BAGDAD.- En este país se tiene la impresión que la guerra civil de los grupos chiies y sunies ha comenzado. Esa preocupacion ha llevado al presidente presidente de Irak, Jalal Talabani a pedir a los iraquíes que no permitan que el ataque contra una emblemática mezquita chií de Samarra arrastre al país a una guerra civil.
Tras este atentado, el conflicto entre grupos ha alcanzado un punto álgido: varios templos suníes están siendo atacados y miles de chiíes protestan en las calles. La violencia se ha cobrado ya seis vidas.
"Este nuevo crimen es una advertencia de que hay una conspiración contra los iraquíes para llevarnos a una guerra entre hermanos. No lo permitiremos", ha afirmado Talabani en un mensaje televisado, reporta El Mundo.es en su edición de este miércoles.
"Nos enfrentamos a una gran conspiración contra Irak, contra su unidad. Debemos trabajar juntos contra la amenaza de una guerra civil devastadora. Es nuestro mayor peligro". Talabani ha invitado además a todas las comunidades a condenar el ataque y ha afirmado que se esforzará para crear un Gobierno de unidad nacional que incluya a todos los grupos étnicos y religiosos dos meses después de las elecciones. "Doy gracias a Dios porque ninguna lista consiguiese la mayoría. Este resultado nos fuerza a todos a cooperar para crear un Gobierno nacional de la unidad".
Los conflictos entre suníes y chiíes son habituales en el país. En el Irak de la posguerra, la minoría suní, que gobernaba el país durante la dictadura de Sadam Husein, ha quedado fuera de los círculos de poder. El actual Gobierno está dirigido por una coalición de chiíes y kurdos, que se impuso de nuevo en las elecciones parlamentarias celebradas el pasado 15 de diciembre, aunque sin conseguir la mayoría necesaria.
Ataques a mezquitas
La tensión se ha agravado en las últimas horas. Según el partido islámico iraquí, un centenar de mezquitas suníes han sido atacadas en respuesta al atentado perpetrado esta madrugada contra el emblemático templo chií del imam Ali Al-Hadi. La violencia desatada se ha cobrado ya la muerte de siete personas, tres de ellos clérigos que trabajaban en las mezquitas de Al Rachedi, Al Sabar y Al Yaman respectivamente, situadas en Bagdad. Los otros cuatro fallecidos son fieles de mezquitas suníes que murieron en atentados contra los templos, informan fuentes del Ministerio de Interior.
Estos ataques llegan en respuesta a la explosión en el templo chií conocido con el nombre de "la mezquita dorada". Según fuentes iraquíes, un grupo de hombres vestidos con uniformes de la policía iraquí entró en el templo y detonaron explosivos justo bajo la cúpula, destruyéndola por completo y dañando el resto de la mezquita.
El templo es el cuarto templo chií más grande e importante de Irak. Los otros tres se encuentran en Nayaf, Kerbala y el distrito bagdadí de Kadhimiya. Dos de los 12 imames más venerados por los chiíes, Ali al Hadi y su hijo Hasan al Askari, se encuentran enterrados en el templo destruido.
Además, el imán suní Amyad Al Zahaui fue secuestrado en la zona de Al Karrada, en el centro de Bagdad, por un grupo que irrumpió en la mezquita en la que trabajaba.
El Partido Islámico Iraquí (PII), uno de los más importantes de los árabes suníes de Irak, asegura que al menos 29 mezquitas suníes han sido atacadas. "Han sido incendiadas, atacadas y ocupadas, con todo tipo de armas. Además, una de nuestras sedes ha sido cercada en la ciudad de Basora", declaró su secretario general, Tarek al Hachemi.
Fuentes del Ministerio iraquí del Interior cifran en 15 los templos atacados. A fin de evitar nuevos agresiones, las autoridades han intensificado la presencia de fuerzas del Ejército y de la Policía en torno a ellos.
Llamamientos a la unidad
Tras la explosión, el ayatolá Ali al-Sistani ha declarado siete días de luto y ha llamado a protestar pacíficamente. Decenas de habitantes de Samarra salieron a las calles para condenarlo y corearon consignas en contra del terrorismo, así como contra las tropas norteamericanas y el Gobierno iraquí, a los que acusaron de no proteger los santuarios. Las manifestaciones se extienden a lo largo de todo el país.
El primer ministro, Ibrahim al Yaafari, chií, ha declarado tres días de duelo y ha pedido unidad tras la explosión, en lo que ha calificado de ataque contra todos los musulmanes.
"Espero que nuestro pueblo heroico tenga más cuidado en esta ocasión para reforzar la unidad islamica y proteger la fraternidad islámica y la fraternidad nacional iraquí", declaró Yaafari en un discurso en directo emitido por la televisión estatal.