunales hay jueces que emiten sentencias que avergüenzan.
Habló también de politiquería y de chácharas en la Justicia.
Todo eso es verdad y “a confesión de parte relevo de pruebas”.
Mucho más si lo dice el jefe del Poder Judicial.
Con lo que no estoy de acuerdo es, de que sea fácil combatir la corrupción, como proclama Subero Isa, quien señala que los corruptos andan exhibiendo lo robado, por lo que sólo hay que identificarlos y obligarlos a dar explicaciones mediante procedimientos de ley.
Eso no será posible mientras prevalezcan la politiquería, la asociación de malhechores, el tráfico de influencia, los intereses, la impunidad y el miedo.
Hoy fue lo de Renove, para muchos una crónica anunciada.
Mañana será otro caso escandaloso en lista de espera.
Al unísono con la impotencia de la población, volverán las reacciones del cardenal, del Procurador, del Presidente de la Suprema, de la Sociedad Civil, y todo seguirá igual.
¿Cuántas sentencias similares no se han producido en los tribunales de la República sin que nunca pase nada?
O mejor sea dicho, ¿cuántas han sido prenunciadas y luego protestadas por las altas investiduras?, para que más tarde, cuando las aguas del río sucio vuelvan a su nivel y aparenten correr tranquilas, ¡cataplàn!, estalle otra precipitación venida de las alturas.
Ocurre con el narcotráfico, con el lavado de activo, con la trata de
personas y con la corrupción administrativa.
Es la historia de nunca acabar.
La historia de la corrupción a la dominicana, que a decir verdad y para hacer una, un tanto cantinflesca comparación, aquí, no anda como la hidra, sino, como la hiedra.
Se parece al título de una vieja canción.