El proceso electoral de Costa Rica, una nación que por su desarrollo económico y social es considerada la capital de Centroamérica y el Caribe, sólo confirma las paradojas de la política. Podía inferirse que por las credenciales del doctor Oscar Arias, un ex presidente que salió del poder rodeado de una amplia popularidad y todo el prestigio que representa un galardón como el de Premio Nóbel de la Paz, era una carta de triunfo en un país en que el clientelismo no domina la intención del voto, además de postulado por una entidad que ha realizado los más valiosos aportes al proceso democrático tico como el Partido de Liberación Nacional (PLN).
Ese Oscar Arias, que si bien se perfila como ganador de las elecciones costarricenses, no ha obtenido más que el apoyo de poco más de un 40 por ciento del electorado. Significa que sus credenciales no bastaron en sí para despertar la confianza de la mayoría frente a problemática que tanto impactan en la población como los tratados de libre comercio. Entonces, más que símbolos colmados de prestigio lo que ha ocurrido en Costa Rica enseña que los pueblos prefieren respuestas concretas.
Podía parecer que Arias lo tenía todo para ganar los comicios de manera abrumadora, sobre todo cuando el principal contendor del PLN no era su viejo rival del Partido de Unidad Social Cristiana (PUSC), del presidente Abel Pacheco, sino el emergente Partido Acción Ciudadana (PAC), del economista y empresario conservador Ottón Solís.
Pero el discurso de Solís, que también alcanzó más del 40 por ciento de los votos, fue más cautivador y penetrante. Y no que fuera un embaucador o demagogo, pues lo que proponía como base de su mandato era probidad y ética en la gestión pública, uso correcto de los recursos públicos y un compromiso mayor con la pequeña empresa y el mercado interno. Además de distancia de las posturas económicas y sociales vigentes en Costa Rica hasta la fecha.
El comportamiento electoral de una nación que ha reducido a su mínima expresión el analfabetismo, eliminado enfermedades primarias, con bajísimo índice de desempleo, que ha mantenido un crecimiento real y sostenido de su economía y otros apreciables adelantos puede indicar que los ticos están insatisfechos con los que son y con su desarrollo histórico. Y por lo tanto ven con recelo a los políticos tradicionales, aun se trate de figuras tan bien ranqueadas en el plano internacional y con tan buenas credenciales como el doctor Oscar Arias.
Pero no sólo en uno, sino en múltiples aspectos llama la atención el fenómeno tico, a quienes un discurso antineoliberal de un candidato conservador convenció prácticamente más que muchos otros elementos que estaban en juego en el proceso electoral.
Como Costa Rica no es Bolivia, lo que ha ocurrido con una figura como el Premio Nóbel de la Paz envía un mensajes que, al menos para la clase política, en modo alguno puede pasar inadvertido.