SANTIAGO.- Molesto porque la niña Grissel Altagracia Díaz Cabrera, de cuatro años de edad, le pidió varias veces cinco pesos, la noche del 30 de enero pasado, Agustín Severino Rodríguez la llevó a unos matorrales y allí la estranguló. Así lo confesó el obrero que fue capturado la tarde del martes por la Policía en esta ciudad, al ser interrogado por la licenciada Jenny Berenice, fiscal adjunta que conduce las indagatorias del sonado crimen.
Relató Agustín que esa noche se encontraba tomando cerveza en un pequeño negocio ubicado en el sector Yagüita de El Ejido, donde residían tanto él como la menor de cuatro años y que se apareció Grissel, entró y le pidió cinco pesos.
Declaró que la dueña del lugar sacó a la niña del sitio, pero que minutos después volvió a pedir dinero “y entonces me molesté, porque no me dejaba tranquilo”.
Fue cuando la invitó a pasear en una pasola que tenía, la llevó hasta los arbustos ubicados en la parte trasera del antiguo aeropuerto Cibao, distantes a escasos metros de donde vivía y allí la ahorcó con sus manos, procediendo a cubrir el cadáver con cartones “para que los perros no se lo comieran”.
Por espacio de tres días después de aquella noche, Agustín llevó una vida relativamente normal: no dejó de ir a su trabajo, seguía viviendo en su pequeña casa y conversaba con sus vecinos hasta de la hasta entonces desaparición de Grissel.
Al tercer día, a eso de las 11:30 de la noche, resolvió regresar al lugar donde dejó el cuerpo sin vida de la niña de cuatro años, la introdujo en un saco, lo cerró, la cargó y la puso mucho más cerca de la verja del área para que la encontraran con mayor facilidad, como ocurrió al día siguiente.
Antes de cargar el cuerpo y trasladarlo de sitio, Agustín lo contempló por algunos minutos y se puso a llorar, consciente de que cometió un cruel asesinato y sintiendo arrepentimiento de lo que hizo, acción que justifica porque estaba borracho, razón por la cual alega perdió la cabeza.
Al enterarse de que las autoridades policiales lo buscaban por el asesinato, decidió desaparecer del barrio y se fue a un monte localizado en los alrededores del sector Cien Fuegos de esta ciudad, de donde salió ayer tarde para entregarse.
Seguro de que lo enviarán a una cárcel, Agustín pide a las autoridades judiciales que no lo manden para la de Rafey “porque estoy seguro que allá me van a matar los demás presos”. Solicitó al licenciado Raúl Martínez, fiscal de este municipio, enviarlo para Moca, petición que hoy dijo esa autoridad judicial que analiza.
El confeso asesino reiteró que cometió el sonado crimen porque estaba borracho y que nadie más tuvo que ver con el hecho, con lo que exonera de responsabilidad a una joven conocida como Marilyn, a quien horas después de ser apresado involucró. Ella es hija de la dueña del negocio donde Agustín se emborrachó la noche del asesinato.
Se especula que el criminal involucró a Marylin (aunque luego rectificó) porque fue un hijo de ella quien ofreció los datos que llevaron a las autoridades a la determinación de que él secuestró y estranguló a Grissel. Los dos niños estaban jugando juntos, cuando Agustín se la llevó en el motor.
Este miércoles, Marylin permanecía detenida en el palacio de justicia local, pero se da por seguro que, inmediatamente termine de ser interrogada, la fiscal adjunta la dejará en libertad.