Los partidos políticos y candidatos han mostrado desinterés por usar los recursos de Internet. Exceptuando al Partido de la Liberación Dominicana y aliados que tienen sites excelentes y actualizados, las demás fuerzas que lidian en el proceso electoral, infravaloran el impacto del producto digital.
Las estadísticas indican que menos de un 10 % de los hogares Dominicanos tienen conexión a Internet; la mayoría de las personas que accesan lo hacen desde empresas donde trabajan, con recursos ajenos. Sin embargo, el poder de este medio pasa por la reproducción al papel de sus creaciones, abarcando una población muy superior a la estimada por el uso directo.
Los usuarios se manejan como una élite que integra un taller colectivo de vocación publicitaria, sin cuyo impulso el día a día de los candidatos pierde validez. Las agencias publicitarias son un fardo burocrático que no puede competir con Internet.
El tiempo que supone crear un spot o un jingle bajo los términos formales y ponerlo en radio o televisión, es demasiado administrativo para mantener la viveza de una campaña. Internet pasa por una enorme artesanía de colaboradores, donde corren ríos de ideas, al estilo brainstorming.
El público decide sus favoritas y las traduce en carteles e impresos a papel.
La red es un espacio de libertad sujeto a reglas limitadas que siempre se incumplen. Casi el 90% de los usuarios son jóvenes, incluso menores de edad, que no califican para participar como votantes o que carecen de información apropiada que les permita elaborar juicios apegados a reglas lógicas o interpretaciones metódicas. Sin embargo, poseen un gran potencial en la producción de ideas y hechos imaginados que pueden objetivizar como productos digitales.
Representan un escenario de competencia en que los políticos están obligados a participar, porque en muchos casos como en Venezuela (visión de Chávez) y la República Dominicana (visión de Hipólito) aportan el perfil del adversario a la oposición.
Toda estrategia de marketing político convencional se basa en unos pocos pasos que podemos identificar: Presentación del candidato, especialmente si es nuevo o desconocido, exposición del programa o agenda de promesas, atacar al contrario ( imagen y programa), contra atacar los ataques del contrario. Internet, probablemente inducido por el anonimato de sus actores, se fija fundamentalmente en los dos últimos puntos: atacar y contra atacar.
Se practica un marketing duro, libre de censuras y requerimientos éticos. Hasta hace poco el concepto de "campaña sucia" hurgaba en los discursos o en unas pocas acciones deleznables de los candidatos. Expuestas en radio o televisión "las víctimas" se amparaban en el derecho de defensa o el recurso legal de difamación e injuria.
Pero, bajo el esquema digital esos medios no son aplicables o pueden evadirse. Hasta hace poco los blancos de campaña sucia más intensa fueron José Francisco Peña Gómez del PRD (denunciantes, FNP, PLD Y PR. Tema: negritud o haitianidad) y Juan Bosch, años 1963, 1966 y 1990 (denunciantes: PR, PRD. Tema: comunismo y locura).
Hoy el imán de toda campaña sucia es el Sr. Hipólito Mejía (denunciante: PLD y simpatizantes: Tema: áspero, rústico).
A diferencia de la etapa Peña-Bosch, en que los mensajes difamadores circulaban por TV, radio o fax, la modalidad más usada hoy es la red, Internet, que se ha convertido en la reina-vía de las campañas sucias.