GUINSAUGON, FILIPINAS. -Dos días después de la avalancha de tierra que sepultó al pueblo de Guinsaugon, al sur de Filipinas, las autoridades informaron que recibieron desesperados mensajes de texto pidiendo ayuda de alumnos y profesores de una escuela de la zona la misma mañana de la tragedia. "Estamos vivos, sáquenos de aquí".
"Estamos en una habitación, aún vivos", decían los mensajes enviados desde un celular, poco después de que la escuela primaria con cerca de 250 personas quedara sepultada tras el desprendimiento de una montaña aledaña, a causa de las fuertes lluvias en la zona.
Un equipo de rescate de 60 soldados llegó al lugar donde horas antes se encontraban reunidos alumnos, profesores y algunas mamás con motivo de la celebración del Día de la Madre. Pese a los esfuerzos que se prolongaron hasta la noche, el equipo solo pudo encontrar cadáveres, pero ninguna señal de supervivientes.
Hasta ayer se manejaban dos versiones acerca del número de muertos por el deslizamiento de tierra. El teniente coronel Raúl Farnacio, afirmó que la cifra que manejaban las autoridades de Manila era cercana a los 1.800 desaparecidos. Pero para María Lim, alcaldesa del pueblo vecino de Guinsaugon, Saint Bernard, la cifra podría llegar a los 3.000, debido al lodo que abarcó unas 40 hectáreas y llegó a los 10 metros en algunos lugares.
"No hay indicios de vida, no hay techos. No queda nada", declaró la gobernadora de la provincia de la isla de Leyte, Rosette Lerias, en referencia a las 375 viviendas que desaparecieron en instantes y de los 55 cadáveres que hasta ayer se habían recuperado. Sólo 117 personas sobrevivieron, entre ellas Rosmarie Sibunga de seis años y Anthony Enso, de 12 meses.
"Cuando se produjo el deslizamiento de tierra corrí y corrí, pero la tierra me alcanzo. Me caí y el lodo me tragó", solo después "levanté la mano y grite pidiendo ayuda", contó Rosmarie junto a su padre, Ricardo Sibunga, quien también logró salvarse. Su esposa y sus otros cuatro hijos aún se encuentran desaparecidos.
El pequeño Anthony fue encontrado por su padre quien volvía ese día al pueblo sin haberse enterado del deslizamiento. Al ver la devastación del lugar, se dirigió hacía el hospital de Anahawan con la esperanza de encontrar a su familia, pero su sorpresa fue mayor al encontrar a su hijo en medio del lodo.
Hasta ayer los equipos de rescate continuaban con la búsqueda, ante la amenaza de un nuevo desprendimiento debido a las intensas lluvias. EE.UU. envió varios helicópteros y un barco a la zona, para colaborar en el traslado de víctimas. La Cruz Roja por su parte, despachó aviones cargados de agua y alimentos para los damnificados.