Da la impresión como que el Partido Revolucionario Dominicano está convencido que retendrá el sillón que está reservado en el Congreso Nacional, para el senador representante de la provincia de Santiago. Sólo así se puede justificar el interés de Víctor Méndez en quedarse; de José Rafael Abinader, en volver y de Héctor (Papín) Domínguez en estrenarse en el puesto.
Los tres (pero sobre todo los dos últimos) mantienen una sórdida lucha por la candidatura senatorial santiaguense, que hace recordar al país épocas que se creían fueron sepultadas, con la elección de las autoridades que, desde el pasado año, trazan la pauta a lo interno del principal partido de oposición. La cúpula perredeísta se ha inventado las más variadas fórmulas tendentes a seleccionar, con el menor trauma posible, a quien encabezará la boleta provincial en Santiago, de cara a las elecciones del 16 de mayo próximo.
Se ha hablado de escoger, mediante el “democrático” sistema del señalamiento, al candidato; se ha barajado la posibilidad de elegirlo a través de una encuesta y, últimamente, se ha dicho que habrá de ser una asamblea de dirigentes la que determinará tal cosa. Pero nada ha cuajado y ahí está el PRD resbalando en lo seco y frenando en lo mojado.
La dificultad que tiene el Presidum perredeísta de buscar una salida al problema en cuestión nos retrotrae a la memoria el negativo promedio que ha tenido el PRD, cuando de salvar ese tipo de escollos se trata. En Santiago no se ha podido elegir a los candidatos provinciales y municipales, por lo menos desde 1978 hasta hoy, sin que medie el fantasma de la división.
Recordamos la pugna que caracterizó la escogencia de Víctor Méndez como candidato a síndico ese año; después la repetición de la historia cuatro años después, cuando fue elegido Virgilio Mainardi Reyna, quien antes había adversado a Méndez. En 1986 las encuestas decían que Méndez debía volver a encabezar la boleta municipal, pero un grupo de dirigentes presionó tanto al entonces candidato presidencial Jacobo Majluta, que este terminó por aprobar que fuera el empresario Miguel Tallaj quien corriera para síndico. Los hechos demostraron que “asesoraron” mal a Jacobo, porque Tallaj no sólo perdió de manera humillante la candidatura, sino que de paso abandonó la política.
Sólo el mágico dedo de Peña Gómez evitó males mayores en las elecciones de medio término de 1998, cuando impuso a José Rafael Abinader y a Héctor Grullón Moronta como candidatos a senador y síndico, respectivamente. Lógico, lo ayudó a ser efectivo en su labor bomberil, el hecho de que al PRD se le conferían pocas posibilidades de ganar, pero ocurrió todo lo contrario.
Y así sucesivamente, hasta llegar a las congresuales y municipales del 2002, cuando una fuerte crisis sacudió al PRD aquí (de la que evidentemente no se ha recuperado) y donde salieron electos Víctor Méndez a la senaduría y Andrés Burgos, a la sindicatura. Los perdedores, Andrés Santos y Héctor Grullón Moronta alegaron que fueron víctimas de fraudes…y por ahí María se va.
Como evidentemente en las filas del Partido Revolucionario Dominicano en Santiago no cabe aquello de que “toda regla tiene su excepción”, sus líderes otra vez someten a los santiaguenses a la desgracia de ver el deprimente espectáculo que ellos se encargan de reeditar cada cuatro años, como si esa fuera la norma de su accionar político. ¡Qué vergüenza, caballeros!