Los ciudadanos y ciudadanas de los países industrializados o con cierto nivel de desarrollo, vivimos inmersos en un mundo lleno de ruidos, que parecen ya inseparables de nuestra vida cotidiana. El problema es hasta cierto punto universal aunque, hay notables diferencias de grado entre países, siendo el nuestro uno de los que se encuentran en una situación peor.
A diferencia de la visión, nuestro sistema auditivo está siempre abierto al mundo, lo que implica una recepción continuada de estímulos y de informaciones sonoras de las que no podemos sustraernos. Gran parte de nuestra experiencia está relacionada con el sonido, que constituye un estímulo importante y necesario, a la vez que es canal de comunicación con el medio que nos rodea.
Según su procedencia, sus características e incluso, según nuestras circunstancias en el momento en que los percibimos, los sonidos pueden resultarnos suaves y agradables murmullos o estrepitosos y agresivos ruidos. La diferencia fundamental entre "sonido" y "ruido" está determinada por un factor subjetivo: "ruido es todo sonido no deseado".
Un mismo sonido, como la música por ejemplo, puede ser percibido como agradable, relajante o estimulante, enriquecedor o sublime, por la persona que decide disfrutarla, o bien como una agresión física y mental por otra persona que se ve obligada a escucharla a pesar de su dolor de cabeza, o por aquella otra que ve perturbado su descanso.
Recientemente asistí a una conferencia dictada por Catana Pérez de Cuello, denominada: “Los Beneficios de la música o el poder del sonido” al culminar la conferencia me di cuenta de que tan equivocados estamos todos, cuando permitimos y aceptamos vivir en una ciudad de por si llena de ruidos sin que hagamos nada.
Las normas comienzan en nuestra propia casa, evitar tener encendidos al mismo tiempo, el Televisor, Radio, Licuadora, nos beneficia a todos, aprendamos a escuchar buena música y la que vaya acorde con su estado de ánimo.
Sugerencias:
Vivaldi La lluvia
Bach Concierto de Brandeburgo
Mozart y Bethoven