A finales de febrero asistimos a un interesante Seminario Internacional Sobre Marketing Político y nos sorprendimos con la expsoción de Roy Campos, Director General de Consulta-Mitofsky, empresa privada de investigación de mercado y de opinión pública, líder en México desde hace varios años.
Nos ponía el ejemplo de la situación política electoral de su país, destancando que el partido en el poder tiene una alta valoración por su gestión de gobierno pero esa simpatía no se transfiere a Felipe Calderón, candidato a la presidencia por el Partido Acción Nacional (PAN) para las elecciones del día 2 de julio de este año.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI), con una maquinaria política de más de 70 años controlando los escaños del poder congresional, postula a Roberto Medrazo, quien no prende ni con una fogata de charamicos. Por otro lado la alianza “Por el Bien de Todos” (PRD,PT y Convergencia) llevan a Andrés Manuel López Obrador, quien encabeza por mucho todas las encuestas.
Este panorama deja claro que las simpatías electorales no son transferibles automáticamente de una gestión a un candidato y mucho menos de un presidente de gobierno. Además que tener un partido mayoritario en la matrícula de militantes no necesariamente lo hace ganar las elecciones.
Las características y virtudes de un candidato, sumado a otros factores sociales y políticos históricos y del momento, lo colocan como opción electoral.
No desperdiciamos la oportunidad de preguntarle a Roy sobre la ganancia electoral que podría darle un líder o un alto funcionario a un candidato local apoyándole públicamente y la respuesta fué que está demostrado que eso no ha funcionado en su experiencia de América Latina. Nos había dicho que habían tres méxicos: Uno que apoya al gobierno, uno bajo la vieja estructura del PRI y el otro apasionado con un candidato de esta coyuntura. Indudablemente que esa experiencia nos pone a pensar en la similitud con nuestras elecciones anteriores y actuales.
Aquí hemos visto cómo partidos muy bien valorados en las encuestas se les derrumban sus candidatos locales por una vida insustancial en sus comunidades, cómo otros con estructuras poderosasa han perdido elecciones frente a candidatos encantadores de las masas y lo imposible que ha resultado transferir la simpatía realmente. Algunos podrían defender la falsa transferencia que ocurre cuando desde el Estado se dedican enormes recursos para dádivas y compra de documentos por los resultados obtenidos, pero si hablamos con la seriedad y con la propiedad mínima sabemos que eso una distorción sustentada en la podredumbre de la corrupción que al final deja más pérdida que ganancia a la nación.
El proceso mexicano es un exelente laboratorio para ver nuestra realidad con una visión panorámica. Allí se espera que voten unos 60 millones de electores y todo parece indicar que la tendencia de triunfo de las coaliciones de izquierda seguirá expandiendose en Latinoamérica.