El buen tino de un mandatario, y diríamos que de cualquier personas, en cualquier circunstancias, es no confundir los escenarios. El doctor Leonel Fernández, al tiempo de ser presidente de la República, es presidente también de su partido (de la Liberación Dominicana –PLD)
En los últimos meses el mandatario ha tenido que estar subiendo a tarimas, vestido del presidente del PLD, en donde pronuncia discursos de apoyo a los candidatos de la organización política que lidera para los comicios congresuales y municipales del 16 de mayo de este año.
En tal condición, y ejerciendo un legítimo derecho, Fernández ha hecho duras críticas a la mayoría congresual que encarnan el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC).
A esa mayoría el mandatario, como político en campaña, la ha criticado y ha dicho que es una dictadura.
En la tarima del proselitismo, Fernández ha llegado a decir que esa mayoría pretende seguirlo siendo para asaltar las instituciones del Estado, excluyendo al PLD de las instancias de Poder.
Son argumentos para llamar la atención del electorado, pues como se sabe, de cara a los comicios pendientes, el Presidente desea que el PLD tenga una mayor representación en las cámaras.
Pero esos riflazos al Congreso, precedían la comparecencia de este 27 de febrero del presidente Fernández, por lo que se esperaba una andanada suya orientada a rematar, o sino a tratar de diezmar al adversario.
Pero el buen tino del que siempre ha hecho gala nuestro presidente de la República orientó nueva vez su camino. El presidente, en vez de embestir pronunció un discurso conciliador, incluso reconociendo la colaboración de de esa mayoría congresual a su gestión de Gobierno.
Fernández defendió, como era de esperarse, su obra de Gobierno, con los datos y los argumentos que tenía a manos. Dijo su verdad sobre la gestión del año pasado.
Pero Fernández no confundió el escenario de la Asamblea Nacional con una tarima en el Palacio de los Deportes lleno de correligionarios.
Y en verdad, la fecha, el 27 de febrero, cuando se conmemora la Independencia Nacional, no debe ser para diatribas pasajeras, como son la mayoría de los argumentos que se originan en el proselitismo.
No creemos que el mandatario merezca ser felicitado por lo que hizo, pero si reconocido por el tino de no confundir el escenario.
Y es que al caldeado ambiente político que siempre vivimos, distiende cualquier gesto mesurado de quien encarna el principal liderazgo, como lo es el presidente de una Nación.
En buena hora.