Confieso que no soy nada prejuiciado, mucho menos cuando se trata de opinar o emitir juicios de valor sobre figuras publicas o privadas. Más cuando estas se ubican en la alta política internacional, como es el caso del vicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney, quien la semana pasada se vio involucrado en una compleja situación que pudo derivar en un mayúsculo escándalo fruto del mal manejo que se dio a un hecho, aparentemente, simple y sencillo.
Tengo mis dudas, pues los pensamientos son libres, sobre lo que realmente ocurrió durante la cacería de Cheney y sus amigos. Y es que, una vez mas se confirma, en la actual administración de George W. Bush, la mentira es la materia prima que sirve de base a todo cuanto hace y dice el gobierno norteamericano. Ya se conoce del mar de mentiras con que Bush y sus aliados engañaron al mundo para invadir a Irak, y desde Afganistán iniciar su “guerra contra el terrorismo”.
Veamos el hecho en si para luego desglosarlo parte por parte. El sábado, 18 de febrero del 2006, el vicepresidente Cheney se va de caza con unos amigos, antes almorzaron y tomo una cerveza. Luego, en medio de la cacería el segundo al mando de Estados Unidos dispara a un grupo de codornices y quien resultada herido es su compañero, el abogado Harry Whitingtton, de 78 anos de edad, un hecho definido como accidental. Hasta ahí va bien el cuento.
La cosa comienza a cambiar de color, cuando este simple “accidente” enciende los telares para producir mucha “tela para cortar”. A saber, no se informo de inmediato del hecho para que los “detalles confusos fueran aclarados”; después se culpo al herido por no informar a Cheney que estaba en la dirección en que este apuntaba su arma; Cheney ingirió alcohol (una cerveza) lo negó y luego lo admitió; En vez de informar a la Casa Blanca el vicepresidente autoriza a una ciudadana cualquiera –si, porque eso es Katharine Armstrong, propietaria de la hacienda donde ocurrió el accidente- para que informe la situación a la prensa; cuando la casa presidencial asume el tema, lo hace para ratificar lo dicho por Armstrong, no habla con información propia del caso. ¿Por qué?
Todo esto, me lleva a pensar que “hay gato entre macuto”. Es decir, el supuesto mal manejo de un hecho tan sencillo, no puede conducir a otra cosa que no sea pensar en que la administración Bush tenia (o tiene todavía) algo que esconder del accidente de cacería de su vicepresidente. Habría que investigar con profundidad la relación del abogado herido con el gobierno, con Bush, con Cheney y con el estado de Texas.
Un buen novelista, tendría en el accidente un tema para escribir una buena novela, que podría llevar por titulo: Cheney, Codornices y Petróleo: Torpeza Informativa. La admisión del hecho, cuatro días mas tarde, es el mejor indicativo de la deliberada intención de no informar a la opinión publica norteamericana que su segundo hombre al frente de la nación estaba involucrado en un hecho violento relacionado con el alcohol.
Si finalmente, lo admitiría de la forma bravucona que en que lo hizo: “No fue culpa de Harry. No se puede echar la culpa a nadie más. Yo soy el tipo que jalo el gatillo y le dispare a mi amigo”. Informar a la nación y al mundo tan pronto como ocurrió el “accidente” era preferible, pues no levantaría esa estela de dudas y sospechas, la que hoy pone a Dick Cheney ante la opinión mundial en la misma posición de su presidente: son mentirosos los dos.