El presidente Leonel Fernández, en un acto organizado por la Juventud de su Partido de la Liberación Dominicana dijo que en el país hay fuerzas que deben vivir y otras que deben morir.
"Las que tienen que morir, que mueran", dijo recibiendo los aplausos y las consignas reeleccionistas de los presentes.
Al día siguiente, esa juventud que frenéticamente lo aplaudía, reclamaba el uno por ciento del presupuesto de la nación y una cuota significativa en la dirección del partido y del Estado.
¿Cuáles son las fuerzas que representan el pasado y el atraso que deben morir? ¿No serán las fuerzas "tiránicas" que controlan el Congreso y los Ayuntamientos? ¿No hablará de quienes encabezan al Partido Revolucionario Dominicano y al Partido Reformista Social Cristiano, que a pesar de la compra de dirigentes han formado la alianza rosada?
El presidente llama a los militantes y simpatizantes de su partido a tomar el Congreso. Acusa a los legisladores de la oposición de ser responsables de los males del país por no haberle aprobado, con punto y coma como si fueran lacayos, todos sus proyectos. Asegura que el PRD tiene una dictadura en el Congreso. Luego habla de fuerzas que deben vivir y otras que deben morir. Lógicamente, las que deben "vivir" las representa él, las que deben morir están en la oposición, principalmente en el PRD.
El presidente que hoy habla de muerte, en el marco de la campaña electoral, es el mismo que hace algunos años, ante el escándalo de los mil 450 millones de pesos mal gastados en el Programa de Empleo Mínimo (Peme), decía que era preferible pagar que matar. Ahora parece que es preferible matar antes que permitir el libre juego de las ideas, como debe ocurrir en todo régimen democrático.
Es el mismo que luego de cuarto muertos en Piedra Blanca, incluyendo a un regidor que un día antes había denunciado una trama para matarlo por haber renunciado del PLD, se presenta en el pueblo y nombra como presidente del Consejo de Desarrollo de esa provincia al principal sospechoso.
Es el mismo presidente que ordenó la toma militar de la Liga Municipal Dominicana, donde resultaron heridos síndicos, senadores y periodistas.
Hablamos de un partido cuyos militantes asesinaron cruelmente a trompadas, patadas y martillazos a un general en plena vía pública mientras hacían labores proselitistas.
La intolerancia del Partido de la Liberación Dominicana, resultado de una génesis un tanto fascista, ya superada en gran parte del mundo occidental, la vemos en la manera atropellante en que tratan a todo aquél que le hace una crítica, no importa la intención ni la investidura.
El que osa criticar al gobierno no recibe un "boche", recibe un insulto, una amenaza, un intento de descalificación moral a través de una acusación de corrupción. (Cuando los oyentes del programa El Gobierno de la Tarde me preguntan cómo estoy, respondo: "vivo, suelto y sin expediente". Como están las cosas, cualquiera puede estar en la lista de los que deben "morir", de los que deben ir a la cárcel luego de un expediente elaborado por la fiscalía (que ahora es una especie de Gestapo)
El discurso del presidente Fernández ante la juventud de su partido no puede pasar inadvertido, conociendo la naturaleza del partido de gobierno, principalmente ante la sociedad civil, los partidos de oposición, y las organizaciones de los derechos humanos, porque, insisto, la masacre de Piedra Blanca, Bonao, no fue casualidad.
Tras la muerte de Trujillo, hasta después de la guerra de abril, era posible un discurso de fuerzas que deben morir y otras que deben vivir. Tales expresiones caben en un marco, digamos doctrinario, tal vez, de lucha de clase, desde el punto de vista marxista-leninista; pero no hoy, muchos años después de terminada la guerra fría, con el muro de Berlín rodando sobre las cabezas calientes de los utópicos del mundo que soñaban con el socialismo.
El presidente Fernández quiere meter miedo. Tal vez no sabe que "el jefe" murió. Ya nadie tiene miedo.
En las elecciones de mayo está en juego la reelección de Fernández. De ahí su activismo, la repartidera de dinero en sobres morados con recursos del Estado. De ahí el intento de impedir la alianza rosada…. En realidad, el presidente tiene miedo. Teme ser nuevamente derrotado. Por eso, en un lenguaje altisonante, habla de muerte como si estuviéramos en guerra.