Los incidentes del Licey deben ser motivo de reflexión.
La huelga de cinco días, con matices de violencia, bien podría ser celebrada por la oposición y condenada por el Gobierno.
En un periodo de campaña eso es lo característico.
Pero situándose uno a distancia de los intereses proselitistas, se podría preguntar ¿Qué es lo que pasa en Licey?
En Licey como en Navarrete, y otras comunidades del Cibao, lo que hay es una gran insatisfacción con el Estado mismo.
Gobierno van y Gobierno vienen y los reclamos que años tras años hacen sus residentes siguen sin resolver.
En campaña, los políticos acuden a ofrecer a las comunidades empobrecidas todas las conquistas exigidas, y hasta muchas que sus residentes ni siquiera han pensado.
Pasados los comicios, los políticos y los partidos se retiran del escenario y la desilusión vuelve de nuevo a las comunidades.
La existencia de un Estado sin prioridades, orientados por los políticos hacia las grandes obras que dejan grandes beneficios, para realizarse en las ciudades de alto número de votantes, deja desprotegidas comunidades pequeñas como Licey y Navarrete.
Esa realidad es la que engendra la existencia de grupos contestatarios, que se organizan para presionar a un Estado indiferente.
Si el Estado sistemáticamente llegara a esas comunidades con pequeñas obras, esos grupos, entre ellos los más proclives a la violencia, no encontraran razones para llevar a cabo acciones como la que acabamos de ver en esa ciudad de Norte del país en la semana que acaba de terminar.