¿Qué ocurre si al discutir la violencia urbana vamos en otra dirección, considerándola una oportunidad social?, ¿es posible ver en la violencia urbana la "oportunidad" para variar el clima social negativo que ella produce?, ¿podemos tener un criterio positivo y útil, en relación con la discusión de tema?, ¿podemos, acaso, hacer todos juntos en gran esfuerzo en la lucha contra la violencia? Mi credo científico del asunto me dice que sí; de lo contrario nos tocará la expresión: “O todos acabamos con la violencia o la violencia acaba con todos nosotros”? Bien, deseo explicar que al momento de iniciar mis puntos de vista sobre la violencia que atraviesa nuestra ciudad de Santo Domingo, puedo advertir, darme cuenta de que lo que yo entiendo por violencia es el mismo sentimiento de inseguridad que siente la ciudadanía, con la que vivo y hago valer mis aspiraciones cotidianas.
Es en el nivel interno de la violencia, donde me doy cuenta de que la gente, a pesar de tener un trabajo seguro, o carecer de él, de tener una familia, no se siente dueña de una vida concreta, donde puedan aflorar realidades progresistas que la muevan hacia delante.
Creo que es al nivel de la ciudadanía, donde el asunto de la violencia mueve verdaderamente a preocupación. Por tratarse de mi país, me atrevo a creer que la ciudadanía afectada por los actos de violencia carece de estatuto propio dentro de la misma sociedad dominicana.
Y por lo tanto, lo primero que salta a la vista es que la propia ciudadanía no sabe qué es lo que hay que hacer; porque siento en este asunto de la violencia que no nos sentimos verdaderos ciudadanos, orgullosos de que esto no nos esté pasando.
Obviamente, tampoco hemos sido educado para prevenir la violencia social (aquella que se filtra en las instituciones públicas donde ejercemos nuestras labores), ni de anteponernos a peligros similares. 2. Creo que la violencia sirve para saber cuál es la sociedad que tenemos, a cuáles personas debemos emular. Y en el nivel de los hechos ya conocidos debemos ser capaces –como ciudadanos, insisto– de desarrollar las posibilidades de poder discutir el problema, de ser críticos, inclusive con las autoridades, producir un diálogo, una discusión, y todo esfuerzo en este sentido debe partir de los mismos ciudadanos. Pero hemos permitido a los anti-líderes, sobre todo políticos, a que discutan el problema cuando en realidad nos toca a nosotros mismos. Sin embargo, es necesario indicar dos modalidades de las manifestaciones del fenómeno. Me parece que dentro de la violencia delictiva, se habla de una violencia común, propia de los delitos contra la propiedad, regresivos en la escala social del individuo; y la otra violencia, llamada crimen organizado. La primera es la violencia de la gente pobre; la segunda es la de clase poderosa. Yo sólo voy a referirme a la primera. De la segunda deben opinar quienes trabajen para alguna agencia especializada de investigación criminal.
3. Creo, que nuestra violencia delictiva puede discutirse de las más disímiles maneras. Puede ser como un problema de principios, en la que representa una rebeldía contra las estructuras sociales y políticas que alcanzan al hombre produciéndole una mal generalizado; bien puede verse la violencia como un problema del medio social, si éste fracasa o triunfa en cuanto a las aspiraciones ciudadanas. Aquí se suele plantear el problema de las causas, del por qué, que es el problema de la eficacia. ¿Somos eficaces en las causas de la violencia? Es lo más importante. Si un pueblo es afectado por la violencia, su dignidad ciudadana es luchar contra ello por todos los medios posibles.
4. Creo que para que cambie la violencia o deje de existir en el nivel sangriento que se está reflejando, es necesario que cambien las relaciones entre los ciudadanos, si tenemos un valor representativo o si se respeta al más simple de los ciudadanos del país. Lamentablemente domina entre nosotros un serio problema de actitud: De los ricos hacia los pobres, de los hombres hacia las mujeres, de los adultos hacia los niños, y eso ha creado una verdadera cultura de violencia, de raíces muy profundas, aplicable a cualquier situación de la cotidianidad dominicana. Existe una relación policía-gobierno en esto de la violencia delictiva. Esta relación que se ha dado de manera directa en las actuaciones policiales y militares ha ocurrido cuando el gobierno ha sido sometido a críticas. Y entonces se producen las medidas de opresión que paradójicamente buscan responden a la violencia, contrarrestarla, utilizando igualmente la violencia. Se ha invocado la “mano dura” contra los delincuentes, punto de vista que a la criminología profesional le parece delatar la ausencia de un modelo de prevención; obviamente los policías no son los culpables de la violencia, ella ya existía en la sociedad en que nos encontramos. Esta forma de lucha es desesperada, y no está articulada a la ciudadanía. Si luchamos desesperadamente seremos inútiles contra la violencia.
5. Creo, también, que en el ámbito judicial la violencia delictiva ha encontrado rota la pretendida unidad del Ministerio Público, que además de creer tener una política criminal oficial (porque con los actos de violencias vienen las odiosas redadas, donde por veces el inocente se queda atrapado, las fórmulas policiales), lo que realmente hace falta es organizar la actuaciones de los planes y de los recursos humanos con lo que se cuenta para tales fines, si es que queremos una actitud más definida frente a estos efectos inmediatos de la violencia.
Como hemos visto, la violencia nos obliga a traspasar los problemas personales, tomar conciencia de ella. Se impone la pregunta, ¿qué hacer, pues, para prevenir el ascenso de la violencia urbana?
6. Creemos, finalmente, que con la violencia surgen otras consecuencias en la que no nos hemos detenido a pensar. Es decir, que la violencia permite que la gente genere reacciones y sus discusiones, entre la familia, que los padres hablen con los hijos, los maestros con los alumnos, entre los vecinos, las autoridades, poner en duda la intervención del oficialismo, de la policía, someter a estudio toda la sociedad, buscar las explicaciones en el sistema social, de salud, de justicia, allí donde se ha afectado el equilibrio ciudadano.
Siendo la violencia tan importante, como de seguro lo es, lo más adecuado es reunir estas reacciones de la ciudadanía en un Congreso, un Foro nacional, o en un Seminario que recoja todas estas impresiones que tenemos acerca de la violencia y el gobierno pueda darlas a conocer a la ciudadanía.
El conjunto de las dificultades que vamos a discutir están muy relacionadas con los mismos problemas sociales que van desde la falta de empleo, la impunidad, la injusticia social, la marginalidad social y la corrupción, así como los vicios que colman a nuestros barrios. Es nuestra petición al gobierno, a quienes diferentes sectores gustan de hacerle el juego, pero la verdad es que a la respuesta oficial le falta más gestión.