Siempre he tenido el criterio de que, en los países donde constitucionalmente se permite la repostulación presidencial (como el nuestro) si el pueblo vota para que mantener en el poder a quien pretende seguir allí o si, por el contrario, lo hace para salir cuanto antes de esa persona, ejerce ese derecho que le confiere la Constitución juzgando el gobierno que ha realizado el interesado en permanecer en el puesto cimero de la nación. A juzgar por “la pela” que le dio el pueblo a Hipólito Mejía el 16 de mayo del 2004, todo hace suponer que, o fue un presidente terriblemente malo o, sencillamente, fue esa la percepción que tuvo el soberano en esa fecha, al momento de enjuiciar su administración. No importa lo que pasó por las mentes de más del 57 por ciento de los votantes ese día. La realidad es que Hipólito salió del Palacio Presidencial con la sábana por un canto y, peor aún, por la puerta de la cocina, no del frente.
El resultado de esos comicios es irrefutable. No importa si fue real o no la existencia de la dichosa “cadena” que dizque puso a funcionar el Partido de la Liberación Dominicana en aquella campaña. La realidad es que a Hipólito Mejía lo desalojaron del Capitolio de mala manera.
Eso lo sabemos todos (hasta los chinos de Bonao) pero, más que nadie lo sabe el Presidente Leonel Fernández. La historia universal (y la de nuestro país no es la excepción) registra cientos de casos de personas que salen del poder vilipendiados y moralmente apedreados, porque al pueblo no le gustó cómo se condujeron desde el solio presidencial, en cuyo grupo hay que poner a Hipólito Mejía.
Pero resulta que esa misma historia también conserva acontecimientos que recuerdan que, en menor cantidad, han vuelto a elegir al hombre que con vehemencia decretaron como “cadáver político”. Es posible que ese no fuera el caso de Hipólito pero, cuando uno echa una mirada retrospectiva y recuerda a Joaquín Balaguer después del 16 de agosto de 1978 y al mismo Leonel Fernández, cuando entregó el poder en el 2000, aunque sea fugazmente piensa que, en nuestro país, cualquier cosa puede suceder.
El tema lo traigo a colación, porque en estos días el Presidente Fernández ha puesto sobre el tapete el que, real o supuestamente, el Partido Revolucionario Dominicano pretende utilizar su “dictadura de la mayoría” en el Congreso Nacional, para modificar la Constitución y permitir que Hipólito Mejía pueda legalmente presentarse como candidato presidencial en el 2008.
Salvador Jorge Blanco se equivocó cuando impidió que Jacobo Majluta fuera electo presidente en 1986 y le allanó el camino a Joaquín Balaguer para que regresara a la “silla de alfileres”. Hipólito erró el tiro al elegir a Leonel Fernández como su contrincante para las elecciones del 2004. Ahora que el Presidente como que prepara el terreno para enfrentar nuevamente al “guapo de Gurabo” me surge la pregunta: Si tal cosa ocurriera ¿se beneficiaría en las urnas Leonel de lo que el pueblo estima mal gobierno de Mejía o, por el contrario, le darían a beber una taza de su propia medicina? Esperemos.